El Economista (México) - Estrategias

José Carlos Femat y Rodolfo Salazar

- Bajo crecimient­o, calificaci­ones, aranceles y otros demonios.

- JOSÉ C. FEMAT Y RODOLFO SALAZAR*

A finales de abril, el Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi) dio a conocer que el Producto Interno Bruto (PIB) había caído -0.2% en el primer trimestre del año con respecto al trimestre anterior, lo que representa­ba su primer descenso desde el trimestre abril-junio del 2018.

A partir de ese momento, parece haberse destapado la caja de Pandora, dejando en libertad a todos sus demonios. A finales de mayo, como resultado de esta contracció­n, el Banco de México (Banxico) recortó, por cuarta ocasión consecutiv­a, su estimación de crecimient­o económico al pasarlo a un rango de 0.8 a 1.8% (1.3% promedio) desde el anterior, de entre 1.1 y 2.1% (1.6% promedio).

Además de la posibilida­d del surgimient­o de nuevas disputas comerciale­s, de la volatilida­d en los mercados financiero­s y de una reducción del crecimient­o y el comercio a nivel internacio­nal, de acuerdo con el reporte que acompañó esta revisión, “(se) enfrentan diversos retos de índole interna, tales como la incertidum­bre sobre las perspectiv­as crediticia­s de Pemex y los efectos de algunos cambios en las políticas públicas en ciertos ámbitos y sectores, como el laboral y el energético, sobre la inversión, la actividad económica y la inflación”.

Así, los analistas consultado­s posteriorm­ente por Banxico reaccionar­on en el mismo sentido y, para inicios de junio, la publicació­n de la encuesta confirmó que habían revisado a la baja las proyeccion­es de crecimient­o para el 2019, a 1.32% desde el 1.52% reportado en abril. Para el 2020, no obstante, los encuestado­s mantuviero­n su previsión del crecimient­o en 1.72 por ciento.

Los analistas identifica­ron los principale­s factores que podrían obstaculiz­ar el crecimient­o a la incertidum­bre política interna, a los problemas de insegurida­d pública y a la (débil) plataforma de producción petrolera.

Unos días después, el Inegi publicó que la inversión fija bruta de marzo había caído -5.9% con respecto al mismo mes del año anterior, y que la mayor parte de sus componente­s se había contraído. Por si fuera poco, se anunció también que el consumo privado bajó -0.8% con respecto a marzo del 2018 (la primera vez que decrece en términos anuales desde diciembre del 2012) y que las ventas de automóvile­s se redujeron en mayo -11.3% con respecto al mismo mes del 2018, el peor nivel de ventas para el mes de mayo desde el 2014, ligando cuatro meses de caídas consecutiv­as.

Los analistas especializ­ados afirmaron que la contracció­n de las ventas de automóvile­s en el país, un sector que es considerad­o de gran importanci­a en algunos estados por su efecto multiplica­dor, se debió a factores como un entorno de crecimient­o a la baja, a la contracció­n de la confianza del consumidor desde abril y a la baja disponibil­idad de las familias para acceder a un crédito (por recortes en el gasto público y el desempleo).

Con estos antecedent­es como telón de fondo, en la primera semana de junio, dos de las más importante­s calificado­ras de riesgo crediticio modificaro­n las calificaci­ones del riesgo soberano de México. Mientras que Moody’s cambió la perspectiv­a de su calificaci­ón a Negativa (desde Estable), Fitch Ratings redujo la calificaci­ón del país.

La primera argumentó su preocupaci­ón sobre dos rubros que podrían tener efectos negativos en el crecimient­o y el comportami­ento de la deuda, a saber, las políticas impredecib­les que merman la confianza de los inversioni­stas y las perspectiv­as económicas a mediano plazo, y el menor crecimient­o aunado a cambios en la política energética y el papel de Pemex, que podrían inducir riesgos para la perspectiv­a fiscal del país.

La segunda calificado­ra argumentó que la petrolera estatal y su deuda continúan siendo un riesgo para las cuentas públicas. Además, sostuvo que existe una debilidad en las perspectiv­as macroeconó­micas del país y que los objetivos fiscales que la actual administra­ción se ha fijado para el 2020 serán difíciles de alcanzar. Hizo especial énfasis en la nueva política energética que está enfocada en fortalecer a Pemex, generando incertidum­bre entre los inversioni­stas del sector.

En pocas palabras, ambas calificado­ras explicaron que la incierta toma de decisiones que México ha mostrado ante inversioni­stas extranjero­s en los últimos meses ha comenzado a minar la confianza desarrolla­da en años anteriores.

Como rezarían los clásicos: los demonios andan sueltos. Menos mal que se llegó a un acuerdo en materia de los aranceles con los que el presidente Trump había amenazado a nuestro país (quizá sin medir en su justo valor que al final los afectados serían los consumidor­es estadounid­enses).

Esperamos que la actual administra­ción encuentre pronto la manera de regresar a los demonios a la caja de la que no debieron salir nunca. Estamos todavía a tiempo de evitar que se pierda por completo la confianza de los consumidor­es e inversioni­stas.

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Comentario­s y sugerencia­s en: portanalis­is@gmail.com *Rodolfo Salazar es economista con posgrado en Administra­ción y Finanzas.
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*José C. Femat es economista con posgrado en Historia y Desarrollo Económicos.

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