El arrancadero y el contexto internacional
INTERESANTÍSIMO el arranque de las campañas 2018. Y digo campañas porque no sólo es la presidencial, sino la de varias entidades como Jalisco, Guanajuato, Chiapas, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz, Yucatán y, por supuesto, la Ciudad de México, donde se afinan las cuerdas del piano, además de la elección de 628 legisladores federales y quién sabe cuántos diputados locales, alcaldes y demás autoridades municipales.
Por principio, ya hubo una primera decisión: Margarita Zavala va a ser candidata presidencial independiente; dejó de ser militante del PAN, tras 33 años de estar en sus filas y ser miembro de las llamadas familias custodia. Resalta que su marido se quede dentro de Acción Nacional, al igual que algunos incondicionales de la pareja Calderón Zavala. No se necesitan tres dedos de frente para darse cuenta de que esa decisión implica tener al enemigo en casa. No son muchos, pero al menos Felipe Calderón es miembro del Consejo Nacional por ser expresidente del partido y de la República, según rezan los estatutos panistas, y se enterará, por fuerza, de las decisiones internas del partido. ¿Qué van a hacer? ¿El Consejo Nacional sesionará dos veces en cada ocasión, una para que Calderón esté y otra para que no se entere de los acuerdos? ¿O van a citar a Calderón y adláteres en falso? ¿O cómo?
Imagínese el lector el desgaste de Ricardo Anaya y lo que repercutirá en sus posibilidades de ser el candidato presidencial del Frente Ciudadano por México. Pero el desgaste no sólo viene de la salida de Margarita, existe a todas luces una campaña desde Los Pinos para desprestigiarlo a los ojos de la opinión pública. De ahí la exhibición pública de sus bienes y los de su familia política, amén de que se le pinta como un traidor, un tiranuelo que hace política según el humor con el que amanezca.
Anaya genera aprehensión en sus contrincantes por haber demostrado una amplia capacidad negociadora con otros partidos, lo que internamente no pudo o no quiso hacer.
Efectivamente, la salida de Margarita Zavala convino al PRI y a Morena, como se ha dicho en diversos espacios, siempre y cuando el candidato presidencial priista sea José Antonio Meade, pues muchos panistas lo ven con buenos ojos y los priistas siempre serán institucionales. Así, nos olvidamos de un cierre a tercios y nos quedamos con el escenario en el que Meade y López Obrador se enfrentarían hasta por el último voto y el cierre sería, por definición, cardiaco. 2006 recargado: ¿podría haber una diferencia menor a 0.56%? Puede ser.
De Andrés Manuel se ha dicho todo, es el candidato a vencer en cualquier escenario. Y están los 37 independientes (más lo que se acumulen), cuyas candidaturas son prácticamente testimoniales, porque son personajes desconocidos, tránsfugas o cartuchos quemados, como Patricio Martínez, exgobernador priista de Chihuahua.
ARRANQUE DIFÍCIL
Este inicio de campaña está complicado y existe una variable no muy vista, pero real: el impacto de la geopolítica en el proceso electoral mexicano. Algo que se pensaba seguro, que no habría de dar problema hasta el fin de los tiempos, era el TLC. Pues ahora resulta que el presidente Trump está haciendo hasta lo imposible para dinamitarlo. El resultado de la negociación del TLC pue- de afectar al candidato priista, quien quiera que éste sea, y también afectaría al del Frente Ciudadano.
Por ahí se manejaba la posibilidad de que la inteligencia rusa tratase de infiltrar las elecciones mexicanas. No sería extraño en vista de los acontecimientos que están sucediendo al otro lado del Atlántico.
La declaración unilateral de independencia de Cataluña tiene que ver, en parte, con la geopolítica rusa. El régimen de Vladimir Putin, quien a sus 65 años pretende reelegirse de nuevo, está interesadísimo en vapulear a la Unión Europea y los renovados nacionalismos son bocado de dama para los rusos que parecen respetar las unidades estatales, pero la verdad es que juegan a atizar los separatismos en Escocia, Flandes y Cataluña. El indicador que se tiene es el manejo de la prensa rusa —y el consecuente involucramiento de los servicios de inteligencia— con respecto al caso catalán y la posición oficial del gobierno ruso, que parecen contradecirse, son las dos caras de una misma moneda.
Desde marzo del 2014, cuando Rusia se anexó Crimea, la Unión Europea ha condenado la política exterior rusa e impuso sanciones económicas a Moscú. La respuesta de Putin ha sido boicotear a la Unión Europea de muchas formas, aunque la más recurrente en el ámbito político es el apoyo, por debajo del agua, a los nacionalismos secesionistas.
La fría respuesta de los gobiernos de los países de la UE a las peticiones de apoyo por parte de Puigdemont ponen más aún en evidencia la estrategia rusa de, por un lado y desde la parte oficial, apoyar al gobierno español frente a la declaración unilateral de independencia, pero en redes sociales y medios electrónicos, el establishment ruso señala la represión y autoritarismo centralista de Rajoy, pero no dicen ni una palabra acerca de la ilegalidad y parcialidad del referéndum del 1 de octubre.
¿Qué tiene qué ver México con el tema de Cataluña, más allá de que el domicilio fiscal de Bimbo pasó de Barcelona a Madrid la semana pasada? ¿Qué tiene que ver México con la geopolítica rusa y el inminente proceso electoral? Sobre lo primero, en realidad muy poco, excepto que, de manera oficial, el gobierno mexicano no va a reconocer una Cataluña independiente. Sobre lo segundo, sí hay qué decir. Rusia tiene intereses en México en tanto frontera con Estados Unidos. Eso siempre se supo y también que los servicios de inteligencia rusos tenían (y puede que tengan aún) una importante estación en la Ciudad de México, la que era escenario de las escaramuzas encubiertas de la KGB y la CIA.
El gobierno ruso ha tratado de inmiscuirse en diversas elecciones presidenciales. El episodio reciente más paradigmático fue la injerencia en la elección norteamericana, haciendo uso de las redes sociales para dinamitar a Hillary Clinton y acercarse por vías no legales al entorno de Trump. Lo lograron. Sin embargo, no pudieron hacer que Marine Le Pen —nacionalista, xenófoba, antieuropeísta y pro-rusa— ganara las elecciones francesas gracias a la enorme labor preventiva de los servicios de inteligencia franceses que lograron frenar la propaganda en favor de Le Pen generada en redes sociales desde Moscú.
En el escenario de la desaparición del TLC, la elección presidencial mexicana es un auténtico dulce para la geopolítica rusa. Vladimir Putin apuesta a la desintegración del TLC y al conflicto en la relación México-Estados Unidos, lo que supone la desintegración de uno de los bloques económicos más importantes del mundo. El gobierno mexicano, en estos momentos, no quiere pleito. Pero no sería difícil estimular el resurgimiento del nacionalismo mexicano, al menos discursivo, a lo que se añade el repudio a los partidos tradicionales. Justo en ese espacio entraría la variable rusa, su apoyo a un candidato en específico y su repudio a otros. No es difícil adivinar a quién apoyarían: a la misma persona que el mes pasado estuvo en Europa con más pena que gloria.