El Economista (México) - Termómetro Económico
Un entorno diferente que nos obliga a cambiar el análisis de commodities
Ucrania puede ser una solución al maíz libre de genética mejorada; sin embargo, su infraestructura productiva ha sido mermada más allá del corto plazo.
Buenos días, buenas tardes y buenas noches. En el mundo de los commodities agrícolas, el pasado era definido por la abundancia o la carencia de los ciclos productivos de Estados Unidos, cuya producción dominaba la participación y el comercio, dejando en múltiples cultivos en el mundo la labor de relleno. La lectura de los mercados y las reacciones de precios obedecían a la estacionalidad del ciclo hemisferio norte.
Siembras primaverales, mercados climáticos de verano y cosecha para cerrar el otoño nos permitía ser compradores intensos en tiempos de cosecha, la estacionalidad luego dejaba que poco a poco Sudamérica dictara el complemento del ciclo hemisferio sur.
El contraste con el mundo moderno está en que Estados Unidos ya no es el productor dominante como antes. Hoy el mayor productor y exportador de trigo es Rusia, el de soya es Brasil, y la hegemonía del maíz sigue siendo de EU; pero, la participación de mercado a nivel global se hace más pequeña, especialmente porque entre Brasil, Argentina y Ucrania han crecido dramáticamente este abasto.
En el mundo de hoy, la comercialización y la producción reside en países que manipulan el libre tránsito de productos. Naciones como Rusia y Argentina han establecido impuestos a la exportación. El estado cobra una renta al campo por salir al mundo y eso de entrada es una barrera comercial.
Hay países que además establecen cuotas máximas, o cupos exportadores, con lo cual intentar hacer un balance de oferta y demanda en el mundo, tratando de aplicar un estudio fundamental, no es compatible con el acontecer real del comercio moderno.
De nada sirve saber cuánto se va a producir y cuánto se puede utilizar si la disponibilidad depende de la necesidad de algún gobierno por hacerse de dinero o de usar el comercio de alimentos como herramienta de presión, como lo hace Rusia con Ucrania, o el gobierno argentino contra sus productores.
Encima de ello, hay países deficitarios que han tomado ideologías sin sustento científico como trabas para importar productos libres de genética mejorada. ¿Parece sensato? Si escuchas la manera como se vende el mensaje demagógico, hace sentido en término de mayorías incipientes; pero en la práctica, con el cambio climático y los retos productivos de un campo sin tecnología, no alcanza para nutrir al planeta. Todo es posible lógicamente, la pregunta es si es viable económicamente.
Un campo sin tecnología está limitado en la cantidad de kilos a producir independiente de la “intención” detrás de la intención. Eso es muy costoso y si le pones atención al entorno, como que el horno no está para bollos.
Rusia ha secuestrado inventario alimenticio en Ucrania; lo existente circula con muchas trabas, no es fácil la comercialización que circula por el Mar Negro. De una manera u otra la misma comercialización de trigo y fertilizantes rusa está trabada por las sanciones que le han impuesto, con lo cual, asumir que se puede hacer un programa sólido y cooperativo para esta zona bajo el escenario actual es complicado y caprichoso, especialmente cuando tienes que juntar las voluntades de Ankara, Moscú, Kiev y Naciones Unidas.
Ucrania puede ser una solución al maíz libre de genética mejorada; sin embargo, su infraestructura productiva ha sido mermada más allá del corto plazo así que no esperemos milagros en el corto plazo en esta zona.
En Argentina, el gobierno está desesperado por el ingreso de divisas. Lo que termina sucediendo cuando la riqueza solo se reparte es que llega el momento en que esta no alcanza para todos, y los pocos que la generan son rebasados. Por ello el gobierno intenta cobrar los flujos de ingreso fiscal futuro el día de
hoy. Imagina que a ti como empresario te piden los impuestos tentativos que pagarás en el 2023 de manera adelantada. Esto está haciendo que la comercialización desde Argentina sea complicada e improvisada.
Brasil, Argentina y anexas están además, justo en tiempos de siembra y el efecto climático “La Niña” sigue siendo una seria amenaza, la idea es producir mucho, pero el aspecto climático empieza a ser preocupante.
La inflación global está ligada a la emisión de bancos centrales que ahora intentan revertir moviendo tasas y reduciendo liquidez. Estamos en el choque de líneas, así que sigue siendo de pronóstico reservado el veredicto. Por un lado, nos podríamos quedar con inflación pegajosa y una desaceleración económica. Me parece que no dan los tiempos para inventar en este escenario una nueva cadena de suministro dedicada.
Finalmente, muchos de los países que proponen estas agendas ideológicas carecen de infraestructura para poder manejar y segregar productos evitando la contaminación cruzada.
La crónica de efectos pudiese seguir, sin embargo, el espacio es limitado, así como la racionalidad de limitar alternativas de abasto por razones políticas y científicamente carentes mientras en contraparte y de manera mútuamente excluyente se abren las puertas para que productos finalizados (producidos con materiales genéticamente mejorados) entren sin restricciones a estos países en nombre de ayudar al consumidor, dejando a las empresas locales en el peor de los mundos.
Las empresas locales brindan empleos, pagan impuestos y garantizan el crecimiento orgánico de cada economía regional. Seguramente si se les brinda un espacio de competitividad y seguridad jurídica como sus competidoras, podrían hacer más por facilitar un espacio productivo que intente anestesiar un poco el ruido externo que sea por burocracia, ideología o geopolítica enturbia la comercialización fluida de alimentos en el mundo.
¿Te das cuenta como es difícil hablar de oferta y demanda para dar veredicto de precios?
Animo.