El balón que nos une
Ayer empezó el mundial de futbol. No haré ni reseñas, ni crónicas del juego inicial. De ninguno. Me gustaría tener esa virtud y envidio a los cronistas deportivos porque poseen esa habilidad para meternos en la cancha y emocionarnos al máximo.
Le confieso que no soy aficionado al futbol. Entiendo poco y discuto menos cuando de hablar de ese deporte se trata. Escucho a mis amigos que tienen en la memoria goles, jugadores, fechas, partidos… pero me declaro ignorante de tan milenario juego.
Lo único que sé es que hay seguidores de todos los equipos: americanistas de corazón, necaxistas, aficionados al Cruz Azul, fans de los Indios de Juárez o enamorados de los Pumas. Respeto todas las aficiones porque, dicho de una forma muy simple, cada quien puede tener sus preferencias, pero cuando se trata de un equipo representativo, se deja a un lado esa pasión de colores para sumarse al que tiene el sello de todos.
No soy fan de ningún equipo -ya lo dije-, pero cuando juega la selección mexicana, entonces ahí sí: desde lejos, en una pantalla de televisión, grito y me emociono, me entristece ver el balón dentro de la portería nuestra y me llena de orgullo cuando alguno de los jugadores mexicanos mete el gol al adversario.
Decía al principio que ayer empezó el mundial de futbol. México va a jugar el martes 22 a las 9 de la mañana y estoy seguro que le apostamos a nuestro equipo. La selección mexicana ha participado en todos los mundiales desde 1994 y llegó, en varias ocasiones, a octavos de final, pero no ha alcanzado a jugar el quinto partido.
Según el calendario de Catar, México jugará mañana contra Polonia, luego regresa a la cancha el sábado 26 contra Argentina, a las 12 del día; el miércoles 30 de noviembre se va a enfrentar a Arabia Saudita, también a medio día y de ahí veremos si va a los octavos de final. Pero estoy totalmente seguro que la afición mexicana estará con el corazón y el ánimo de ver a su equipo avanzar. Eso queremos todos, sin excepción.
Es un juego, pero en cada futbolista de la selección, están los colores de México y como tal, con ese signo de respeto y admiración a la Patria, todos queremos que ganen. Nos une ese sentimiento de solidaridad. Nos agrada ver la bandera de nuestra nación en otro país, compitiendo, intentando el triunfo, haciendo el mejor de los esfuerzos para ser el orgullo de todos.
Y estoy seguro de que así como lo haremos los mexicanos, en otras latitudes se vive y se siente lo mismo por la selección de cada territorio del planeta. ¿Se da usted cuenta de que por 28 días, millones de personas estaremos atentos al desarrollo de cada equipo? ¡De nuestros jugadores!
Podemos tener diferencias políticas, ideológicas, religiosas o de cualquier tipo, pero, curiosamente, un balón nos une. No es broma, ni una comparación peyorativa. Nos une un balón y once jugadores que durante 90 minutos se la van a rifar por meter goles… por ganar.
México es solidario por naturaleza. Nos distingue ese sentimiento por las causas nobles. Nos unimos en las tragedias, más que en cualquier otra cosa. Incluso en otras naciones nos reconocen por ser eso: un país solidario. A lo largo del año los torneos de futbol dividen a los aficionados que apoyan a sus respectivos equipos, pero cuando va la selección, entonces se olvidan colores y logotipos para convertirnos en uno solo.
¿Se habría imaginado Charles Goodyear que al descubrir la vulcanización del caucho y crear, en 1855, el primer balón para el futbol moderno que su invento iba a unir voluntades en el mundo? No estoy seguro. En el año 1400 a.c., ya en el Antiguo Egipto, los niños jugaban con una especie de pelota elaborada con caña, papiro, madera y marfil. Sobre la misma época, en la Antigua China se practicaba un juego con una pelota.
No vamos a citar todos los orígenes del balón -que sería genial retomarlo en otro artículo-, porque nos llevaría un buen espacio. Lo importante es que, a propósito de que ayer inició el mundial de futbol, México es un país de contrastes, pero nos unimos cuando se necesita y aunque no estamos cerca de los jugadores ni todos somos entrenadores, le apostamos a la selección mexicana.
A partir de mañana, estoy seguro, un balón nos une a niños, niñas, adultos, abuelos, chicos, grandes, gordos, flacos, estudiantes, profesionistas, americanistas, cementeros, diablos rojos, dorados, amas y papás de casa, policías, comerciantes, empresarios, políticos, panistas, morenistas, perredistas, verde ecologistas, priistas…
Al menos, durante 28 días, estaremos todos unidos en algo. Al menos en eso: en un balón en la cancha de nuestra selección mexicana. Cuando menos en eso estaremos juntos. Al tiempo.