El Diario de Juárez

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES Adivina adivinador

- Armando Fuentes Escritor

Ciudad de México—

Una pareja de jóvenes esposos no armonizaba bien en la cama. Acudieron a la consulta de un terapeuta sexual, quien después de hacerles algunas preguntas generales, e informarle­s el monto de sus honorarios, le dio a cada uno un lápiz y una hoja de papel y les pidió que escribiera­n un breve texto en el cual apareciera­n las palabras “amor” y “sexo”. La muchacha escribió: “El amor es un sublime sentimient­o que une a dos almas y las lleva a inefables regiones del espíritu. El sexo es la maravillos­a vía que el Creador mostró a la mujer y al hombre como medio para perpetuar el prodigio de la vida y hacer de los dos un solo cuerpo y una sola alma. Cuando en el matrimonio el sexo se hace con amor los esposos alcanzan una perfecta plenitud extática que con palabras no se puede describir”. El muchacho escribió: “Siento amor por el sexo”. La maestra le preguntó a Pepito: “Si pongo tres huevos en una canasta, y cuatro en otra, ¿cuántos huevos tengo en total?”. Respondió Pepito: “Primero quisiera ver cómo pone los huevos”. La bella domadora, ataviada sólo con un minúsculo bikini, entraba en la jaula donde un feroz león africano rugía amenazante. Alzaba ante él su látigo y la fiera, dominada por el valor de la audaz artista, se postraba ante ella y le lamía mansamente todo el cuerpo. El director de pista del circo preguntó en el micrófono: “¿Habrá alguien del público que se atreva a hacer esto?”. “¡Yo! –se levantó un sujeto–. Nomás primero saquen al león”. Si alguno de mis cuatro lectores debe hacer un trámite a partir de mañana, y hasta el fin de semana, en alguna dependenci­a municipal, estatal o federal controlada por Morena, absténgase. Todos estos días los funcionari­os y empleados al servicio del Caudillo estarán ocupados en allegarle –acarrearle– gente para su marcha del próximo domingo. Más falsa que un billete de 3 pesos será esa manifestac­ión de López Obrador ordenada por López Obrador para López Obrador. Mucho dinero costará al país tal farsa, a la que pocos asistirán por convicción y la inmensa mayoría por obligación. Los organizado­res de la inútil comedia mienten y se mienten. Quien es engañado por otro merece el nombre de incauto. Quien se engaña a sí mismo se hace acreedor a otra palabra muy distinta, pero que tiene el mismo número de letras. Adivina adivinador. La esposa de Astatrasio Garrajarra, el borracho del pueblo, le afeó su conducta de ebrio consuetudi­nario. El temulento le pidió que probara la bebida con que se embriagaba, un soyate o marrascapa­che de lo peor. Ella le dio un pequeño trago a aquel mefítico brebaje e hizo luego un gesto de asco. “¿Lo ves? –le dijo Garrajarra–. No es tan fácil”. (A este briago lo amonestó cierto día el padre Arsilio, bondadoso cura del lugar. “Hijo mío –le advirtió–, el alcohol te está matando lentamente”. Replicó el borrachón: “No llevo prisa, padrecito”. Otro día su santa madre le rogó gimiendo: “Ya no tomes, por el Sagrado Corazón”. “No, mamita –le aseguró Astatrasio–. Ahora estoy tomando acá por el rumbo de la Medalla Milagrosa”). El orgulloso papá le mostró a un amigo a su hijo recién nacido. Le dijo, feliz: “¡Tiene la misma nariz de su padre!”. “Qué bueno –comentó el amigo–. A lo mejor con ese dato lo puedes localizar”. Don Minucio estaba desahogand­o una necesidad menor en el baño del restorán. Entró apresurada­mente un hombrón de alta estatura y musculosa espalda y procedió a hacer lo mismo al lado del pequeño señor. Exclamó con alivio el recién llegado: “¡Uf! ¡Apenas la hice!”. Le pidió tímidament­e don Minucio: “¿Podría hacerme a mí una igual?”. FIN.

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