El Economista (México) - Turismo
METRÓPOLI ENTRAÑABLE
La cálida hospitalidad de los panameños conduce al encuentro de experiencias memorables
PANAMÁ, Panamá. Cuando escuchamos nombrar “Panamá”, el primer pensamiento que llega a nuestras cabezas es sobre su célebre canal; sin embargo, este país centroamericano tiene contrastes entre lo moderno y colonial que lo hacen brillar con fuerza en la región.
A nivel global, las empresas se esmeran en ofrecer una experiencia acompañada de un servicio a sus clientes; tal pensamiento ha ido permeando en diferentes sectores, incluido el turismo. Ya no basta con ofrecer un buen servicio o con que los guías conduzcan a través de lugares extraordinarios; ahora, éstos buscan experiencias indelebles y afortunadamente Panamá puede proveer este tipo de vivencias.
Apenas al llegar a la ciudad, el verde de los bosques y el azul del océano hacen que la pupila se cargue de colores; algo refrescante para quienes arriban al destino procedentes de urbes en donde el tráfico suele ser algo cotidiano.
Esta ciudad, la metrópoli más cosmopolita y excitante de Centroamérica, cautiva desde que se toma el Corredor Sur, vía de peaje que junto al Corredor Norte rodea la urbe para presumir una vista de primer mundo, con decenas de edificios imponentes erigidos a la orilla del mar.
Dentro del corazón de la urbe se encuentra el Distrito Financiero y a lo largo de las calles, los nombres de diferentes entidades engalanan el paso de los peatones. Pero el nombre no es lo único que sobresale: también lo hace el diseño de estas construcciones, que obliga a detenerse para admirarlas en toda su extensión.
El gerente general de uno de estos edificios, el Holiday Inn Express Panamá, Miguel Legarda, considera que cualquier persona que tenga la oportunidad de visitar la ciudad se encontrará con la calidez de los panameños, así como con múltiples atractivos, entre los que destacan las bondades del clima y la belleza histórica y cultural de este país, el cual está lleno de color y pasión que, poco a poco y con el paso de los días, se irán descubriendo.
primera parada: el sabor del casco viejo
Llega la noche y el guía nos encamina a la primera parada dentro de las inmediaciones de la zona denominada Casco Viejo, donde existen lugares que hacen que el sentido del gusto vaya un par de veces al paraíso. Así pasa en Caliope, restaurante que ofrece experiencias sobresalientes desde el momento que se pone el primer pie dentro, y se caracteriza por ofrecer una carta llena de sabores y comida fusión internacional con ingredientes locales y extranjeros.
Este centro gastronómico se ubica en la Avenida Central, arriba del Teatro Amador, y además de poseer diseños únicos en su decoración, ofrece una amplia gama de cócteles. El que destaca por sí solo es el mojito de ají panameño, con caña de azúcar y un twist de guarapo (jugo de la caña de azúcar) que enamorará a más de uno que guste de este sabor.
Las entradas en este sitio son espectaculares, pero las chuletas de cordero gratinado y romero con papas torneadas dejan sensaciones en el gusto difíciles de describir.
Para el plato fuerte, un short rib braseado sobre cama de risotto de trufas y lascas de parmesano es la mejor elección a ojos cerrados, pues la cocción de la carne es diferente que en otros platillos y se hace a fuego constante, provocando que la carne sea más jugosa y suave.
Diablicos puede ser la mejor representación de comida típica panameña. Frente al ministerio de Gobierno, entre mesas donde desfilan diablos danzantes al ritmo de la música que muestran la rica herencia cultural y religiosa de Panamá.
Entre ceviche de corvina, arañitas de calamar, empanadas de chorizo tableño, chicharrón tostado con yuca frita y una lechona santeña (cerdo asado con un tamal de olla y un plátano de tentación) es difícil no dejar un pedazo del corazón en la mesa.
sendero de historia y terrazas latinas
El guía, orgulloso de mostrar su país, comparte con quien lo rodea la breve historia de la fundación de su nación. Cuenta que desde la época del conquistador español, Vasco Núñez de Balboa, ya se tenía en mente la construcción del canal. Posteriormente, miles de estadounidenses, durante la Fiebre del Oro, optaron por viajar desde la costa del Atlántico hacia Colón, ello para tomar un tren y llegar a la ciudad de Panamá, del lado Pacifico, y después abordar naves que iban rumbo a California, pues era la ruta más segura.
La emoción del guía se denota en su rostro al llegar al Canal de Panamá, donde el trabajo de ingeniería es abrumador, más aún al observar cómo pasa un barco a través de las esclusas de Miraflores.
De vuelta al vaivén urbano de la ciudad, los mejores meses para visitar la capital panameña van de diciembre a inicios de abril, cuando hay pocas posibilidades de lluvia; sin embargo, cualquier época del año es ideal para recorrer sus senderos.
Hay que considerar que aquí, como en cualquier ciudad de costa, la humedad es parte del atractivo y se mantiene presente. Casi tanto como esos atardeceres fuera de serie que hacen olvidarlo todo.
Los rooftops se han popularizado en la ciudad, y en algunos, como en Tántalo, se puede gozar de noches llenas de música y ambiente latino, entre baile y cócteles que ayudan a vivir una velada única. Pero no todo es fiesta en este lugar, pues en la planta baja y el segundo piso se encuentran un restaurante y un hotel con conceptos que trascienden a los diferentes platos de la carta.
Calidez, hospitalidad y experiencias memorables es parte de lo que ofrecen las diferentes facetas de Panamá, donde su gente parece tener la misión de ofrecer una singular, asombrosa y excepcional experiencia que permanecerá en el corazón.