Visitando la era de acuario
Se estrenó hace un par de semanas en EU como serie de verano de 13 capítulos y provocó reacciones al lanzar todos los episodios al mismo tiempo en Internet
Cuando se trata de correr riesgos, las televisoras estadounidenses, por lo menos sus cadenas de TV abierta, no suelen formarse hasta adelante de la fila. Sus lanzamientos anuales suelen incluir una buena dosis de productos remanufacturados, donde el elenco se resuelve como si se barajaran tarjetas de casting para confirmar roles casi intercambiables.
Sin embargo, de vez en cuando, una o dos veces por año, se logra colar alguna propuesta verdaderamente original. En el 2015, para ABC fue American Crime, y para NBC, probablemente la polémica Aquarius.
Estrenada hace un par de semanas en EU como serie de verano de 13 capítulos, provocó reacciones cuando NBC decidió estrenar todos los episodios al mismo tiempo en Internet. Tratando de emular la estrategia de su competencia vía streaming (Netflix, Amazon y Hulu), quizá con la improbable intención de evitar el fenómeno que invade la TV mundial, la fragmentación de la segmentación de audiencias.
La enorme oferta en TV abierta, cable, satélite y streaming online (sin considerar canales YouTube), ha conseguido que existan demasiadas opciones para un auditorio que está aprendiendo a ver lo que quiere en lugar de conformarse con lo que “estén pasando en la tele”. Eso ha provocado, que las certezas de la TV comercial estadounidense se tambaleen. Si la segmentación del mercado se inventó para dar precisamente ese tipo de certidumbre, fueran económicas o simplemente demográficas.
Hasta hace poco era claro que si tu producto estaba destinado a un público adolescente, tu publicidad debía orientarse a canales como CW ( Arrow), mientras que el segmento afroamericano implicaría apostar quizá por el Empire de la Fox. El esquema se complica cuando la televisora decide generar una serie que garantice cierto segmento a sus patrocinadores y la complejidad no radica puramente en la mayor oferta. Ya no bastan los criterios previos que se aterrizaban en estereotipos demográficos o económicos; esos que llevan a ciertos programas a tener anuncios de maquillaje y yogurt, mientras otros anuncian tabletas y planes de datos para celulares y unos más apuestan por automóviles de lujo y herramientas para remodelar tu casa.
La conjunción de medición de audiencias, con estrategias de seguimiento de usuarios vía cookies (como los que realizan Facebook y Google) ayudan a determinar gustos de ciertos segmentos, pero ya no sólo importa que seas de tal raza, urbano, empleado, recién casado o con hijos pequeños, también importa cómo te percibes a ti mismo, y cada vez más ésta se sale del cajón que buscaba la televisora.
El caso de Aquarius es particularmente controvertido. La serie pretende ser un policiaco episódico semanal, que tiene como trasfondo la década más estereotipada y heterogénea de la cultura estadounidense: los años 60. Hay una trama prevaleciente que alterna la historia de un policía conservador, Sam Hodiak (David Duchovny) con el surgimiento de esa figura emblemática del horror californiano por excelencia: Charles Manson (Gethin Anthony).
Es casi imposible establecer una narrativa que combine personajes reales y ficticios en esa precisa década (y California), sin recurrir a estereotipos naturales, producto de la construcción cultural realizada tanto por Hollywood como por la propia narrativa histórica y sociocultural de su país. La serie es un crisol inevitable donde confluyen hippies, black panthers, corrupción republicana, sexismo laboral, conflictos raciales, la lucha por los derechos civiles, la guerra de Vietnam, protestas, policías represivos, promiscuidad, homofobia, uso frecuente de drogas y alucinógenos, narcotráfico y muy (pero muy) buena música. Y en su construcción los creadores presuponen que el propio espectador aportará al contexto su propia idea de los años 70.
Duchovny aporta tanto carisma como suele, llevando prácticamente el peso de la serie sobre los hombros, aunque en ciertas instantes resulte poco convincente. Su colega Shafe (un joven policía encubierto idealista) y la ambiciosa Charmain (Claire Holt) llevan la batuta policíaca, mientras que cada capítulo visita la comuna de Manson y su pasaje de un discurso de amor y paz, hacia lo que años después constituiría el emblema del satanismo y la violencia homicida.
Es una década complicada para recrearse en televisión abierta, aún considerando las advertencias al público televidente antes de cada episodio. La legislación para la TV abierta en su país, sigue impidiendo las licencias con las que cuenta el cable, para empezar en lenguaje, pero también en lo que puede mostrarse en pantalla. Y sin embargo, Aquarius consigue dar credibilidad a sus dos polos morales, el descontento y alcohólico Hodiak y el próximo a ser genio del mal, Manson.
La serie nunca cae en impostar discursos actuales o trivializar los dilemas de la época en reducciones manejables. No hay un episodio malo, y si alguna escena nos remite a la amplia filmografía que se ha valido de la época (de Oliver Stone a Spike Lee, de L.A. Confidential a Easy Rider pasando por Helter Skelter), los referentes son inevitables. Los 60 son territorio conocido.
No es claro aún si NBC renovará la serie para una segunda temporada, pero por lo pronto estos trece episodios ofrecen un viaje ambicioso, provocativo y eficaz a la década que se llamó el inicio de la era de acuario.