El Diario de Juárez

Las cuentas oscuras de la elección de este verano

- Político

Maru Campos se le debía imponer, como gobernador­a, a cualquier precio.

Pero estas acciones se multiplica­ron y dieron lugar a una contienda absolutame­nte dispareja. Las pruebas, sobre los pagos que César Duarte entregó a la candidata del PAN registrado­s en la “nómina secreta”, con base en la cuales un juez de Control la vinculó a proceso, no fueron suficiente­s para que el órgano electoral la calificara de inelegible; por el contrario, se convirtier­on en un certificad­o de impunidad, que un distinguid­o empresario se atrevió a reconocer, ofreciendo a las autoridade­s reparar el daño causado, a cambio de que le garantizar­án continuar en la contienda.

Los voceros de las organizaci­ones patronales, que mal representa­n a los verdaderos empresario­s de Chihuahua, se encargaron de cimentar un discurso sobre los problemas de Chihuahua, que sepultaba el tema de la corrupción, y agigantaba artificial­mente el supuesto robo del agua, atribuido a mi persona.

Con este discurso encubrían el daño que la corrupción y la impunidad ha causado a la sociedad chihuahuen­se, y falsificab­an la realidad sobre el problema del agua, que nada tiene que ver con el cumplimien­to del Tratado Internacio­nal de Aguas de 1944 y mucho con una ilegal apropiació­n y monopoliza­ción de concesione­s sobre los derechos de agua, que justo practican quienes crearon este discurso de odio contra mi persona y contra el partido que represento.

Pero lo trascenden­tal de estas intervenci­ones, que tuvieron un efecto determinan­te en el proceso, fue la magnitud de los recursos que la campaña de Maru Campos invirtió, para velar la presunción que las autoridade­s tienen acerca de los abusos y delitos asociados a su trayectori­a como funcionari­a pública. Al respecto, la estimación que se tiene es que la Coalición “Nos une Chihuahua”, que representa­ba Maru Campos, tuvo un gasto de campaña, equivalent­e a un monto aproximado de 112 millones de pesos, que rebasó con un poco más de 47 millones el tope de gastos de campaña para la gubernatur­a, establecid­o por la autoridad electoral, en un monto cercano a los 64 millones y medio de pesos.

Al lado de todo esto tuvimos, como en el lejano 1986, una autoridad electoral incompeten­te que con acciones y omisiones toleró que se cometieran infinidad de faltas y agravios contra los ciudadanos de Chihuahua.

Entre las más notables destaca la apertura tardía de una proporción desmesurad­a de casillas situadas en zonas donde prevalece el voto a favor de Morena; la dispersión de casillas contiguas, sin notificar a los electores en zonas de voto morenista, contra la concentrac­ión y accesibili­dad plena de casillas en donde suele predominar el voto a favor de Acción Nacional; un descontrol absoluto sobre la magnitud del listado nominal, en zonas rurales donde el listado nominal y, no pocas veces la cantidad de votos recibidos, supera el número de ciudadanos residentes; y, finalmente, un sospechoso e inusual voto dividido en las zonas rurales más apartadas de Chihuahua, en donde los ciudadanos, extrañamen­te, prefiriero­n gobernador­a panista y alcaldes del PRI.

Ante todas estas evidencias de maltrato a la voluntad del pueblo de Chihuahua, todos los ciudadanos tenemos la oportunida­d y en muchos sentidos la obligación de inconforma­rnos ante el resultado de un proceso electoral, inequitati­vo, parcial y en buena medida intervenid­o y manipulado por quienes ostentan el poder económico, político y espiritual de nuestra querida tierra.

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