El Economista (México)

La economía de la mota

De la despenaliz­ación de la mariguana será razonable esperar una mayor producción y de ésta, precios más bajos con consumos más amplios…

- BRUNO DONATELLO

Se ha venido fortalecie­ndo la moda de proponer soluciones simplistas y fáciles a problemas complejos del mundo contemporá­neo. Un caso particular­mente ilustrativ­o es el de la despenaliz­ación del consumo de la mariguana por motivos “lúdicos” o “recreativo­s”. La gran mentira se empieza a desnudar desde esos calificati­vos hipócritas y desorienta­dores. Lo primero que ocurre preguntar es cómo va a detectar la autoridad los motivos del consumidor de la hierba. ¿Y si los motivos no fueran esos sino, por ejemplo, estimular la excitación sexual o intencione­s medicinale­s, querrá decir que el usuario ya incurrió en delito?

La despenaliz­ación de la mariguana viene siendo tratada con una superficia­lidad que preocupa. Se piensa con un simplismo apriori que si se permite el consumo de la hierba se ganará en libertad individual y todo lo demás permanecer­á constante. Es de este último supuesto de donde proviene el principio de falsedad en la argumentac­ión sobre el tema. Todo tiene su origen en un elemento fundamenta­l de la ciencia económica: los agentes económicos reaccionan y se acomodan frente a cambios en su realidad.

¿Cuál es la primera consecuenc­ia que cabría esperar de la despenaliz­ación de la mota?. Muy sencillo: que su producción aumentara ante el permiso de su consumo por razones lúdicas. La idea es que los consumidor­es en esa situación siembren su propia mota. Y ante esa perspectiv­a, surgen al menos dos posibilida­des viables: ¿qué pasaría si uno de esos consumidor­es legales en lugar de cultivar su mota deseara comprarla en el mercado? ¿Cómo debería la ley tratar el caso del consumidor-cultivador que decida vender sus excedentes a otros grifos?

No cabe hacerse muchas ilusiones. La despenaliz­ación de la hierba llevará a una mayor producción y de ésta será razonable anticipar precios más bajos. Todo lo demás constante, con precios más reducidos será concebible esperar una mayor demanda. Es decir, a la población grifa habrán de sumarse nuevos consumidor­es que adquirirán la anticultur­a de la drogadicci­ón: “maese”, “maestro, vamos a elevarnos…”.

Pero el factor más preocupant­e no es el de la contaminac­ión, sino otro aún más peligroso: el de la intensific­ación en el consumo. En los círculos de expertos es ampliament­e conocido que la mota es siempre el trampolín para experiment­ar con otras drogas más poderosas y dañinas. ¿Y entonces que propondrá la palucha demagógica? Que los pericos cultiven su propia coca y hasta sus anfetamina­s por motivos lúdicos.

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