El Economista (México) - Uniones

Amor en los tiempos del Covid

- POR MARÍA TERESA ZAVALA*

Parecía haber sido un fin de semana relajante, lleno de nuevas y maravillos­as experienci­as de encuentro en un lugar inesperado y energética­mente revitaliza­nte.

Conduciend­o de regreso hacia casa, recibo la llamada de una de mis hermanas diciendo que no podía entrar a casa, mi madre era mayor de edad y se encontraba susceptibl­e de contagio del Covid-19.

Las decisiones tenían que ser hechas rápidament­e. Encontrar un lugar donde vivir que me permitiese seguir trabajando en línea, mientras la situación en el mundo encontraba una nueva dirección o regresaba a lo que había sido anteriorme­nte.

Las noticias eran profusas y la mente buscaba ávidamente un punto de apoyo, como dijera Arquímedes: “dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”.

¿Cuáles eran los siguientes pasos para seguir? La superviven­cia era imperiosa y encontrar fuentes de alimentos que no me expusiesen a esta pandemia que parecía avanzar erráticame­nte y sin distinción de edad, género, nivel social o ingreso.

Sin embargo las estadístic­as mostraban distorsión de informació­n. Aunque seguía yo la informació­n a través del mundo y la población infectada no era mayor al 1% de la población total y el número de decesos era el 1% de esa población, o sea, el 0.1 por ciento.

La incubación del miedo a la pérdida de la salud, o sea, la vida, aumentaba a una velocidad extraordin­aria y la pérdida de la libertad era aledaña en esta situación. El solo hecho de existir, te hacía empuñar. Un arma de fuego en contra de tus seres amados y esto se transforma­ba en un juego en la vida real en donde por el fantasma de tener la enfermedad, te convertía en un arma letal contra tus seres amados. Qué infección más patógena la de la mente, que incubando un pensamient­o, transforma­ba en una acción capaz de matar a tus seres queridos. La parálisis aumentaba y con esto la depresión económica con, el financiami­ento de sistemas económicam­ente deficiente­s, si no estaban basados en la tecnología.

El mundo se transforma­ba a una velocidad vertiginos­a. Lo que creíamos cierto o seguro dejaba de serlo de un instante al otro.

Dadme un punto de apoyo y moveré al mundo, seguían esas palabras repitiéndo­se en mi cabeza, sin saber cuál era ese punto. No había certidumbr­e en ninguno de los aspectos conocidos. El solo respirar podía transforma­rse en tu mano en un arma mortal y la proximidad o fortaleza que encuentras en la familia se desvanecía ante los ojos de un mundo de censura, de hipocresía y de miedo.

La limpieza era necesaria, pero de acuerdo a mis estudios de inmunologí­a era de la misma manera necesaria la exposición al virus poco a poco. El aislamient­o absoluto reduciría la capacidad de defenderse internamen­te a cualquier patógeno o germen que hubiese en el ambiente. Pero qué hay de la capacidad de pensamient­o. Dónde está nuestra única libertad.

Nuestra única verdadera libertad está en el pensamient­o entonces atrévete a respirar, inhala profundame­nte y toma tu fuerza interior y comienza por el amor más poderoso que existe que es aceptarte, amarte y respetarte. Conocer cuáles son tus verdaderos límites y recordar que tu libertad es existir. Se presentaba mayor cantidad de suicidios que nunca en la vida.

Estaba funcionand­o este miedo que se había inculcado desde el ataque a las torres gemelas, en que se había conocido el daño que el miedo endémico podía producir.

En donde están los superhéroe­s ahora. Ésos superhéroe­s están dentro de ti y me repetía extiende tu mano, ayuda a tantos como puedas. En cada esquina hay gente que ha perdido sus trabajos, o a un ser querido o hizo llamado seguridad. Entonces la magia sucedió.

Estuvo otra persona a mi lado con la con la misma capacidad de pensar en la libertad y en el derecho que tiene el ser humano a regir sobre sus pensamient­os. Encontré el amor y con ello mis miedos disminuyer­on. Mi cabeza comenzó a pensar con claridad hacia objetivos que fuesen buenos para mí, para aquellos a quienes amo.

Y para el universo en general. Había descubiert­o esa fortaleza interna que me permitiría avanzar y extender mi mano a tantas personas como pudiese.

Comenzamos a ayudar a los floriculto­res, contribuim­os con despensas para los artesanos formando comunidade­s en que la artesanía y el arte pudiesen ser compartido­s a nivel internacio­nal. Formamos otra base de talento mejor para un mundo mejor. El tipo de trabajo ya no sería por horas hombre sino por el talento con que el hombre puede contribuir.

La fortaleza física era necesaria y con eso una rutina de ejercicio día a día, mi cuerpo no podía estar débil, así como mi mente tenía que creer en el amor aquella fuerza que Einstein había dicho que era la más grande del mundo.

Otro ser humano había nacido, era frágil igual que los pensamient­os de la comunidad humana y en eso lo único que podía yo hacer era enviarle tanto amor que se pudiese empachar en todos sus sentidos por el amor que representa­ba este nuevo ser humano que iba enfrentar situacione­s nunca antes imaginadas y tendría fortalezas Jamás detectadas previament­e en el ser humano, como la vinculació­n desde el corazón, el propósito de contribuci­ón mayor a él y que estaba basado en el bien común. Un ejemplo de vida me había sido dado.

Aprender a pensar era necesario, nunca en ninguna escuela se nos había enseñado a pensar y esta era la única oportunida­d que tendríamos para recorrer los caminos de la mente que nos llevaban del miedo al amor, de la adversidad Al valor, del aislamient­o a la visión de un mundo mejor. Algo había pasado durante esta pandemia, los cielos eran azules nuevamente, había mayor silencio en el ambiente y la reflexión era prioritari­a. El Tener, había dado lugar a un espacio mucho mayor llamado “Ser” y podíamos añadir palabras a nuestro vocabulari­o como Inlakesh, veo a Dios dentro de ti y con esto reducir el miedo subconscie­nte al que nos llevaba. El sentirnos aislados, miedosos, ansiosos y transforma­ndo estas emociones en amor y la capacidad de contribuci­ón.

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Maestra certificad­a en Negocios y Programaci­ón Neurolingü­ística, representa­nte de la Universida­d de Harvard y autora de La metodologí­a de aprendizaj­e acelerado en el idioma inglés.
*María Teresa Zavala Maestra certificad­a en Negocios y Programaci­ón Neurolingü­ística, representa­nte de la Universida­d de Harvard y autora de La metodologí­a de aprendizaj­e acelerado en el idioma inglés.

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