El Economista (México) - Reporte Especial

NECESITA A LOS ABUELOS…

EL PRESENTE es consecuenc­ia de nuestro pasado, dicen los filósofos. Nos hemos encargado de mandar al olvido a muchos de nuestros hombres mayores siendo ellos una gran Biblioteca de Alejandría. ¿Qué sería de Just Fontaine, Puskas, Leonidas, Obdulio, Casarí

- Ivan Pérez ivan.perez@eleconomis­ta.mx

Antes de que termine de preguntar, Don Raúl alza la voz y me interrumpe en el teléfono: —No, no, joven; a ver, usted debe saber algo: la historia y la tradición no sirven para nada…

Si eso que dice es verdad, y en un mundo que corre tan rápido, donde nada se aprende de memoria, todo es pasajero, la tecnología nos ofrece nuevos productos cada 15 minutos, es probable que en unos 80 o 100 años pocos recuerden quién fue Messi, como hoy pocos saben quién es Just Fontaine.

Si eso sucede, será muy triste.

Don Raúl es Don Raúl Cárdenas, el técnico que hizo grande a Cruz Azul, quien jugó tres Mundiales y dirigió a México en 1970. Ganó 15 títulos como entrenador y hace 14 años, en la misma llamada telefónica, me preguntó:

—Hace tiempo que no me hablan, ¿cómo llegó a mí?

¿Por qué es importante tener y escuchar a nuestros a nuestros abuelos?

EN EL 2016, una encuesta de Gabinete de Comunicaci­ón Estratégic­a concluyó que sólo 2.4% de los mexicanos considerab­a que se trataba “bien” a los adultos mayores y 42% creía que eran maltratado­s.

En el mundo, casi 11 de cada 100 personas son abuelos, adultos mayores, ancianos, personas de la tercera edad, pero sobre todo, son una Biblioteca de Alejandría de los recuerdos. Entre el 2030 y el 2050 seremos un país con mayoría de cabezas blancas, arrugas en la piel y si la cosa sigue como está, habrá muchos diabéticos e hipertenso­s, pero también el futbol seguirá siendo el deporte más popular.

Según el Consejo Nacional de Población, en nuestro país hay al menos 13 millones de personas mayores de 60 años y muchos de ellos empezaron a saber del Mundial por la radio y los periódicos. “Yo escuchaba por la W el Mundial”.

Don Manuel tiene 80 años, va todos los días a su puesto de abarrotes en el mercado de los Campesinos al sur de la ciudad. Ya no cobra, ni despacha, pero cuando las cuentas no le salen a sus sobrinos, él las hace de memoria. Y casi todo el día escucha la radio.

“Antes veía más partidos por televisión, pero ahora prefiero cargar este radio —su transistor está viejo, no tiene la tapa donde van las pilas, pero un pedazo de tela adhesiva soluciona el problema—. Yo escucharé el Mundial por aquí”.

¿Usted cree que las seleccione­s mexicanas de antes jugaban con pasión?

—Con huevos, joven; con huevos, me responde.

¿Y hoy ya no hay huevos entonces?

—Me acuerdo que por muchos años la Selección perdía y perdía partidos en los Mundiales, pero uno estaba ahí, buscando que metieran un golecito para festejar algo. Y uno veía que le chingaban duro, bonito. Hoy les gusta cobrar y nada más.

“Tiempos pasados siempre fueron mejores”, es una frase que seguro en el futbol mexicano no aplica. Antes, en las copas del Mundo, perder era una costumbre, afortunada­mente ya no es así. Pero en cambio, antes, si una persona te importaba, te memorizaba­s su teléfono, y hoy eso ya no ocurre.

LOS ABUELOS están para recordarno­s que Pelé era “una bestia, pero de verdad, joven; una bestia incontrola­ble”, me dice Don Manuel. Nuestros viejos también están para hacernos saber que este mundo no nació cuando nosotros aparecimos y que si de killers hay que hablar, debemos recordar a Just Fontaine, que Obdulio Varela no fue un guerriller­o sino uno de los jugadores con más agallas que haya existido y que sí, Alfredo Di Stefano no fue una leyenda, fue una realidad.

¿Por qué son importante­s nuestros viejos?

Un estudio de la Red de Revistas Científica­s de América Latina, el Caribe, España y Portugal nos da algunas pistas:

1. Porque se convierten en cuidadores de los hijos de sus hijos.

2. Muchas veces son sustitutos de los padres.

3. Son los guardianes de la sabiduría familiar.

4. Figura de ternura y amor.

5. Representa­n el respeto y los valores familiares.

6. Provisor de ayuda económica.

7. Y con un poco de suerte, quizá nos cuenten quién era Eusebio, Puskas o Leonidas da Silva.

LA MALDITA culpa…

Karina suelta una pregunta, como si desde hace algún tiempo la quisiera hacer.

—Sinceramen­te, ¿cree que el Atlas volverá a ser campeón?

—Eventualme­nte, le dije, y luego siguió comiendo su arroz con soya.

Dice que cuando era niña cometió un grave error: apoyar al Toluca. Su familia es del municipio de Unión de San Antonio, en los Altos Jalisco, y casi todos son del Atlas.

“Me acuerdo mucho cuando jugaron la final contra el Atlas (1999) y bueno, por una u otra cosa me lavaron el coco y le fui a Toluca. Me arrepiento”. Ella no tiene más de 30 años, pero el pasado ya le pesa (al menos un poco).

Lo que le duele en el alma es que cada vez que uno de sus tíos, de unos 70 años, toma algunas cervezas, llora porque cree que a “su Atlas”, ya no volverá a verlo campeón.

El señor, dice ella, es un apasionado del equipo, su peluquería está llena de banderines, fotos y recuerdos. Además, puede recitar alineacion­es y anécdotas enteras.

El futbol puede ser poca cosa, pero ¿cuántas veces nos arrepentim­os de no apoyar a nuestros viejos?

EL FILÓSOFO polaco Leszek Kolakowski dice que nosotros, todos y todo, son pasado. La reconstruc­ción, la revolución, la incongruen­cia, la realidad es parte de lo que hemos hecho. Sin pasado no podrías existir tal y como lo hemos logrado, a veces lo interpreta­mos mejor que otras, pero somos eso, un cúmulo de experienci­as.

¿Cuántos recuerdos no se llevaría Raúl Cárdenas sin contar? Siempre vale la pena charlar con un viejo. Y si es de un Mundial, qué mejor.

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