LA GUERRA DEL GÉNERO: UNA SOCIEDAD EN DECADENCIA
Si a cualquiera de nosotros de pronto nos dijeran que no somos quienes hemos creído ser por muchos años –o quizá pocos para algunos–, lo más probable es que soltáramos la carcajada franca y espontánea, en clara reacción de burla para quien nos haga tal señalamiento. Pero no se ría. Es cosa seria.
Todas esas cosas que aprendimos en el hogar, con los padres y los abuelos; en la escuela con los maestros y con los amigos; sobre la noche y el día, la lluvia que cae del cielo, la polimerización de las plantas, la reproducción de los seres vivos y que al verano le sigue el otoño luego el invierno, luego la primavera y así sucesivamente ciclos interminables que se repiten una y otra vez, es decir, las Leyes de la Naturaleza, están a punto de desaparecer por obra y gracia del sorprendente y extraño descubrimiento o revelación surgida de la nada.
Al menos para un grupo de personas en el mundo que creen firmemente en lo que han denominado la “ideología de género”, es decir, toda una filosofía de vida (si es que así se le puede definir) basada en una especie de desconocimiento a las teorías científicas sobre la vida, la reproducción, la biología, las emociones, la lógica y la filosofía –al menos la platónica–, mediante el cual pretenden hacernos creer que un niño, varón, no lo es sino hasta que decide serlo, lo mismo que una niña, mujer. ¡Vaya galimatías existencial!
Le pediré estimado lector o lectora que hagamos un ejercicio simple. Imagine que una tarde cualquiera, usted recoge a su hijo de 6 años de edad de la escuela. De camino a casa, platicando sobre su día, el pequeño le cuenta que ese día en el salón de clases, al llegar por la mañana, la maestra lo vistió a él y a todos sus compañeritos hombres con ropas de mujer, y a las niñas con pantalones, camisas y zapatos de hombre. Incluso a los varones les colocaron pelucas de pelo largo y a las niñas se les recogió el pelo ¿cuál sería su reacción? Imagínela por favor.
Sigamos con el ejercicio. Llegando a casa, le llama a dos de sus mejores amigos o amigas si es mamá, padres de compañeros de clase de su hijo, para preguntarles qué piensan de lo ocurrido, y la respuesta le sorprende: no sabían lo que había pasado, porque no han platicado con sus respectivos hijos, se están enterando por usted y ponen el grito en el cielo. Imagine ahora que al día siguiente, cuando deja a su hijo en la escuela pide hablar con su maestra para cuestionarlo sobre lo ocurrido el día anterior.
La maestra le informa que, efectivamente, el ejercicio realizado el día anterior es con la finalidad de “concientizar” a los pequeños sobre la posibilidad de que, en el futuro, decidan optar por un género distinto y, al mismo tiempo, fortalecer su empatía por los compañeros del sexo opuesto. Supongamos ahora que su reacción es de rechazo a esta práctica y así se lo hace saber a la mentora, pero por respuesta sólo recibe un lacónico y contundente: “lo siento, no podemos hacer nada, así será al menos una vez a la semana y usted no puede evitarlo, es parte del programa académico de enseñanza, está en la ley”.
No, no estoy loco. Ni es una ocurrencia. Esto ya pasa en Argentina, y no estamos muy lejos de que suceda en México, porque los impulsores de la “ideología de género” están firmemente incrustados entre los radicales de la izquierda mexicana, particularmente en Morena, y ya existen varias iniciativas de ley que pronto se discutirán en el Congreso mexicano para que las cosas sean como ha ocurrido ya en Argentina, y que ni usted ni yo, ni nadie que esté en desacuerdo pueda evitarlo a riesgo de sufrir algún tipo de sanción o consecuencia prevista en la ley respectiva. Sí, porque la idea es hacerlo ley.
Esta misma iniciativa de ley contempla una prohibición expresa para que usted o yo, como padres, dentro del proceso formativo de nuestros hijos en casa, les hablemos de las diferencias entre hombres y mujeres, sobre los roles de cada uno y sobre las características propias de su género, con el que nacieron, no podremos hacerlo o seremos sancionados. Una ley que impedirá que cada padre o madre, en casa, eduque a sus hijos como mejor le parezca, pero que definitivamente impulsa, fomenta y difunde ampliamente esta “ideología de género” tan moderna y avanzada. Los calificativos por supuesto son sarcasmos.
Por eso le mencionaba al principio de esta colaboración que no es un tema de risa, no es cosa menor. Para estos grupos que promueven la “ideología de género”, y otros temas como el aborto legal, el matrimonio entre personas del mismo sexo, que están a favor de la adopción de niños por parejas lésbico-gay, entre otros, la sociedad actual debe cambiar radicalmente los valores fundamentales y universales sobre los que fue creada y con los cuales ha logrado su desarrollo y supervivencia.
La “ideología de género” le arranca a los seres humanos sus características biológicas, adquiridas genéticamente, cuya comprobación científica no está en duda de manera alguna, para dotarlos de una voluntad supra terrenal y meta universal, que los pueda convertir en mujeres, aunque hayan nacido hombres, o en perros, árboles o casas. De ese tamaño es la atrocidad que pretenden.
De acuerdo con el artículo de Gema Lendoiro, publicado en el periódico español La Razón el pasado 8 de noviembre, “La Convención Internacional sobre los Derechos de los Niños, a lo largo de sus 54 artículos, reconoce que los niños son individuos con pleno derecho al desarrollo físico, mental y social. Esto se contradice, sin embargo -sostienencon la base de la llamada ideología de género que ha estudiado la influencia cultural y social en la población infantojuvenil. Sus detractores se centran más en la parte física-biológica. Y, ¿qué ocurre con su desarrollo mental? ¿Nos estamos ocupando de su salud mental?
“El sexo hace referencia a lo biológico, que se lee mediante los cromosomas sexuales, XX (niñas) y XY (niños). Esta diferenciación se produce gracias al gen SRY del cromosoma Y (gen conmutador del sexo); es este gen el que ‘escoge’. El sexo no se asigna, está determinado en los genes. Es, por tanto, una variable biológica. Esto implica requerimientos, susceptibilidades y diferencias anatómicas, fisiológicas y genéticas entre hombres y mujeres que implican situaciones, problemas y condiciones exclusivas de uno de los sexos. Negar estas diferencias es dañino para el desarrollo de la ciencia en favor de la persona”.
Así pues, los impulsores de esta terrible propuesta (ideología de género), pretenden posicionar a nivel de leyes y de medidas conceptuales de educación, que un ser humano cuando nace no es nada, no es ni mujer ni hombre, que es una especie de masa corpórea sin definiciones, que es una “cosa” y que no es sino hasta que crece y desarrolla sus capacidades intelectuales que puede decidir si es hombre o es mujer, contraviniendo y contradiciendo todos los postulados científicos de la física, la química y la biología acerca de los géneros humanos.
Los creadores e impulsores de esta nociva “teoría” (ideología de género) sostienen que encasillar a los niños dentro del sexo con el que nacen, puede ser perjudicial para su sano desarrollo y equilibrio psicosocial, ¡por Dios! Qué enorme barbaridad siquiera considerar eso. Por siglos, decenas de siglos, centenas de siglos, la humanidad se desarrolló con la certeza plena de la existencia de dos sexos, de dos géneros: hombre y mujer ¡nada más!
Es muy claro que existe toda una organización a nivel mundial que pretende imponer esta agenda muy particular. No sólo en el tema de los géneros, que hoy nos ocupa, sino en otros temas como el feminismo radical (las llamadas feminazis), la legalización del aborto, el reconocimiento jurídico a matrimonios de personas del mismo sexo (lo que incluye el derecho a adoptar menores), con una evidente finalidad no sólo de lograr el reconocimiento a sus ideas y pensamientos, lo cual no tendría nada de extraordinario o perjudicial, sino de cambiar por completo el paradigma de la sociedad, quieren que ahora la “normalidad” (palabra que por cierto aborrecieron por décadas para descalificarlos) sea su condición de vida y lo excepcional sea lo contrario.
Muy mal cuando una sociedad permite que, por presión, unos pocos interfieran en su andamiaje estructural para debilitar las bases que le dieron sustento. ¿De verdad queremos eso? ¿De verdad queremos la anarquía y el desorden en todos los ámbitos de nuestras vidas? La última palabra la tiene usted.