El Diario de Nuevo Casas Grandes
HACER ECONOMÍA A LA MEXICANA
Soy de los que vivieron en su etapa de juventud la instalación de un modo de producción que pretendía ser grandilocuente, que quería seducirnos con sus grandes sueños de mirarnos habitantes de un mundo que se globalizaba. Se nos infundía en las escuelas que vivíamos la etapa del mercado, de las finanzas, de los grandes logros si sabíamos que debíamos comenzar por hacer chico al gobierno y dejábamos todo en manos de las empresas y de los privados.
Fue la etapa de Miguel de la Madrid en 1982 y Carlos Salinas en 1988. Me encontraba realizando mis estudios de licenciatura en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Iniciaba toda una forma de reconversión del país hacia la derecha que no es otra cosa que instalar toda una tendencia privatizadora tras propagar el engaño de que el libre mercado implicaba menos gobierno y más sociedad.
Las consecuencias luego de más de cuarenta años saltan a la vista. Tuvimos un país igual o peor de empobrecido, el gobierno se hizo chiquito y quedó postrado ante las grandes empresas y las enormes trasnacionales que no hicieron otra cosa que producir y producir para que todo se concentrara en unas cuantas manos.
Todavía hay muchas escuelas y universidades, sobre todo aquí en el estado de Chihuahua, que consideran que su función principal es producir los seres humanos que el mercado laboral requiere. Un señuelo, una engañifa, que, ahora sabemos, trajo consecuencias de más pobreza a partir de la desigualdad. Es decir, según los parámetros de los que aman la globalización, crecimos en productividad.
Sin embargo, ello no se reflejó en mejores condiciones de vida para millones de mexicanos.
Mientras eso ocurría, se instalaba toda una forma de pensar donde resultaba un aprendizaje saber que un gobierno pequeño podría representar bajo costo, y, por tanto, mejores condiciones para la economía de todos. Se nos decía que el gobierno obeso representaba un alto costo, pero que, en el sentido contrario ocurriría que la economía se fortalecería pues se dejaba toda la producción a la libre empresa, al gran potentado. Se llegó a hablar de la mano invisible del mercado .
Soy de los que creen que en 2018 se vino abajo todo ese andamiaje sobre el cual habrá la necesidad de seguir demoliendo. Las grandes verdades, los importantes axiomas de la globalización, está probado, no representan la solución que se dijo ofrecer. La desigualdad es alta y se manifiesta en la pobreza que generó el modelo.
Uno supondría que en las universidades y en los tecnológicos, podrían estarse mirando que se vive un parteaguas en este país y en el mundo. Lo que se dijo que era una verdad, ahora no florece, no representa un horizonte, es decir, resultó un modelo falso.
Este viernes, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador comenzó con un programa que puede parecer sencillo, incluso parecer poco, dada la importancia que representa lo que quiere solucionar. Se trata de generar una producción agrícola que propicie el autoconsumo, y que, de esta forma pueda mejorarse la economía. Es decir, mientras los neoliberales amantes de la globalización piensan casi siempre en la necesidad del mercado externo y la atracción de capitales extranjeros como su gran verdad, AMLO pretende generar economía desde la producción interna, casi artesanal, desde la cual, cada familia, pueda generar los productos que consume.
Ello me recordó la etapa de mi niñez cuando miraba a mi abuelo y a varios de mis tíos maternos vivir de la producción de sus parcelas y resolver su problema de abastecimiento de forma sencilla: produciendo ellos mismos lo que consumen con granos como el maíz y el frijol, indispensables casi en cualquier mesa de los mexicanos de clase media y de clase baja.
Como puede verse, esta nueva etapa en que entra la economía mexicana, justo ahora en que se vive un proceso de inflación que no es privativo de México, sino que se registra a escala mundial, resulta noble. Faltaría darle eficacia y reconocernos como lo que somos como sociedad, para decir no el sueño abstracto de creer que, sintiéndonos como parte de un mundo globalizado, vamos a encontrar las soluciones a nuestros problemas.
El mercado ahí está, pero no para operar en el predominio y sometimiento de lo político. La gran calamidad del país lo representa la serie de componendas que se dieron entre el poder político y el poder económico. Resultó que no se trataba de tener entre los ciudadanos a los mejores creadores y proveedores de productos, sino, evidentemente, se trataba de formar a traficantes de influencia que hicieron de los gobiernos sus pequeños cotos de poder desde dónde incidir para ganar, y suponer con ello, que de esa forma se crea la riqueza.
La propuesta de López Obrador iniciada este fin de semana que recién concluye, consiste en promover el autoconsumo entre los campesinos, es decir, que produzcan lo que necesitan para comer y resolver sus problemas de alimento. Es una forma de aplicar recursos en torno a un sector empobrecido, quizá uno de los más olvidados durante esta etapa del reino del mercado.
La propuesta es sencilla. México dio muestras de saber cómo salir adelante económicamente durante varios decenios alrededor de la mitad del siglo pasado. El crecimiento económico registraba cifras altas, nuestra economía resultaba sencilla. No se vivía este proceso globalizador, es cierto, pero tampoco se requería mucho, sólo ser uno mismo con los demás, para saber de lo que somos capaces como mexicanos y dar pie a lo que se denominó por varios decenios como 'el milagro mexicano'.
Se recuperan las principales virtudes de lo que somos como mexicanos. Se revaloran nuestras tradiciones. Atender la milpa, significa trabajar desde lo propio en función de lo poco que necesitamos. Dejar el campo al mercado globalizado implica de inmediato entrar en competencia con empresas trasnacionales que surten con granos modificados las mesas de muchos países; es decir, se piensa en el negocio; y, en un mercado libre, el pez más grande suele comerse al mas chico, de ahí la importancia de salirse completamente de esa lógica competitiva, de esa lógica de guerra.
En Chihuahua donde persiste el modo neoliberal en la política y en la economía, difícilmente puede entenderse ésto. Los agricultores aquí se miran como punta de lanza en la producción por su alto grado de tecnificación y de exigencia productiva, aunque ello signifique costos ecológicos irreparables como el alto consumo de agua que escasea de manera preocupante.
Ya antes, en una entrega anterior, sostuvimos que el campo chihuahuense necesita mirar al sur. Argumentamos que, como agricultura relativamente desarrollada, difícilmente puede entender a millones de campesinos mexicanos situados al sur del país. Allá cunde de manera más dramática la pobreza y eso hay que atenderlo.
Como en Chihuahua no suele comprenderse esa realidad, se reacciona diciendo que la Cuarta Transformación, es decir, que el gobierno de López Obrador no atiende al campo y que lo tiene absolutamente olvidado. En realidad, al campesinado chihuahuense le falta desarrollar valores como la solidaridad, la ayuda mutua y la cooperación, que nada tienen que ver con la competitividad a que están acostumbrados algunos como un valor de soporte a una economía supuestamente moderna y más universal.
La idiosincrasia de lo que somos suele imponerse en muchas de las cosas que solemos hacer. Nos dijeron que, si privatizábamos el sector energético, las cosas iban a mejorar ostensiblemente, que la explotación de un recurso como el petróleo podría significar un repunte económico como es el caso de Noruega donde se tienen recursos producto de reservas petroleras, que resuelven la seguridad de pensiones para tres generaciones por venir.
El problema, solía contestarme yo mismo, es decir, hacia mis adentros, es que no somos noruegos, esto es, no vivimos su cultura y no nos manejamos bajo sus valores. La comparación, por alejada y abismal, me parecía incongruente e inútil.
El propio Andrés Manuel lo dijo este viernes ante 14 mil agrónomos en Nuevo León: '¿Cómo hacerlo? Hay varias formas, si estuviéramos en los gobiernos anteriores, los agrónomos neoliberales, que son poquitos, pero sobre todo tecnócratas estarían pensando en la producción a gran escala, mecanizar la tierra, ararla, (usar) semillas mejoradas, aunque sean transgénicas, fertilizantes, aunque destruyen el suelo, mucho crédito y mucha corrupción. Sí. Hay que impulsar la producción comercial, pero vamos primero abajo, a que coman los que nos dan de comer. Vamos primero a ayudar a que produzcan los campesinos, los más humildes, los más pobres. Hay veces que ni siquiera se les toma en cuenta y menos se les ayuda. ( ) ahora es urgente, muy necesario, porque se está presentando un fenómeno de inflación, de carestía, están subiendo los precios de los alimentos y tenemos entre todos, y desde abajo, que hacerle frente a este desafío a este reto. Lo mejor es la producción, las naciones no salen adelante si no producen. Esa es la clave.'. Entre esas palabras se encuentra una política económica más nuestra, más desde aquí, desde lo que somos, de donde venimos. Es sencilla, pero me parece mejor que los grandes sueños de la gran producción para el mercado externo.'
La idiosincrasia de lo que somos suele imponerse en muchas de las cosas que solemos hacer