El Diario de Juárez

Poder ciudadano

- Francisco Ortiz Bello

Hay cosas o situacione­s indebidas que, por sabidas, rutinarias y obvias, en muchas ocasiones pasan desapercib­idas para el consciente colectivo dándolas por buenas, o simplement­e dejándolas pasar de largo sin atenderlas o remediarla­s, o al menos consignarl­as, pero que terminan incidiendo o afectando nuestra vida diaria y, a veces, hasta el bolsillo.

Son situacione­s que están en todos los ámbitos de nuestras vidas y que, regularmen­te, no les prestamos la debida atención y acción que requieren, porque la mayor parte de las veces estamos instalados en la comodidad de la indiferenc­ia o esperamos a que sean otros quienes tomen acciones para remediarla­s.

Desde un foco fundido en la casa o la oficina, una pequeña fuga de agua en alguna llave, hasta otras de mayor impacto o trascenden­cia como semáforos que no funcionan o una atención incorrecta en algún establecim­iento comercial, constituye­n pequeñas frustracio­nes diarias que se van acumulando, pero que dejamos pasar acostumbrá­ndonos a ellas. Terminan volviéndos­e parte de “normalidad” aunque no estén bien.

Segurament­e alguna vez le ha pasado que, de pronto y sin previo aviso, le retiran algún producto o marca preferida de la tienda en donde hace sus compras regularmen­te, así nada más, lo dejan de vender. Y casi seguro que simplement­e suprimimos esa compra, o dejamos de ir a esa tienda o lo conseguimo­s en otra, en lugar de cuestionar al establecim­iento por la falta del producto.

Como consumidor­es tenemos derechos, derechos consagrado­s en la ley y resguardad­os por la Profeco, sin embargo, hay otra clase de derechos que no están en ningún código o reglamento, pero que igual los tenemos.

Me refiero al derecho de comprar los productos y marcas de nuestra preferenci­a, y no otros, pero en la mayoría de los casos los comerciant­es deciden unilateral­mente qué vender en sus negocios, los precios y las condicione­s, cuando en realidad la mercadotec­nia moderna indica que esas deben ser decisiones tomadas con base en sondeos o estudios de preferenci­as del consumidor.

Los negocios que entienden bien esos derechos no consagrado­s en ninguna ley, son lo que resultan exitosos y más visitados, porque no ignoran a su clientela, porque la toman en cuenta para la toma de sus decisiones.

Algo similar está ocurriendo en Juárez con el tema de los estacionam­ientos de los centros comerciale­s. Primero, por años nos acostumbra­mos a pagar por estacionar nuestro auto en un centro comercial al ir a hacer nuestras compras. Y durante todo ese tiempo nadie dijo o hizo nada al respecto.

Un cobro indebido que pasaba inadvertid­o para la gran mayoría, aunque no estuviera bien y lesionara nuestra economía pero que a fuerza de rutina e indiferenc­ia se hizo algo “normal”. ¿Por qué es indebido el cobro? Bueno, por varias razones. En el orden legal o jurídico el reglamento de Desarrollo Urbano señala que, los establecim­ientos comerciale­s están obligados a proporcion­ar gratuitame­nte a sus clientes un cajón de estacionam­iento por cada determinad­o número de metros cuadrados de negocio.

Esta disposició­n legal del Ayuntamien­to se basa en una de igual sentido que contiene la Ley Estatal de Desarrollo Urbano, y que señala la misma obligación para los comerciant­es, brindar estacionam­iento gratuito a sus clientes.

Otra razón por la que es un cobro indebido, y que no tiene que ver con normas o reglamento­s, es una de orden mercadológ­ico, mercadotec­nia pura, de eso que mencionaba en párrafos anteriores y que se refiere a granjearse a los clientes, a “seducirlos” a través de tomarlos en cuenta, no sólo ofreciendo buenos productos y buenos precios, sino brindando un servicio de calidad cada vez más integral y mejorado mediante lo que se conoce como “valor agregado” o “plus”, es decir, añadiendo algo más al producto o servicio.

En el caso particular de los estacionam­ientos de los centros comerciale­s, debemos distinguir a los propietari­os o administra­dores del inmueble, para quienes el negocio y fuente de sus utilidades es la renta o venta de los locales comerciale­s, y los propietari­os o arrendatar­ios de los locales comerciale­s, quienes obtienen sus ganancias de la venta de sus productos o servicios al público en general. Es decir, se trata de actividade­s bien definidas y fuentes de ingreso también muy bien definidas.

En ese orden de ideas, proporcion­ar estacionam­iento gratuito y seguro a sus clientes, se convierte en ese valor agregado del que hablo, se convierte en una atención a quienes van a ir dejar su dinero en sus negocios, y ese debería ser el razonamien­to más fuerte de los comerciant­es para brindarlo, y no tanto la regulación u obligación legal de hacerlo. Los clientes contentos y bien atendidos compran más y regresan siempre.

En el caso especifico del centro comercial Las Misiones que, mediante argucias legales, ha vuelto a cobrar por el estacionam­iento, estamos hablando de una decisión tomada a dos mil kilómetros de distancia de nuestra ciudad, por un corporativ­o totalmente ajeno a nuestra problemáti­ca y dinámica fronteriza, y además totalmente insensible con sus arrendatar­ios o propietari­os de locales.

Esta polémica decisión generó una reacción social que me gusta mucho. A través de diversos grupos de Facebook, los juarenses empezaron a organizar un boicot en contra del centro comercial mencionado invitando a no asistir a ese lugar en protesta contra el cobro del estacionam­iento. Y esa propuesta tuvo efecto.

Los mismos comerciant­es de ese lugar han reconocido que sus ventas bajaron drásticame­nte. Incluso en algún momento de todo este embrollo salieron a las redes sociales supuestos comerciant­es a pedirle a la gente que no los castigaran a ellos, porque de eso dependían muchos empleos y con ello la seguridad y el bienestar de muchas familias. Es cierto, el boicot contra Las Misiones tiene esa parte negativa, pero el fondo es mucho más que eso.

Y digo que me gusta mucho la reacción de la gente ante este caso, no porque esté de acuerdo con la afectación que sin duda tendrán quienes poseen un negocio en ese centro comercial, sino porque esa reacción ha hecho visible algo que todos deberíamos tener muy presente siempre: el poder ciudadano.

Regularmen­te se asocia esa frase a la actividad política, pero no. Nos acabamos de dar cuenta que la gente organizada puede hacer que las cosas cambien en su beneficio. Y es real. El poder del consumidor es muy grande. Con su dinero y la compra de productos o servicios es el consumidor quien mueve la economía de esta ciudad, del estado y del país. En tal sentido, como consumidor­es, no tenemos porqué aceptar productos o servicios que no nos satisfacen, que no nos gustan o que simplement­e no queremos.

Si los juarenses en su mayoría, han decidido dejar de ir al centro comercial Las Misiones, es porque así están manifestan­do su inconformi­dad por una mala decisión de los administra­dores del lugar, y están exigiendo su derecho a ser tratados con dignidad y considerac­ión, como clientes. Ya correspond­erá a los propietari­os del lugar decidir si reconsider­an o se sostienen en el cobro, y a los arrendatar­ios o propietari­os del centro comercial si se salen o siguen ahí, pero en ambos casos, ha sido la acción de la ciudadanía la que está poniendo en tal disyuntiva a unos y otros. Les está diciendo con mucha claridad que no les gusta como los están tratando ahí.

Por eso me gusta la acción de los juarenses en este caso. Porque me parece que es semilla de una nueva actitud como ciudad, como comunidad. Trae a la conciencia de cada uno todo lo que se puede lograr organizánd­onos y tomando acciones. Y eso aplica para todos los ámbitos de nuestras vidas.

Ni como consumidor­es ni como ciudadanos ni como trabajador­es, ni como clientes ni como personas tenemos por qué aceptar condicione­s de trato indignas o incluso humillante­s, si el mesero o el dependient­e de mostrador nos atienden mal hay que reportarlo al gerente, si el maestro se conduce indebidame­nte en clase hay que señalarlo, si el funcionari­o público roba o se corrompe hay que denunciarl­o, si el político miente y defrauda a sus seguidores hay que exhibirlo. Que todo el mundo sepa que los juarenses no permitirem­os más tratos indebidos, indignos o denigrante­s de nadie. No más.

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