La economía de la mota
De la despenalización de la mariguana será razonable esperar una mayor producción y de ésta, precios más bajos con consumos más amplios…
Se ha venido fortaleciendo la moda de proponer soluciones simplistas y fáciles a problemas complejos del mundo contemporáneo. Un caso particularmente ilustrativo es el de la despenalización del consumo de la mariguana por motivos “lúdicos” o “recreativos”. La gran mentira se empieza a desnudar desde esos calificativos hipócritas y desorientadores. Lo primero que ocurre preguntar es cómo va a detectar la autoridad los motivos del consumidor de la hierba. ¿Y si los motivos no fueran esos sino, por ejemplo, estimular la excitación sexual o intenciones medicinales, querrá decir que el usuario ya incurrió en delito?
La despenalización de la mariguana viene siendo tratada con una superficialidad que preocupa. Se piensa con un simplismo apriori que si se permite el consumo de la hierba se ganará en libertad individual y todo lo demás permanecerá constante. Es de este último supuesto de donde proviene el principio de falsedad en la argumentación sobre el tema. Todo tiene su origen en un elemento fundamental de la ciencia económica: los agentes económicos reaccionan y se acomodan frente a cambios en su realidad.
¿Cuál es la primera consecuencia que cabría esperar de la despenalización de la mota?. Muy sencillo: que su producción aumentara ante el permiso de su consumo por razones lúdicas. La idea es que los consumidores en esa situación siembren su propia mota. Y ante esa perspectiva, surgen al menos dos posibilidades viables: ¿qué pasaría si uno de esos consumidores legales en lugar de cultivar su mota deseara comprarla en el mercado? ¿Cómo debería la ley tratar el caso del consumidor-cultivador que decida vender sus excedentes a otros grifos?
No cabe hacerse muchas ilusiones. La despenalización de la hierba llevará a una mayor producción y de ésta será razonable anticipar precios más bajos. Todo lo demás constante, con precios más reducidos será concebible esperar una mayor demanda. Es decir, a la población grifa habrán de sumarse nuevos consumidores que adquirirán la anticultura de la drogadicción: “maese”, “maestro, vamos a elevarnos…”.
Pero el factor más preocupante no es el de la contaminación, sino otro aún más peligroso: el de la intensificación en el consumo. En los círculos de expertos es ampliamente conocido que la mota es siempre el trampolín para experimentar con otras drogas más poderosas y dañinas. ¿Y entonces que propondrá la palucha demagógica? Que los pericos cultiven su propia coca y hasta sus anfetaminas por motivos lúdicos.