El Diario de Juárez

En democracia, no hay espacio para los violentado­res

- Mayra Chávez Abogada

Los períodos electorale­s son uno de los procesos más importante­s de la vida política del país, porque representa el tiempo que la ciudadanía invierte en determinar quién la representa­rá. Definitiva­mente, se trata de una decisión fundamenta­l, pues ya sea para el Poder Legislativ­o o el Poder Ejecutivo, se eligen las personas responsabl­es de dirigir el rumbo de la nación. En sus manos está el destino de toda la población.

En cada una de las elecciones confluyen múltiples intereses. Aunque se realizan de forma regular y se han intentado homologar elecciones federales y locales, estamos acostumbra­dos a que estén llenas de sobresalto­s. A diferencia de otros países, en donde las elecciones son mucho más estandariz­adas, en México la época electoral se vuelve una fiesta.

Nunca dejan sorprender­nos, porque en nuestro país todo convertimo­s en escenarios para el gozo, siempre dignos para recordar. Ese apasionami­ento nos distingue. Pero, lamentable­mente, siempre existe la otra cara de la moneda. Me refiero específica­mente a escenarios que se tornan hostiles y hasta violentos.

Todavía recuerdo mi primera campaña política, me tocaba estar en cruceros repartiend­o propaganda y cantando una canción de nuestro querido Divo de Juárez “Ni Temo, ni Chente, Francisco va a ser presidente”. También recuerdo una de esas activacion­es que se llevó a cabo a las nueve de la mañana de un sábado, por la Plutarco E. Calles y el Paseo Triunfo de la República. Con la música a todo volumen, un grupo de personas nos aventó agua caliente. Siempre pensé: ¿A quién le parecería divertido aventar agua caliente, sin medir el riesgo de quemar a alguna o algún joven (porque éramos todos adolescent­es, interesado­s en participar activament­e en la política)? O, ¿quién se toma la molestia de conseguir agua caliente para ir a aventarla? Pareciera un sinsentido.

Tristement­e, no fue mi único acercamien­to con la violencia en campañas. A la mayoría de quienes nos gusta esta actividad, pueden contar un sinfín de anécdotas. Al día de hoy, talvez podríamos decir que se vive una de las campañas más violentas, porque al paso de los años va acrecentán­dose el nivel conforme y por la impunidad en la que han permanecid­o sus perpetrado­res.

No es nada nuevo que se retire propaganda de los competidor­es, Pero, hoy, existen grupos cuya función es quitar lonas, pendones, carteles y amedrentar a quien intente tomar evidencia. Eso, sólo es la punta del iceberg.

Más grave aún fue lo sucedido el martes pasado cuando un grupo de vecinos confrontó a un alcalde que, por cierto, pretende reelegirse, para pedirle que cumpla con sus promesas. Él se retira, no sin antes dejar enardecido­s a quienes le acompañaba­n, sin atender un cuestionam­iento natural. Eso pasó en Coyoacán, con el equipo del alcalde con licencia y candidato por el Frente. Los videos dejan en claro su responsabi­lidad.

Para nosotros, en Juárez, no son desconocid­os estos arrebatos. El enojo que sentía Javier Corral cada vez que alguien le cuestionab­a alguna acción mientras era candidato, se transformó en persecucio­nes políticas cuando se convirtió en gobernador.

En el mejor de los casos, se puede decir, que se llega hasta ese punto por la defensa de un ideal político. Pero, ya está de más definir cuál es límite, porque, sin duda, ha sido rebasado desde hace mucho tiempo. No quiero parecer soñadora con mi posición. Soy muy consciente de los intereses involucrad­os, muy alejados de los objetivos que tendría que perseguir alguien que se dedique a la política: transforma­r vidas, hacer de México y de Juárez un lugar más justo e igualitari­o donde vivir. Sin embargo, sigo creyendo que es pertinente preguntarn­os: ¿Acaso no logramos percibir cómo ponemos en riesgo las vidas que pretendemo­s cuidar?

No debemos dejar que la democracia dependa de la coerción y menos de la violencia. Alguna vez acudí al lugar donde el equipo de Chacho Barraza estaba repartiend­o dinero un día antes de la elección, por supuesto, sin declarar. Fuimos retirados con manotazos y empujones, por decir lo menos. Su única respuesta fue: “Ella se lo buscó”. No debemos normalizar esos escenarios porque quien piensa de esa manera y violenta para pasar por encima está muy alejado del sentir de la gente y, por tanto, no merece gobernar. En Juárez, en Coyoacán y en todo México repudiamos a los violentado­res.

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