Lucha contra todo para salvar vidas
Verónica no abandona su carrera de paramédico pese a situaciones de riesgo
Ni asesinatos, ni decapitados o estar al borde de recibir un balazo en la cabeza han hecho que Verónica Álvarez Nevárez, capitán de Rescate, abandone su vocación de ser paramédico y luchar contra todo para salvar una vida.
Son ya 17 años desde que logró ingresar al departamento, pero poco antes su encuentro con las ambulancias fue una casualidad que jamás esperó fuera a cambiar su camino.
“Un conocido me dijo que necesitaba un paramédico que lo ayudara, me enseñaban lo que me faltaba y le dije ‘sí te ayudo, en la tarde’, y ese ‘sí te ayudo, en la tarde’ se convirtió en cuatro años y después de ahí me vine para acá, dejé Radiología”, comentó.
Tras dos décadas de ejercer esta profesión, narra que los retos y obstáculos a vencer fueron muchos, principalmente porque se integró en una época donde el machismo estaba muy presente.
“Creían que por ser mujer yo tenía que hacer de todo, limpieza y pequeños detalles que uno no se deja, fue difícil”, expresó.
Creían que por ser mujer yo tenía que hacer de todo, limpieza y pequeños detalles que uno no se deja, fue difícil”
Verónica Álvarez Nevárez
Capitán de Rescate
Pese a que su profesión la ha llevado a ver innumerables consecuencias de hechos violentos, Álvarez explicó que lo que más la ha marcado son los casos de maltrato infantil, “es algo inhumano, no sé qué tienen las personas para hacer eso a sus propios hijos, a mí me tocó la muerte de uno, eran las 2 de la mañana, no era su hijo, era el padrastro y la mamá trabajando en la maquiladora, que lo había hartado porque no dejaba de llorar y lo aventó contra el suelo”, narró.
Aunque dice tener plena convicción de que todo ha valido la pena, mencionó que el principal sacrificio por ser paramédico ha sido no ver tanto tiempo ni disfrutar lo suficiente a sus dos hijos varones cuando eran pequeños.
Por siete años la hoy capitán ha prestado servicio en el operativo, dos en el Centro de Respuesta Inmediata (Ceri) y ocho años ha cargado con su maleta de primeros auxilios para ser la cabeza de la parte administrativa de Rescate, sin dejar la adrenalina que es correr a atender a quien lo necesita aún desde una oficina.
“Ser un paramédico es muy satisfactorio”, dice con entusiasmo al resaltar que en cualquier ámbito de la corporación ha tenido la oportunidad de intervenir para ayudar a la ciudadanía, incluso dar instrucciones para un parto por radio operador.
“Una vez, una señora llama que su niño se le estaba ahogando (con comida), no respira y ya está morado, le digo a ver, vamos a hacerle la maniobra de Heimlich. ¿Qué es eso? Vamos a pegarle en la espalda, con la palma de su mano, péguele y póngaselo en la rodilla; me dice ‘es que le va a doler’ y yo, ¿quiere que viva? Sí, entonces cinco palmadas, cuente conmigo, como tres veces lo hizo, salió el melón y empezó a llorar”, recordó.
Álvarez define su profesión como algo grandioso, noble y lleno de satisfacciones, pero también de retos y estar con constante aprendizaje para dar un servicio de excelencia y no olvidar el lado humano para respetar el dolor de los demás.