De la violencia cultural a la cultura del cuidado
Las personas podemos cambiar. Las comunidades y las culturas, también. Aun cuando haya hábitos y costumbres que estén muy arraigadas en nuestra cotidianeidad, es posible lograr transformaciones positivas que nos permitan vivir mejor.
Una de las mayores complejidades a las que nos enfrentamos cuando hablamos de violencia y paz, es que lo difícil que resulta transformar estructuras sociales y culturales. En la actualidad, vivimos en sociedades en las que no logramos el pleno reconocimiento de la dignidad humana lo cual ha generado un espiral global de violencia que impacta de forma negativa, prácticamente, a todas las personas que habitamos el planeta. La violencia nos ha alcanzado, directa o indirectamente, a todas y a todos. Esto ha provocado que, en muchas ocasiones, actuemos a través de actitudes más relacionadas con el miedo y la destrucción como premisas de la convivencia humana, por encima de la compasión, de la solidaridad o del amor.
Lo anterior, más que asustarnos o desesperanzarnos, debe convertirse en un aliciente para que las personas busquemos construir un mejor presente a partir del anhelo de paz y a partir de nuestras capacidad resilientes y transcendentes.
La invitación es a, en primer lugar, reconocer que nuestras vidas cotidianas pueden estar impregnadas de aspectos que culturalmente pueden ser violentos. Retomo las ideas de Galtung (1996) en las que define la violencia cultural como “… aspectos de la cultura, la esfera simbólica de la existencia que puede ser usada para justificar o legitimar la violencia directa o estructural”. Nuestras palabras, nuestros actos, nuestras creencias, algunas expresiones artísticas, tradiciones y costumbres pueden tener contenidos simbólicos violentos que, al usarse de forma constante, aunque, en el fondo, agredan o discriminen a alguna persona o varias. Hay palabras o frases que tienen un contenido violento y que se enraízan en aspectos culturales muy profundos que, en lugar de favorecer la compasión o la tolerancia, enfatizan la culpa y el miedo. Estas formas culturales se han empleado en el pasado y siguen utilizándose en el presente, para hacer que la violencia se perciba como algo correcto o menos malo.
Ante la cultura de la violencia se han planteado diversas aproximaciones para transformarla con mayor o menor éxito e impacto. Durante las recientes décadas, Leonardo Boff, un teólogo, filósofo, escritor, profesor y ecologista brasileño ha propuesto la “Ética del cuidado” (EC). La EC propone una actitud ante sí mismo y ante el mundo como respuesta a la destrucción ecológica, a la injusticia y ante la indiferencia. Esta actitud implica la responsabilización y el compromiso con las otras personas, especialmente, a través del respeto y de la reciprocidad.
La EC, subraya el altruismo y la confianza como fundamentos de nuestras relaciones personales y sociales, para que logremos superar la explotación (de personas y de recursos) y cuidar la dignidad. No debe entenderse como un rechazo elemental al gusto, al placer e, inclusive, al consumo. Pero sí como una llamada a encontrar una justa medida que permita una relación sostenible a partir de la optimización de bienes. Boff llama “Ternura vital” a una compasiva forma de ser frente a las situaciones que complejizan nuestra existencia. Así como podemos responder culpabilizando a una víctima, también podemos responder con solidaridad y cuidado.
La EC propuesta por Boff es una alternativa ante la destrucción planetaria, la injusticia social y ante la alienación humana, que nos invita a recuperar lo esencial de nuestra vida a través del respeto y cuidado de sí, de las otras personas y del medio ambiente.
Si entre todas las personas nos cuidamos, podremos transcender el miedo para convertirlo en amor y solidaridad. Dos valores necesarios para la paz.
Cultura por la Paz es un proyecto de El Diario de Juárez en alianza con el Tecnológico Nacional de México, campus Juárez; el Comité de Pacificación y Bienestar Social (Copabis), y el Centro Familiar para la Integración y Crecimiento A. C. (CFIC).