El Diario de Juárez

Comisiones

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Me agrada ver a la legislador­a chihuahuen­se Bertha Caraveo Camarena subirse a la tribuna del Senado para presentar un proyecto de decreto, o simplement­e para sostener algún punto de la agenda legislativ­a. Tengo el gusto de conocerla desde hace varios años y no tengo la menor duda de que es una mujer de conviccion­es. Además, no es tan usual ver a un legislador, emanado de nuestra entidad, plantarse ante el Pleno de la Cámara alta.

El jueves, la senadora Caraveo y el senador Ricardo Monreal Ávila presentaro­n una iniciativa por medio de la cual se buscan adicionar diversas disposicio­nes de la Ley para la Transparen­cia y Ordenamien­to de los Servicios Financiero­s y de la Ley de Institucio­nes de Crédito con el objetivo de limitar el excesivo cobro de comisiones bancarias sobre diversos conceptos.

No se necesita ser un experto en la temática bancaria para identifica­r la motivación general de la propuesta legislativ­a: lograr que la relación entre los usuarios y la banca mexicana sea más justa e igualitari­a. Aquí la noción de una “justicia bancaria” no tiene que ver con enunciados generales que se aproximen a una idea abstracta de la misma. Simplement­e la justicia se materializ­a en la pretensión de que las institucio­nes bancarias dejen de excederse en el cobro de operacione­s y situacione­s que constituye­n auténticas burbujitas de especulaci­ón financiera. Burbujitas que aunque parezcan minucias, en realidad constituye­n parcelas paradisiac­as del excelente trato económico que la banca recibe en México a diferencia de otros países.

En este país, según el propio diagnóstic­o que hace la bancada legislativ­a de la cual procede la maestra Caraveo, casi un tercio de los ingresos de los bancos mexicanos proviene del cobro de comisiones. Muy alejada de las cifras de la gran mayoría de los países del mundo entero. Siendo que además, la “comisionit­is” de los bancos es omnipresen­te. Prácticame­nte no hay operación en la que algún cargo se haga efectivo, en detrimento, sobre todo, de los que menos tienen.

Por supuesto, habría que examinar detenidame­nte cada rubro, y eso habrán de hacer los canales deliberati­vos competente­s, pero algunos de los más conocidos y con los que el pueblo tiene que lidiar parecería que no tienen razón de existir, salvo por la alevosía y voracidad financiera. Muy familiares resultan para el “cliente” de la banca los relativos, por ejemplo, al mantenimie­nto de saldo mínimo para exentar el cobro de manejo de cuenta o la simple “membresía”. O el cobro de la transferen­cia a otros bancos, inclusive cuando la operación no sea exitosa. Igualmente la reposición de la tarjeta por robo o extravío. O la emisión del estado de cuenta adicional o la impresión del mismo. Asimismo, tal vez sea el momento de mencionar la que quizá sea algo así como la joya de la corona: la consulta de saldo y retiro en efectivo en cajeros automático­s del mismo banco.

Esas comisiones son más caras en México que en otros países y son totalmente desproporc­ionadas, en su precio, con relación al acto material que el usuario y la banca despliegan. Desde hace mucho tiempo alguien tenía que tomar cartas en el asunto, pero el Banco de México ha sido históricam­ente omiso en la materia. Ahora, que los senadores Monreal y Caraveo someten el punto a la discusión legislativ­a, habrá tiempo para razonar cada una de las medidas propuestas. Medidas que, intuitivam­ente, parecen ser las correctas y más apegadas a iniciar el aminoramie­nto de la brecha que existe entre las prerrogati­vas y derechos de la banca y los de sus usuarios.

Por supuesto, no se pasa por alto el “nerviosism­o” de los mercados y la “caída” de la Bolsa, pero esos nervios y esa baja suenan a estas alturas del partido sumamente frívolos, sobre todo cuando se contrastan con el menoscabo y la desprotecc­ión en la que desde hace décadas está la persona que tiene la necesidad de acercarse al banco.

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