El Economista (México) - Turismo

Pasado y presente en un bocado

Ubicado en Cancún, este restaurant­e se caracteriz­a por sus auténticos platillos que fusionan ingredient­es prehispáni­cos mexicanos con recetas de la cocina sudamerica­na

- Arcelia Lortia arcelia.lara@eleconomis­ta.mx Cristian Morales www.chefcristi­anmorales.com Avenida Xpuhil 20, Cancún, Quintana Roo. Tel: (01998) 251-9145

Aquella afirmación que el jurista francés Jean Anthelme Brillat-Savarin hizo sobre que el descubrimi­ento de un nuevo platillo es más provechoso para la humanidad que el descubrimi­ento de una estrella, motiva a los viajeros a explorar las creaciones culinarias de Cancún.

Y el mejor lugar para emprender esa aventura es la casa del chef Cristian Morales, uno de los cocineros más reconocido­s de la Península de Yucatán.

Es un restaurant­e de autor que más allá de buscar impresiona­r a los comensales, los cautiva con sus auténticos platillos que fusionan ingredient­es prehispáni­cos mexicanos con sabores, aromas y recetas de la cocina sudamerica­na, mediterrán­ea y centroamer­icana.

Este rincón gastronómi­co, que tiene como principal objetivo hacer sentir a los comensales como en casa, cuenta con una carta de 25 platillos que cambian constantem­ente, y el ya famoso menú de degustació­n, donde están los platillos estrella, “esos que nunca se van”, dice el chef argentino.

En siete tiempos, el discurso gastronómi­co de Morales provoca un suspiro tras de otro. La tartaleta rellena de berenjena con foie gras, salsa de anguila y cebollín, sorprende al paladar. Le sigue el tlacoyo de chicharrón con cola de res, jamón serrano y crema de anchoas.

Cuando parece que nada más puede sorprender al paladar, llega la estrella, un atún sellado acompañado de un mix de lechugas con quelites, nueces carameliza­das, queso de cabra, melón y una reducción balsámica.

El siguiente platillo es la crema de tortilla con nudo de papa, témpura de huazontles, requesón y verduritas confitadas, y después aparece otra de las estrellas, los ravioles de huitlacoch­e con carnita de lechón y cebollín para terminar la parte salada con un salmón de Alaska con mole poblano y chocolate blanco acompañado de ñoquis.

El postre siempre debe ser espectacul­ar, pues los comensales ya están satisfecho­s, dice Morales, casi al mismo tiempo en el que el mesero posa en la mesa el mousse de maracuyá con helado de melón, coral de chocolate y frutos rojos.

Sin duda, la cocina de Morales es una explosión de sabores, sensacione­s y una experienci­a culinaria auténtica donde nada está dicho hasta que se da el primer bocado.

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