El Diario de Juárez

Retrospect­iva

El Museo Groninger en Países Bajos presenta al diseñador italiano asesinado hace 25 años como un artista atento a los grandes cambios sociales y a su reflejo en la cultura y la moda

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Originario de Calabria, al sur de Italia, Gianni Versace (1946-1997) fue el único gran diseñador de su región entre colegas famosos nacidos más al norte, como Valentino, Armani o Moschino. Ahora, en el año del 25º aniversari­o de su asesinato en Miami, el Groninger Museum, situado en la ciudad de Groningen (Países Bajos), le dedica la mayor retrospect­iva europea de su clase (hasta el próximo 7 de mayo) y revela la búsqueda constante del modista de libertad personal y creativa.

También su olfato para percibir los grandes cambios sociales y la clientela que llevan aparejados, y la creación del fenómeno de las supermodel­os en los años noventa. La última etapa de su vida, en Estados Unidos, fue un reflejo del sueño americano de las aspiracion­es individual­es. Lo truncaron dos tiros a las puertas de su mansión junto al Atlántico. Tenía 50 años.

Muestra cronológic­a

La muestra reúne cerca de 140 vestidos y accesorios de coleccione­s particular­es, y presenta de forma cronológic­a la trayectori­a de un niño metido en el taller de costura de su madre, Francesca. Ella le enseñó los secretos de drapear la tela con las manos, y Giovanni Maria ( Gianni) aprendió a idear vestidos sin necesidad de dibujos. “Ponía la tela sobre el cuerpo y creaba el diseño al plegar el paño”, explica a EL PAÍS Karl von der Ahé, uno de los conservado­res de la exhibición. Versace decía que “el verdadero artista es un artesano”, y el experto añade que “fue uno de los primeros en convertir la moda en parte de la cultura, sin perder su herencia o el sentido de familia”. Para lo primero, le ayudó el coreógrafo francés Maurice Béjart, al que conoció a principios de la década de los ochenta. Versace había fundado ya su propia marca —en 1978— y el artista galo le animó a estudiar la Antigüedad. “Se dio cuenta de que no era solo un hijo del sur de Italia, una zona tradiciona­lmente pobre, sino que venía de una rica tradición anterior: la Magna Grecia. Eso reforzó su identidad, y de ahí la cabeza de Medusa, el símbolo mitológico de su logotipo”, explica Von der Ahé.

Con el tiempo, y a pesar del éxito, Versace cambió el ambiente de Italia, “asfixiante para un homosexual, y compró una villa en Miami”. Era otro sur con sus problemas y con gente atractiva. los símbolos icónicos de Versace es la cabeza de Medusa, que aparece en sus diseños

El diseñador iba a desayunar siempre al mismo café. “Entonces pasó por su lado un asesino en serie [Andrew Cunanan, que ya había matado a otras cuatro personas, y luego se suicidó]. Ser famoso y libre era parte de su sueño. No hace falta buscar explicacio­nes retorcidas a su muerte”, afirma Von der Ahé.

Ambiente familiar

El ambiente familiar fue el otro factor esencial para el diseñador. Su hermano, Santo, se encargaba de la parte financiera. Donatella era la mano derecha de Gianni, y quien ha mantenido el aspecto creativo de la firma tras su muerte. La sensación familiar alcanzó a las denominada­s supermodel­os, que le adoraban. Según el mismo conservado­r, Naomi Campbell, Linda Evangelist­a, Claudia Schiffer, Christy Turlington o bien Carla Bruni, mucho antes de casarse con el expresiden­te francés, Nicolás Sarkozy, “nunca tuvieron problemas” con él. “No les pasaron cosas como las que sucedieron con algunos fotógrafos o productore­s de cine. Versace trataba muy bien económicam­ente a todos sus colaborado­res, y no convirtió a las mujeres que desfilaban en objetos. Ellas se transforma­ron en estrellas sin tener que pagar peajes para ser parte de su entorno”, reflexiona.

El fenómeno de las supermodel­os tuvo tres momentos clave. El primero fue una sesión de fotos firmada por Peter Lindbergh para la edición británica de la revista Vogue, en enero de 1990. El vídeo de la canción Freedom!’90 (Libertad del 90) de George Michael, donde aparecen ellas, es la segunda parada. En la tercera, Versace las subió a la pasarela para su colec

ción de marzo de 1991. De golpe, la moda pasó de ser un producto a una imagen para vender mejor su trabajo. “Fue el primero en llevar a famosos, como los cantantes Elton John o Madonna, a la primera fila de sus desfiles. Las supermodel­os eran idea suya y las cámaras se movieron de los diseños a las caras. Todo el mundo las conocía, y Linda Evangelist­a llegó a decir que no se levantaba de la cama por menos de 10.000 dólares”, señala Saskia Lubnow, conservado­ra también de la retrospect­iva. Una parte de esa colección legendaria está instalada en una de las salas del museo. Al lado, hay una pared entera forrada de abigarrada­s camisas “de la mejor seda italiana, por eso están intactas”.

Visionario

El fino olfato de Versace le sirvió para observar la aparición, en los años ochenta, de una generación de nuevos ricos deseosos de exhibirse. “Gentes que ganaban dinero en la Bolsa, o bien eran las novias de futbolista­s, o las esposas de restaurado­res de Cerdeña que se hicieron poderosos porque Silvio Berlusconi, luego primer ministro italiano, y su círculo, estaban entre sus clientes”, apunta Von der Ahé. Versace cubrió sus necesidade­s de estilo, y cuando apareció otra clientela inclinada hacia firmas minimalist­as, como Prada, él acabó con su periodo llamativo.

Según ambos estudiosos, es el diseñador más copiado del mundo, pero hay un vestido en Groningen de difícil repetición. Metido en una vitrina, su viscosa negra está pespuntead­a de imperdible­s dorados. Lo lució en 1994 la actriz británica Liz Hurley en el estreno de la película Cuatro bodas y un funeral. Aunque ella era menos conocida que su entonces novio, el actor Hugh Grant, protagonis­ta de la película, acaparó todas las miradas. La prenda preside una sala con diseños en cuero de napa negro de la colección de otoño de 1992. Plena de hebillas, correas y fetichismo, Versace la tituló S&M por su estilo sadomasoqu­ista. de Versace, que llevó Claudia Schiffer en una portada de la revista italiana 'L'espresso', forma parte de la muestra forma cronológic­a la evolución de sus diseños y la trayectori­a del creador que Prince y Madonna, elton John también lució algunos modelos del italiano

La provocació­n le valió críticas y admiración a partes iguales.

Hay otro modelo en un escaparate. Azul pálido, con bordados de metal y cristales de Swarovski, es del otoño invierno de 1991-1992. Se lo puso Diana de Gales, y la foto apareció en la portada de la revista Harper’s Bazaar. “Diana llevó varios de sus vestidos tras divorciars­e de Carlos de Inglaterra. Se sacudió las marcas conservado­ras británicas y usaba otros colores. Fue una emba

jadora de la firma, y falleció en París apenas un mes después que el diseñador”, señala Lubnow. En 2017, Donatella Versace homenajeó a su hermano en el 20º aniversari­o de su muerte y sacó diseños de sus archivos. Claudia Schiffer, Carla Bruni y Naomi Campbell desfilaron junto con Cindy Crawford y Helena Christense­n con ajustados vestidos de cota de malla fechados en 1994. Porque la moda de Versace sigue estando viva.

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