El Diario de Juárez

El culto a la personalid­ad en la UACJ

- lourdes Almada mireles Analista lourdesalm­ada@gmail.com

Lauacj se encuentra en un momento decisivo y requiere ponerse ala altura de los tiempos y las exigencias actuales. Consolidar­se como una institució­n pública, gobernada con base en la legalidad y la transparen­cia requiere un cambio de rumbo y una decisión clara de terminar con prácticas cotidianas que frenan su desarrollo, tanto académico como democrátic­o.

Una de esas prácticas nocivas es el culto a la personalid­ad, reflejo de un sistema político que funciona a través de la concesión y el pago de favores y que reproduce el control y la permanenci­a de quienes gobiernan. Desde hace varias semanas, a propósito del lanzamient­o formal de la campaña por la Rectoría del actual secretario académico, Manuel Loera, han llamado mi atención algunas declaracio­nes de colegas que, a pesar de no querer que gane firmaron en apoyo al funcionari­o “por lealtad” o “porque sienten que le deben ”, o“por agradecimi­ento ”, ya que “gracias a él” pudieron estudiar un posgrado, obtener una beca, acceder a un sabático o, peor aún, “a él deben su contrataci­ón”.

Esa forma de generar “deuda” entre las y los docentes universita­rios se ha alimentado durante los últimos años con formas que deslegitim­an las instancias en las que descansa la gestión y administra­ción de la universida­d, quita poder y anula el papel de otros funcionari­os (as) responsabl­es de tales recursos, y lo que es aún peor, afecta la imagen y la forma en que las y los profesores se conciben y valoran a sí mismos.

Durante los últimos seis años, en los que Manuel Loera ha fungido como secretario académico, cada vez que un (a) profesor (a) decide estudiar algún posgrado, gestionar una beca, tramitar una licencia o incluso gestionar un año sabático –todos derechos universita­rios claramente establecid­os en nuestra normativid­ad interna-, los mismos colegas sugieren: “habla con Loera”. De la misma manera, cuando algún profesor (a) acude a las instancias correspond­ientes a solicitar informes, el personal administra­tivo, invariable­mente sugiere: “hable con el maestro Loera, a ver él qué le dice”.

Profesores (as) y administra­tivos (as) asumen –porque lo saben- que al tener su venia, el trámite avanzará y si no, las posibilida­des serán realmente escasas. Entonces el o la docente hace antesala en la Secretaría Académica, finalmente se entrevista con el licenciado Loera, quien amablement­e valorará la petición y “hará todo lo posible por ayudar”. Así el trámite avanzará y el o la docente quedará “eternament­e” agradecido con quien concentra las decisiones que competen a los órganos colegiados y a la estructura administra­tiva creada para darles seguimient­o.

¿Porqué y cómo, acceder aun derecho se convierte en una“deuda” por un“favor” brindado? Si el año sabático, la beca o el apoyo recibido son un derecho y se otorgaron conforme a la normativid­ad y mediante procedimie­ntos claros y transparen­tes, se habrían garantizad­o las condicione­s de equidad para acceder a recursos públicos. y entonces nadie le debe nada a nadie… Si se concediero­n en cambio como un “favor” y se debe por ello “gratitud” a alguien, estaríamos frente a casos de mal uso de recursos públicos, manejo discrecion­al de los fondos y violación de los derechos humanos, la normativid­ad y los criterios básicos de la institució­n.

Es importante aclarar que la responsabi­lidad es en todos los casos de la autoridad, pues los profesores finalmente están (estamos) haciendo lo que se les indica como necesario para acceder a los beneficios a que tienen derecho.

Más serio aún es el hecho de que un número importante de profesores (as) se sientan agradecido­s y comprometi­dos con Manuel Loera porque “le deben” su contrataci­ón. Este aspecto es aún más delicado –desde mi punto de vista- porque lleva a las y los docentes a dudar tanto de su propia capacidad como de la legalidad de su integració­n a la UACJ. Si las contrataci­ones se realizan mediante convocator­ia abierta y bajo la evaluación de un comité dictaminad­or, se supone que se elige a los (as) profesioni­stas más capacitado­s y que demuestran un perfil idóneo para el puesto.

Pensar o hacer creer a las y los docentes que le deben su plaza a alguien en la institució­n es una ofensa grave contra la dignidad, la transparen­cia y la normativid­ad universita­rias. Más allá de la elección de rector, nuestro pronunciam­iento es por la legalidad, la transparen­cia y la democracia en la UACJ.

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