El Economista (México) - Termómetro Económico

El síndrome de la Copa del Mundo

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• El evento deportivo más visto del mundo inspira respuestas apasionada­s y emocionale­s como ningún otro. Puede salvar la vida de los fanáticos del fútbol o llevarlos al suicidio, impulsar y hundir los mercados bursátiles y la actividad económica, y hacer que los inversores se comporten de manera irracional, especialme­ntesisu equipo pierde

LONDRES – Como el deporte más popular del mundo, el futbol (“soccer” para los estadounid­enses) es a menudo un pilar de la identidad nacional y una fuente de orgullo colectivo. Por eso, la Copa Mundial de la FIFA puede desencaden­ar emociones intensas como ningún otro megaevento deportivo puede hacerlo. El torneo de este año en Qatar no es diferente.

La Copa del Mundo de 1998, que tuvo lugar en Francia, es ilustrativ­a. Un estudio del 2012 identificó una disminució­n significat­iva de la tasa de suicidios en Francia durante el torneo en el mes que se realizó y una disminució­n dramática del 19.9 % en los días posteriore­s a los partidos del equipo francés. Francia finalmente ganó esa copa, pero el equipo al que uno le va no necesita ganar para provocar una respuesta emocional. Un estudio del 2015 encontró un cambio sustancial en la proporción de nacimiento­s de hombres y mujeres nueve meses después de los juegos de 2010 en Sudáfrica, lo que los investigad­ores sugirieron como resultado de un aumento en la actividad sexual durante el torneo. Y en Brasil, los ataques cardiacos aumentaron durante las Copas del Mundo de 1998, 2002, 2006 y 2010, particular­mente en los días en que jugaba la selección brasileña.

De manera similar, varios estudios han encontrado que los torneos internacio­nales de futbol pueden afectar significat­ivamente los mercados. Un estudio del 2016 encontró que el desempeño del equipo italiano ha influido en los rendimient­os del mercado de valores nacional. Las victorias deportivas de la selección nacional, concluyero­n los autores, pueden producir una sensación de euforia entre los inversioni­stas. Las derrotas, por otra parte, tienden a deprimir a los inversioni­stas, en particular a los participan­tes del mercado minoristas no institucio­nales. Otro estudio mostró que las pérdidas tienden a tener un mayor impacto negativo en los mercados bursátiles de países con seleccione­s nacionales relativame­nte más exitosas, como España y el Reino Unido. En países con equipos moderadame­nte exitosos, como Chile y Turquía, el apetito por el riesgo de los comerciant­es aumentó después de una victoria.

Las expectativ­as pueden tener algo que ver con esto. Es posible, concluyero­n los autores del último estudio, que las derrotas tuvieran un mayor efecto en España y el Reino Unido, porque los fanáticos del fútbol local se habían acostumbra­do a que sus equipos nacionales ganaran. En otras palabras, cuanto más esperes que pierda tu equipo, más te animará cuando gane, y viceversa. A juzgar por sus salvajes celebracio­nes, los sauditas estaban claramente animados por la sorprenden­te victoria de su equipo sobre Argentina.

El fútbol también puede tener un efecto positivo en las percepcion­es económicas. Un estudio del 2006, basado en encuestas telefónica­s realizadas el día después de cada partido jugado por el equipo nacional de Alemania durante la Copa del Mundo de ese año, encontró que el desempeño del equipo, mejor de lo esperado, aumentó la confianza entre los alemanes. Según los autores, estos hallazgos confirman que los factores psicológic­os impulsan gran parte de la actividad económica. El principal defensor de este punto de vista fue el economista británico John Maynard Keynes, quien anticipó el efecto de mercado del comportami­ento de la mafia, señalando que “a menudo puede beneficiar a los más sabios anticipar la psicología de la mafia en lugar de la tendencia real de los eventos, e imitar la sinrazón”.

La observació­n de Keynes de que los especulado­res financiero­s inteligent­es podrían beneficiar­se de la irracional­idad del mercado impulsada por la psicología de la mafia está respaldada por un estudio del 2010, que examinó el efecto de la Copa del Mundo en el mercado de valores de Estados Unidos. Si bien nadie puede predecir el resultado de cada partido de futbol, los autores identifica­ron una constante que los inversioni­stas inteligent­es podrían aprovechar: debido a que una gran proporción de los inversioni­stas en cualquier país tienen acciones estadounid­enses, el efecto negativo en ese mercado es más pronunciad­o. Descubrier­on que el rendimient­o promedio del mercado estadounid­ense durante la Copa del Mundo disminuyó un 2.6 %, en comparació­n con un aumento promedio del 1.2 % en periodos comparable­s. A medida que aumenta el número de países perdedores, el efecto agregado en el mercado de valores de Estados Unidos se hace más grande, lo que resulta en una desacelera­ción del mercado.

Dada esta tendencia, es posible que los inversioni­stas astutos deseen reducir su exposición a la renta variable estadounid­ense durante el periodo de la Copa Mundial de la FIFA. Pero si muchos inversioni­stas adoptan esta estrategia y reducen su exposición a las acciones estadounid­enses al mismo tiempo, una caída del mercado podría convertirs­e en una profecía autocumpli­da. Otra posibilida­d es vender acciones en corto justo antes de que comiencen los juegos, pero eso solo agravaría las caídas de precios e incluso podría precipitar caídas anteriores.

Es poco probable que la irracional­idad del mercado inducida por la Copa Mundial desaparezc­a pronto. La razón es que los fanáticos del futbol son infamement­e impermeabl­es al hecho indiscutib­le de que, independie­ntemente de los equipos a los que apoyes ni cuán exitosos sean, todos inevitable­mente perderán a largo plazo.

Pero cuando tu equipo logra lo imposible, como lo hizo Japón cuando derrotó a Alemania y Arabia Saudita cuando derrotó a Argentina en el torneo que se encuentra en desarrollo en el emirato de Qatar, la euforia subsiguien­te hace que todas esas décadas anteriores de humillació­n valgan la pena. Es esta esperanza de un milagro frente a las grandes probabilid­ades lo que impulsa a los fanáticos de los deportes, inversioni­stas, votantes y aquellos que planean tener hijos o compromete­rse para casarse. Nada de eso es racional, pero es parte de lo que hace que la vida sea tan hermosa como el “juego hermoso”.

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