Prioridad uno: seguridad
Para Pablo Francisco Marentes Martínez, in memoriam.
CONCEPTUALMENTE, LA SEGURIDAD no es otra cosa que la capacidad efectiva del Estado para responder a las amenazas, riesgos y vulnerabilidades, así como la posibilidad de prevenir, contener y enfrentar esos riesgos. Una de las razones para crear un Estado es precisamente brindar seguridad a sus habitantes, tanto a las personas mismas como a sus pertenencias y bienes.
Al ser la seguridad una de las facetas que dan razón de ser al uso legítimo de la violencia, es una de las características imprescindibles para la constitución de un Estado nacional y por ende, de un gobierno que pueda gestionar la prevención y la respuesta ante el delito. Un Estado que no logra proporcionar mínimos de seguridad a su pueblo es fallido por definición; sin seguridad, el resto de las actividades económicas, sociales, políticas y culturales, son prácticamente imposibles de llevar a cabo. Y lo peor es que la falta de seguridad impide el desarrollo de la persona en lo individual, lo que a su vez impacta en el desarrollo social.
En un mapa interactivo que encontré en la web, hay un mapamundi que señala con rojo a los países con altas tasas de mortalidad por violencia. Honduras se encuentra en el primer lugar de muertes violentas, con una tasa de 94.47 por cada 100,000 personas, le siguen El Salvador, Venezuela, Zimbabwe y Colombia, esta última con una tasa de 47%, la mitad de la de Honduras. México se encuentra en el lugar 19, con 19.8 por ciento. Fuera de la lista roja se encuentran nuestros socios comerciales: Estados Unidos, con una tasa de 5.53%, con un índice medio alto en materia de seguridad, y Canadá con una tasa de 1.77 por ciento. El país con la menor tasa de homicidios es Japón, con 0.26%, seguido de Luxemburgo, Eslovenia, Suiza y los Países Bajos, con tasas inferiores a 0.70 por ciento. Sorprende, pero indigna, ver que países en guerra como Siria tienen tasas infinitamente menores que la mexicana…
Por si el lector está interesado en ver la fuente, se puede encontrar el mapa en el sitio web https://www.worldlifeexpectancy.com/cause-of-death/ violence/by-country/
Por ello, la seguridad —que conjuga la pública, la interior y la nacional— debería ser el tema central de la cuarta transformación, lo que signifique el cambio prometido por López Obrador. Sin una gestión asertiva de las tres dimensiones de la seguridad, sería prácticamente imposible llevar a cabo los cambios prometidos por el presidente electo, simplemente porque las iniciativas para el desarrollo en diversos campos carecen del ambiente adecuado para desarrollarse. ¿Quién querría invertir en un país donde los empresarios son chantajeados por la delincuencia organizada? ¿A quién le podría interesar montar una obra de teatro si la gente no quiere salir de noche por miedo a la inseguridad? ¿Quién quiere viajar en carretera para turistear, si hay municipios, como por ejemplo en Guanajuato, en los que un día tras otro se encuentran cadáveres descabezados junto a las mojoneras? ¿Quién se interesaría por invertir en extracción petrolera, si los huachicoleros ponen en riesgo las ganancias por los hidrocarburos y la integridad de las instalaciones? La delincuencia organizada (y la desorganizada también), atenta integralmente contra la seguridad, la economía, en las libertades, como la de tránsito, y en los derechos de las personas a la convivencia armónica.
Con ello, es preciso decir que es más que evidente que Andrés Manuel López Obrador está heredando una situación en materia de seguridad que asusta al más pintado. Las políticas de seguridad de los tres gobiernos anteriores, particularmente de los dos últi-