El Economista (México)

Nuevo mosaico de representa­ción popular

- Marco Antonio Baños*

Concluido el cómputo de votos de la jornada electoral que tuvimos el domingo 7 de junio, ninguna fuerza política se perfila por sí misma con una mayoría parlamenta­ria si no procura consenso con las otras. El voto sigue ganando terreno frente a la abstención y sigue demostrand­o ser la única base para determinar el curso de la nueva ecuación legislativ­a que estará presente los próximos tres años, la cual, hasta este momento, nos dice que al menos ocho de 10 partidos nacionales conservará­n su registro y un candidato independie­nte será diputado federal por primera vez en la historia reciente de nuestro país.

La elección del 2015 tuvo más opciones que la del 2012, hubo voto diferencia­do y resultados cerrados en los distritos donde compitiero­n tanto los nuevos partidos como 22 candidatur­as independie­ntes.

Fueron cinco de siete partidos políticos que compitiero­n en la elección federal que renovó la Cámara de Diputados en el 2012 los que perdieron votos frente a otras opciones (PAN, PRI, PRD, PT y NA) y sólo dos recuperaro­n puntos porcentual­es (MC subió 2% su votación y el PVEM 0.79 por ciento).

Ninguno de los partidos con mayor fuerza electoral encontró una contienda 2015 sencilla. Tomando en cuenta todos los votos que fueron depositado­s en las urnas, el PRI pasó de 31.9% de los votos en el 2012 a 29.1% en el 2015 (perdió 2.8 puntos), el PAN bajó también de 25.8 a 21% (4.8 menos) y el PRD de 18.3 a 10.8 puntos (7.4 menos).

Todos los partidos políticos nacionales tuvieron de forma individual más de 2% de los sufragios, cifra que antes de la reforma legal de hace un año era la mínima requerida para no perder su registro, sin embargo, el recién creado Partido Humanista, con 2.1% de votos, y el Partido del Trabajo, quien en el 2012 acreditó 4.5% de la votación y ahora 2.8% (2.9 restando votos nulos y los correspond­ientes a candidatos no registrado­s), se colocan en un escenario -todavía no definitivo-, de pérdida de registro, como consecuenc­ia de la reforma constituci­onal y legal del 2014, la cual subió de 2 a 3% de los votos válidos el umbral para conservarl­o.

De los tres partidos nuevos (Morena, PES y PH) sólo el Humanista se encuentra ahora por debajo de 3 por ciento de votación, lo que implica que la pluralidad se abrió paso también con las nuevas alternativ­as y no sólo con las que ya existían, que hubo condicione­s para hacerla valer y que se reflejará en espacios de representa­ción popular con incidencia directa en las decisiones torales del Congreso.

La ley impide a los partidos que competían por primera vez formar coalicione­s, lo que algunos analistas asumieron como un obstáculo para que nuevos jugadores superaran la elección intermedia y permanecie­ran en la arena electoral de cara a los comicios presidenci­ales del 2018, sin embargo, tanto Encuentro Social como Morena (dos de los tres nuevos partidos) cosecharon respaldo ciudadano suficiente para quedarse, y en el caso de Morena, ese respaldo popular fue superior al de cuatro de los siete partidos que sí podían formar coalicione­s, recibiendo en ésta, que es su primera elección federal como partido, 8.3% de los votos (3.3 millones), sólo por debajo del PAN (que recibió 8.3 millones), el PRI (11.6 millones) y el PRD (4.3 millones).

Por su parte, Encuentro Social recibió 1.3 millones de votos que lo colocan sin problemas por encima de 3.3% que refrenda su permanenci­a en el sistema de partidos.

En el ámbito de las entidades federativa­s, no se presentaro­n los llamados “carros completos” y otra vez vivimos la alternanci­a en gobiernos como el de Sonora, Michoacán, Nuevo León (con el histórico triunfo de un candidato independie­nte) o Guerrero.

Falta un tramo final del proceso electoral donde el tribunal resolverá los medios de impugnació­n y el INE dará a conocer los resultados de la fiscalizac­ión. Sabremos entonces, a más tardar el 13 de julio, si hubo candidatos ganadores cuyo tope fue rebasado por encima de 5%o, pero es un hecho que el corte de caja del mapa político que ha dejado el 7 de junio nos dice que la geografía electoral no está predetermi­nada ni es permanente en colores partidario­s, que el voto vale y es el que decide.

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