Preguntitas a la historia
En una semana y media se conmemorará un aniversario más de nuestra ciudad, es así que muchos de los eventos que se realicen alrededor de este onomástico se relacionarán con la historia. De tal manera, veremos muchas formas de abordar el devenir de nuestra comunidad, habrá quienes sean más optimistas, o quienes se posicionen más críticamente.
La nostalgia, el recuerdo, la memoria y el olvido sobrevendrán sobre todo en quienes han visto las varias transformaciones de nuestras calles, edificios y costumbres. Pero algo habrá de común en ese pensar Ciudad Juárez, pasado y presente se manifiestan como una relación insustituible para entender quiénes somos, dónde estamos y hacia dónde vamos.
Por tal fecha especial quiero poner sobre la mesa la importancia de estudiar la historia. Y no hablo de convertirnos en doctos de la región para dar cursos en prestigiadas instituciones. No, más bien el asunto va encaminado a poder encontrar en la historia un refugio para nuestras preguntas.
Porque la historia no es fuente de “Verdad”, así con “V” mayúscula, al contrario, es fuente de preguntas inacabadas, con múltiples probabilidades y varias dimensiones incluso. Y vaya que la historia tiene muchas funciones, pero hoy me quiero enfocar en su relación con nuestro presente.
Estudiar sobre la coyuntura regional actual es igual de complejo que enseñarla, es así que maestro y alumno se embarcan en una aventura por el río del conocimiento para tratar de llegar a buen puerto.
Este reto para la educación no solo debe limitarse a la educación universitaria sino que debe empezar a plantearse la enseñanza del tiempo presente desde la educación básica, en las calles y espacios púbicos. Esto va contrario a la actual educación bancaria donde el estudiante es una alcancía que se rellena con conocimientos preconcebidos, sin ninguna especie de crítica.
Definitivamente para lograr entender el funcionamiento de nuestra realidad, o realidades, es necesario un pensamiento crítico. Tal se puede entender como la generación de preguntas sobre el objeto de estudio, esto para buscar respuestas que contribuyan a la construcción, o deconstrucción, del conocimiento.
En ese punto creo que el conocimiento no debe girar solo en torno a la respuesta o a la “Verdad”, sino al cuestionamiento y búsqueda de nuevos caminos del pensamiento para llegar a conclusiones siempre falibles.
Así, podría proponer para la estimulación del pensamiento crítico el estudio de la historia desde temprana edad, pero como mencioné arriba, centrándose en las preguntas, en la curiosidad natural del ser humano. A su vez se debe tomar en cuenta que la historia no se reduce a lo sucedido hace cien años o más, la propia historia nos atraviesa día con día.
Por lo tanto la reflexión debe versar en términos de memoria, identidad e incluso del olvido. Que temas como la migración, la violencia de género, la represión, pero también la resistencia, sean parte clave para ser capaces de poder pensar en nuestros propios términos.
Actualmente la historia debe ser una herramienta que invite a la acción política. Y esto no tiene nada que ver con partidos o candidatos, sino con la actuación de la ciudadanía dentro de las decisiones de una colectividad.
Porque si algo nos ha enseñado la historia es que las cosas están en constante cambio. No vengan con el cuento de que Ciudad Juárez no tiene una posibilidad de transformarse. La historia nos marca los senderos y hay varios buscando una ciudad mejor.
Nuestra Ciudad necesita pensarse en términos históricos, pero no solamente en la erudición de fechas y personajes. Sino en el pensamiento donde la reflexión nos provoque cuestionarnos sobre temas que nos involucran como comunidad.
Juárez tiene una memoria que merece ser repensada para poder actuar también en términos políticos. Así, la historia se inserta en formación de personas políticamente activas que saben que la realidad se puede transformar. Y eso comienza con una pregunta.