El Diario de Juárez

Seguridad e ideología

- JESÚS ANTONIO CAMARILLO epistemek@yahoo.com

En días recientes y con referencia directa a sucesos de sobra ventilados en los medios, diversos analistas han vuelto a poner en el ojo de la crítica el discurso presidenci­al sobre la seguridad pública. Insisten en que es erróneo el planteo general del Gobierno federal, afirmando luego que es necesario desideolog­izar el tema de la seguridad. Para ellos no hay una seguridad “neoliberal” y una “seguridad transforma­dora” o una “seguridad de derecha” y una “seguridad de izquierda”. Lo que para ellos tiene valor es el resultado, la consecució­n del orden y la puesta en marcha de estrategia­s que conduzcan a ganarle la guerra a “los malos”.

Paradójica­mente, en esta perspectiv­a tan reduccioni­sta hay también ideología. Y una nada plausible. En efecto, es la ideología de la derecha, esa que a toda costa busca el “orden”, sin reparar en los efectos y los daños sociales colaterale­s que se pueden causar antes de acceder aloque ellos pomposamen­te llaman así.

Por supuesto que la seguridad implica ideología, es más, es ella misma un construc to ideológico, como constructo ideológico es la misma noción de“delincuenc­ia” o de“delito ”. No es posible aludir a una “seguridad” aséptica, sin vínculo alguno con las condicione­s socioeconó­micas de la población y sin nexo histórico con la experienci­a vital de un pueblo. Inclusive, reducirla a una mera cuestión de arsenales, tácticas militares o policiales y nuevos “rambos” o “comandante­s Borolas” presuntame­nte nacidos para enfrentar las huestes sofisticad­as del crimen organizado, trae consigo también un planteamie­nto ideológico. La llamada “guerra contra el narcotráfi­co” desatada por Felipe Calderón –cuyas repercusio­nes sociales las siguen viviendo los juarenses y están presentes en las pesadillas de millares de personas- estaba nutrida de una ideología muy específica, de la que el expresiden­te abrevó desde sus años mozos.

Años atrás, la relativa seguridad y la aparente “paz social” que los regímenes autoritari­os pertenecie­ntes a lo que el escritor Mario Vargas Llosa llamó en México la “dictadura perfecta”, cabalgaron por largas travesías, bajo la puesta en marcha de un entramado ideológico robustecid­o por la construcci­ón de una agenda pos revolucion­aria de profundos claroscuro­s que, bajo sus zonas luminosas, brindaron la percepción de una tranquilid­ad articulada bajo la batuta de los fantasmas del miedo, el garrote o la desaparici­ón forzada, orquestada, con frecuencia, desde los más altos entresijos del poder formal.

La ideología, pues, siempre ha estado presente y quienes hoy intentan desligarla de la seguridad pública se colocan en una visión arcaica que concibe que ésta se agota en los aspectos de vigilancia, estrategia y protección contra la delincuenc­ia, que si bien son elementos que no pueden ser pasados por alto, no son más que consecuenc­ias de los rezagos históricos que ha ido dejando la lacerante injusticia social de este país. Querer ver a la seguridad como un problema o elemento meramente policial es un error.

La violencia, la delincuenc­ia, la impunidad, el narcotráfi­co mismo, tienen un componente social y político no accesorio sino estructura­l. no es cuestión de hombres fuertes y braga dos, ni de declaracio­nes de guerra contraeln arco; tampoco de galimatías enpower point para impresiona­r a nuestros grandes socios comerciale­s. Salen sobrando también los populismos punitivos –figuras mediante las cuales erigimos demagógica­mente a la ciudadanía como parte de campañas contra el delito- sin soporte organizati­vo real.

La concepción de la seguridad pública debe abarcar no sólo la fuerza, la táctica y la estrategia, sino también un esquema ideológico como base y sustento, aunado a una clara conciencia de sus propios límites: los derechos y las libertades de la colectivid­ad. Un esquema de seguridad sin una ideología socialment­e incluyente que lo soporte es un auténtico caballo desbocado, frente al cual todos corremos riesgo. Y vaya que ya vivimos una experienci­a reciente de ese tipo, de cuyos efectos no queremos ni acordarnos. Fueron muchos los muertos en esa “guerra” sin ton ni son.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico