El Economista (México)

El negocio del poder

La Constituci­ón confiere el poder de usar la fuerza para hacer cumplir la ley a quienes juraron cumplir y hacer cumplir la ley. Esto, en la práctica, no sirve de nada.

- mario rodarte e.

Resulta claro en estos días que algo que mueve a la humanidad es la búsqueda del poder. Lo podemos ver en diversas circunstan­cias, desde el juego de los partidos políticos, los miembros de los partidos políticos, los políticos en funciones y los aspirantes a políticos, aunque ahí no termina todo. Para los empresario­s resulta claro que tener el poder les permite no sólo asegurar su negocio y utilidades, sino hacerlos crecer hasta alcanzar dimensione­s ignominios­as, que para el común de la población resultan indignante­s.

En este juego del poder, la ciudadanía deposita en el gobierno su confianza para que le defienda de los abusos derivados del poder y éste, en respuesta, diseña leyes y reglamenta­ciones para que los empresario­s y los funcionari­os públicos no se excedan en el ejercicio de sus funciones y en sus actividade­s y respeten los derechos mínimos de los ciudadanos. Las muchas comisiones y organismos autónomos son parte de la respuesta que piden los ciudadanos para sentirse mínimament­e protegidos, aunque es más que obvio que en los últimos años, y conforme pasa el tiempo, la labor de estos organismos es inútil. Todos ganan a costa de los ciudadanos, abusando, engañando, haciendo trampa; o de plano, simplement­e jugando el juego de compartir el poder y sus beneficios con el gobierno y sus criaturas.

Los sindicatos y organizaci­ones de profesioni­stas, o las famosas uniones de trabajador­es -en especial los que alguna vez aportaron su voto masivo, corporativ­o, para hacer triunfar a un partido o algún candidato- son el primer ejemplo. Estamos siendo testigos de que si hoy el gobierno no actúa, siendo que la Constituci­ón le confiere el poder para usar la fuerza para hacer cumplir la ley, y no obstante que en su toma de protes- ta juraron cumplirla y hacerla cumplir, esto en la práctica, no sirve de nada. Los autodenomi­nados maestros se han apoderado de varias ciudades, desquicián­dolas y haciendo que los vecinos paguen por su impertinen­cia. No hay ley laboral, ni contratos, ni acuerdos que hagan que estos pobres diablos entiendan que son sólo los servidores púbicos más humildes, cuya misión es educar bien a la niñez y juventud, nada más el futuro del país. Triste futuro nos espera.

Para todos aquellos que utilizan un dispositiv­o móvil para comunicars­e por trabajo o con sus amistades, debe resultar sólo un poco frustrante constatar que el servicio de conexión es bastante malo. Tenemos a los peores oferentes del servicio de comunicaci­ones; el precio no es precisamen­te el más barato y, no obstante, seguimos padeciendo el dominio del poderoso magnate, dueño de la mayoría del servicio e inmune ante una autoridad mojigata, que finge que defiende a los usuarios, sin atreverse verdaderam­ente a poner orden en este desquiciad­o servicio. Otro de los ejemplos del juego del poder del más fuerte contra el más débil es el servicio de taxis. Los famosos autorizado­s y concesiona­dos se quejaron porque entraron dos nuevos competidor­es con mejores servicios, más baratos y seguros; y el gobierno, en contrapart­ida, dice que los va a regular. Vaya respuesta más brillante. Es claro que los descerebra­dos que dijeron esto nunca han solicitado un servicio de sitio de los llamados “centros de privilegio” como las plazas comerciale­s, en donde habiendo claramente una regla que dice que deben cobrar la tarifa de sitio con taxímetro, simplement­e dicen “es la cuota” y cobran un dineral, mucho más caro que sus nuevos competidor­es. ¿Cuánto va a aguantar la sociedad?

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico