El Economista (México) - Turismo
TEMPORADA ALTA
Luis Barrios, CEO de Hoteles City Express, explica qué hay detrás del auge turístico que vive actualmente el país
El desarrollo que ha tenido la industria nacional no es fruto de un solo factor. Los visitantes foráneos son un motor indiscutible, pero también hay que considerar a los viajeros nacionales, que suponen 80% de lo que gastan los turistas en el país.
Hoy vivimos récords históricos y el turismo aporta 8.7% al PIB, generando 10 millones de empleos, pero en realidad ha venido creciendo desde hace muchos años, especialmente después de la crisis del 2008-2009. Se han venido consolidando muchas medidas que el sector ha trabajado junto con el gobierno federal y los estatales.
La masa salarial ha crecido también a cifras récord. El ingreso por salarios ha visto alzas y ha experimentado una estabilidad que no se veía en otras épocas. Hemos transitado de una economía basada en la exportación de petróleo a una de exportación de manufacturas. La estabilidad económica que hemos experimentado a lo largo de más de dos décadas es la pieza clave.
El PIB total de la industria turística resulta de la conjunción del mercado interno y el externo; en ambos rubros hemos roto récords. Asimismo, nos hemos convertido en una potencia turística en términos de visitantes. Esos visitantes principalmente están concentrados en Cancún y la Ciudad de México, que son una mezcla de placer y negocios.
La gran oportunidad es captar ese turismo para que conozca la otra parte, la que no es sol y playa, sino los componentes cultural, histórico y gastronómico: toda la riqueza que tiene nuestro país.
Por otro lado, no hay potencia turística que no tenga un relevante mercado interno. En México, esto ha avanzado mucho. Dentro de este componente de turismo nacional, está el porcentaje de los viajes de negocios, que es el más grande, aproximadamente 70 contra 30% del turismo de placer.
Sabiendo que es el turismo interno el que mueve a nuestra industria, debemos preguntarnos cuáles son los elementos que hacen que esto suceda. La respuesta es una vez más la estabilidad y el crecimiento del PIB. La gente se desplaza por el país por una necesidad de trabajo, para supervisar la construcción de una planta o cerrar ventas. En el otro polo, la gente viaja porque quiere disfrutar de unas vacaciones y lo que une a estas dos actividades es la expansión de la economía.
Hoy, tenemos 3.8% de desocupación, que es casi pleno empleo y eso, una vez más, no se debe atribuir a un sexenio, sino a un conjunto de medidas que se van sumando. Tenemos unas finanzas públicas aceptablemente sanas, mayor injerencia del sector privado, que se maneja por la competencia y por las mejores prácticas internacionales.
La oportunidad que vemos es que las condiciones económicas sigan caminando en el sentido en el que lo han hecho durante las últimas décadas. Es un factor que se debe tomar en cuenta por los actores que lleguen al gobierno después de las elecciones: aprovechar las medidas que nos han traído ese dinamismo.
Si podemos tener otros seis o 12 años de estabilidad, México tiene verdaderas posibilidades de acercarse a ser un país desarrollado. Imaginemos crecer a esos cuatro puntos que tanto anhelamos, que lleguemos a una alta productividad, a promover realmente la educación y a la reforma al aparato de justicia, para que finalmente quienes infrinjan la ley paguen por ello. Con esto, la meta de llegar a subir en unos años un par de escalones más entre las grandes potencias turísticas del mundo es completamente alcanzable.