Conducir como responsabilidad y no como derecho
Es de llamar la atención que mientras se transita por la ciudad se pueden observar repetidamente ciertas conductas de parte de algunos conductores; una de las conductas más recurrentes se da en los cruceros de cuatro altos, donde suele haber titubeos sobre quién tiene derecho de paso; esto se acentúa cuando hay quien quiere dar vuelta. El hecho de que en numerosas ocasiones a quien no le toca se atraviese y al que si le toca no se mueva, suele ser una evidente prueba de que se desconoce la manera en que se debe actuar en este tipo de situación vial.
Como el anterior, existen otros ejemplos de conductas erradas al conducir: el poco o nulo uso de las direccionales, y a su vez, el poco respeto a la indicación de cambio de carril de otro conductor, al uso del carril derecho para rebasar, al casi inexistente acto de ceder el paso al peatón, omitir dejar el espacio suficiente entre vehículos en movimiento, reducir la velocidad en zonas escolares o de hospital, entre muchas otras. Estos errores u omisiones al conducir, además de ser motivos de infracción, se convierten en causas de riesgo inminente para los demás usuarios en la calle, pues frecuentemente son detonantes de siniestros viales en los que fácilmente alguien puede salir lesionado.
El hecho de que una gran cantidad de conductores no estén capacitados realmente para hacerlo, tiene que ver entre otras causas, con la reglamentación tan laxa que existe en el estado de Chihuahua y en general en el país para la expedición de licencias de conducir, el cual es visto más como un proceso administrativo y de regulación,
que como una proceso que forma parte de una política pública de seguridad vial, en dónde se busque una evaluación real de la capacidad de los solicitantes para ponerse al mando de un vehículo.
Se conoce que en países como Rusia, Francia, Israel, República Checa, entre otros, los requisitos para obtener una licencia son bastante más rigurosos: se debe tomar un curso que puede durar entre uno y cuatro meses antes de poder tomar el examen teórico y el práctico. Éste último se realiza en ocasiones doble, uno en simulador o en una pista especial, y otro en la ciudad, esto para asegurar que quien solicita la licencia realmente sepa conducir y sepa seguir las normas adecuadamente. Además de eso, las licencias tienen costos mucho más elevados, que van entre diez a veinte veces más de lo que cuestan en México.
Evidentemente la cuestión del costo busca desincentivar de alguna manera la cantidad de licencias solicitadas y que quien lo haga se prepare a conciencia para fungir como conductor de un vehículo automotor. Por una parte, creo importante que existe la necesidad de hacer conciencia de que conducir es algo que no debe ser tomado a la ligera, pues como hemos visto en numerosos hechos lamentables en nuestra ciudad, personas inocentes han perdido la vida en la calle embestidas por automóviles –los cuales pesan en promedio una tonelada– al mando de alguien que prácticamente sólo tuvo que pagar y asistir a una plática de dos horas para ponerse detrás de un volante legalmente.
Por ello, el enfoque tanto de los procesos para que una persona pueda manejar un vehículo automotor, incluyendo carga pesada y transporte público, debería ser con el enfoque de proteger a los que van a tener que interactuar en las calles con ellos, poniendo énfasis en la responsabilidad que implica poder conducir una máquina de más de una tonelada, y no, como se ha estado haciendo hasta ahora, haciendo creer que conducir un auto es un derecho.