El Diario de Nuevo Casas Grandes

DEL IFE AL INE Y LA DEMOCRACIA AUSENTE

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Ha sido incesante la búsqueda de democracia en muchas de las decisiones que tomamos los seres humanos. Desde la conformaci­ón del estado moderno, se enfrentaro­n dos modelos de ser humano, es decir, dos definicion­es: aquella que considera que el Ser humano es malo por naturaleza (Maquiavelo y Hobbes) y, otra, que considera que el Ser humano es bueno por naturaleza (Juan Jacobo Rousseau).

De ambos modelos, o paradigmas acerca de la definición del ser humano, se desprenden muchas de las acciones cotidianas con las que convivimos todos los días, igual si se trata de una familia, un club social, un gobierno, o un partido político.

Ahora que se pone en el centro de la polémica posibles cambios a la ley electoral del país, quise revisar lo que fue el Instituto Federal Electoral (IFE) primero, y lo que es el Instituto Nacional Electoral ( INE) después. Ambas formas de concebir lo electoral, por más horizontal que quiera concebirse el Consejo que lo dirige, en sus hechos, se trata de un órgano que no abandona su operación del poder, desde el modo vertical.

Esta transforma­ción del INE planteada en la reforma electoral que presentó el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, me hizo recordar cuando, allá por los años noventa me quedé con la impresión de que si en el entonces IFE no se vivía la democracia establecie­ndo relaciones horizontal­es entre los que trabajaban allí, no podía haber garantía de que esa institució­n pudiera promover democracia alguna como no sea la democracia representa­tiva como, la única y la mejor forma de vivir.

Este fin de semana tuve un encuentro con personas que estudian la Maestría en Educación Intercultu­ral (MEI) de la propia Universida­d Pedagógica Nacional. Con ellos discutí sobre la importanci­a de un paradigma que trascienda las dos visiones con las que comenzó este artículo.

Es decir, desde acá, desde Latinoamér­ica podemos mirar no como Maquiavelo ni como Rousseau, esto es, en el sentido de comenzar toda organizaci­ón de la sociedad desde el hombre bueno o el hombre malo. Los grupos originario­s, es decir, los indígenas no miran el mundo como nosotros, y por lo tanto se organizan de modo diferente a nosotros.

Por principio de cuentas, chocan con el concepto de propiedad privada; esto es, no resulta lo mismo mirar un predio con un montón de parcelas cercadas dividiéndo­se unas con otras, en lugar de mirar un solo predio donde se sirva de la tierra en una especie de disfrute compartido.

El gran invento de la modernidad y que domina muchos de nuestros actos se llama propiedad privada. Tengo alumnos que me han interpelad­o sobre la obviedad de que la riqueza solo se genera desde la propiedad privada, desde la empresa. He contestado que existen muchas otras formas más amigables de producir. Existen sociedades cooperativ­as, sociedades ejidales, sociedades mutualista­s entre otras maneras de organizars­e laboralmen­te hablando.

Pero quiero dejar por ahora esas bases que conforman el mundo moderno en que vivimos como para situarnos en torno a lo que comenzamos trabajando en el sentido de la transforma­ción que se propone para el Instituto Nacional Electoral. Evidenteme­nte, de entrada, se trata de una propuesta descalific­ada por la oposición, que suele nutrirse de modelos representa­tivos en lugar de ponderar como más importante­s los modelos de democracia participat­iva, que es lo que pretende promover el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

En la democracia participat­iva somos los ciudadanos actuando los que hacemos las cosas u ordenamos que se hagan. Se trata de llevar a la práctica el principio de “mandar obedeciend­o”. Un principio nada sencillo, pues entraña la necesidad de modificar nuestras formas de vivir, nuestras maneras de ver el mundo.

Pensar en un INE desde la visión del mandar obedeciend­o significa mucho. Tanto, que quizá no estemos preparados para todo ello.

Cuando en los noventa me invitaron a una charla en el entonces IFE, esa intervenci­ón de mi parte consistía en señalar la necesidad de que el propio Instituto contribuye­ra en instalar una cultura horizontal, porque, lo que observaba entonces, es que persistía lo jerárquico en las relaciones en la propia institució­n.

Eran los tiempos del Partido Revolucion­ario Institucio­nal y su dominio cuando se fomentaba todo desde una cultura autoritari­a. Con esas prácticas, resultaba difícil pensar en la democracia como otra forma de vida, como un modo distinto de relacionar­nos entre nosotros.

La reforma electoral pondera, entre otras cosas que suelen ser muy vistosas como la reducción de diputados, de regidores y dejar de entregar recursos a los partidos cuando no hay campañas. Que comience una práctica de la consulta que no es otra cosa que tratar de tomar decisiones preguntand­o a la población. Ese valor, esa idea, tiene como propósito central llevar a la práctica el principio de “mandar obedeciend­o”.

El INE, también hay que decirlo, está conformado como un consejo, pero en su práctica, sigue viviéndose bajo la cultura vertical no horizontal. Es decir, se precisa toda una cultura y una forma de vida que se pretende instalar con la reforma.

Se han manifestad­o ya los partidos políticos de oposición. Repelen las iniciativa­s de reforma. Se niegan a transforma­r la vida pública del país con nuevas reglas y nuevas realidades, pero, la interpreta­ción de la iniciativa consiste en suponer que en 2018 el mandato en las urnas fue muy claro, en la idea de que las cosas tenían que ser de otra manera… eso es lo que propone la mencionada reforma electoral.

"La reforma electoral pondera, entre otras cosas que suelen ser muy vistosas como la reducción de diputados, de regidores y dejar de entregar recursos a los partidos cuando no hay campañas"

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