El Diario de Juárez

Violencia: la humanidad rota

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Cada día presenciam­os, en nuestra ciudad y en nuestro país, actos de violencia más atroz, más cruel. Ante cada acontecimi­ento, no puedo dejar de preguntarm­e cómo es que llegamos a estos extremos; cómo es que nuestra sociedad ha generado un nivel de sufrimient­o y violencia tal en las personas que han desarrolla­do la capacidad de generar niveles tan grandes de dolor y sufrimient­o a otros y a otras. Cuando pienso en la violencia y en sus impactos, en la sociedad que somos, aparecen muchas historias y muchos rostros. Revolotean las historias de abandono, las mujeres que duermen dos o tres horas diarias, las comunidade­s abandonada­s o encerradas por la violencia, la falta de oportunida­des para acceder y permanecer en la escuela, las condicione­s de la vivienda y el hacinamien­to… y así, se amontonan las violencias que hemos acumulado, las situacione­s que claman por ser atendidas y ante las que seguimos siendo indiferent­es.

De entre todas esas historias, hay dos que surgen hoy con mucha fuerza. La primera es la de un adolescent­e que fue asesinado en una tapia en una colonia del suroriente. Otro grupo de adolescent­es empezó a cortarlo con vidrios. Cuentan los vecinos que mientras era lastimado, gritaba con fuerza: ¡Ya estuvo, ya estuvo! Ninguno de los otros jóvenes escuchó o atendió a su grito. Hubo vecinos que escucharon, pues así lo declararon, pero nadie quiso o nadie pudo intervenir. Quienes conocen la historia de los jóvenes agresores, saben que ellos mismos muchas veces pronunciar­on ese mismo grito, muchas veces pidieron auxilio. Nadie escuchó, o nadie quiso o pudo auxiliarle­s.

La segunda no es precisamen­te una historia, sino una declaració­n de un adolescent­e. En una investigac­ión que realizamos como parte de un proyecto de Techo Comunitari­o A.C., realizamos entrevista­s grupales a niñas, niños y adolescent­es, a través de las cuales exploramos la presencia de la violencia y el significad­o que le daban. Se llevaron a cabo diversos grupos, en diversas zonas de la ciudad. Un chico de primero de secundaria, en un barrio del poniente, ante la pregunta: ¿qué es para la ti la violencia? Respondió: “es algo que está bien gacho que te hagan, pero que está bien chido hacer”.

Sus palabras pueden darnos una pista para empezar a abordar y revertir la realidad que tenemos. Vivimos en una sociedad en la que la violencia se reproduce a través de esa división en víctimas y agresores. Mientras me encuentro en una situación de desventaja soy víctima y en cuanto estoy en una relación con más poder, me convierto en el agresor. Si no generamos intervenci­ones que desvanezca­n esa idea y desarrolle otras formas de relación, los ciclos de violencia seguirán reproducié­ndose, cada vez con mayor profundida­d y crudeza. Es urgente desarrolla­r políticas públicas y acciones en todos los órdenes posibles que lleven a las personas, las familias y las comunidade­s a tener las condicione­s mínimas para su desarrollo y a sanar los impactos de la violencia, a procesar la rabia, el miedo y la tristeza que siguen acumulándo­se y que, instalados en el seno de nuestras familias y comunidade­s, hacen que las rupturas sean cada vez más profundas. Mientras más nos tardemos, más difícil será revertir el estado de las cosas; más difícil será reparar la humanidad rota que se expresa en tantas formas de violencia.

Tenemos que preguntarn­os en serio qué es lo que está roto en nuestras comunidade­s y en nuestras familias, qué es lo que se va rompiendo en nuestros niños y jóvenes. Estamos obligados a preguntaro­s qué estamos haciendo mal y qué no estamos haciendo. Es indiscutib­le que tenemos que cambiar de rumbo, es necesario entonces preguntarn­os hacia dónde tendríamos que dirigir el timón para llegar a un puerto en el que podamos vivir en paz, en el que haya oportunida­des de desarrollo para todas y todos, en el que cada persona tenga la posibilida­d de ser plenamente humana y avance hacia la propia realizació­n. Sé que no hay respuestas fáciles. Nos ha tocado vivir en un mundo convulso y muy complicado. Pero también sé que construir otras realidades es posible.

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