Tiempos difíciles y políticas para reducir el malestar
En la reunión Cumbre de Negocios 2015, celebrada en Guadalajara, Jalisco, el presidente Enrique Peña Nieto reconoció que no se han alcanzado los niveles esperados de crecimiento económico debido a factores externos negativos. Le asiste la verdad, misma que es válida para toda América Latina, cuya dependencia del exterior es su principal talón de Aquiles.
Lo que también es cierto es que no se advierten en el entorno signos que sugieran revertir las tendencias. Estados Unidos crece lento, Europa está estancada y China se desacelera pese al empuje de los servicios. Y hay muchos nudos en los problemas globales, tanto políticos como económicos.
Para los países latinoamericanos hay tres factores que fueron positivos pero que se agotaron: 1) la exportación de materias primas a precios altos, 2) la entrada masiva de capitales foráneos, 3) la demanda de China que favoreció a todo el mundo.
Ahora los capitales salen, las exportaciones bajan y las monedas se deprecian. Para este año, según el FMI, la economía latinoamericana acusará en su conjunto un PIB de -0.2% y la deuda externa se elevará para representar 30% del PIB, nivel muy manejable.
El caso más dramático es Brasil, el líder regional. Vive una gran vulnerabilidad después de una prolongada etapa de bonanza. Pero además, un bloqueo político y casos graves de corrupción que se relacionan con factores externos.
Con todos los problemas, nuestro país la está librando. Paul Krugman, destacado economista, Premio Nobel de Economía, reconoció en la reunión citada lo siguiente: “La economía mexicana va en dirección correcta y parece que está lejos de las crisis; la estabilidad es un buen primer paso”.
Lo importante en esta etapa de vacas flacas para América Latina es afrontarla con imaginación, porque hay avances realizados que pueden sufrir retrocesos. Un ejemplo es que si bien tiene la peor distribución del ingreso del mundo, es evidente que ha existido una mejoría, misma que puede afectarse por la inminente elevación del déficit fiscal. Además, recordemos que la desigualdad impide el crecimiento económico.
¿Cómo se puede reducir el malestar? En primer lugar, tratando de evitar una próxima crisis financiera por todas sus consecuencias negativas. América Latina ya tuvo experiencia de ella en los 80 en el siglo pasado con la década pérdida, en que la deuda externa se multiplicó por 15 y se agotaron las reservas monetarias, las devaluaciones encarecieron las importaciones y la inflación se fue por las nubes. La región que crecía a 6% entró en recesión.
Esta experiencia dolorosa fue aprendida, aunque condujo a la aplicación de las medidas estrictas del Consenso de Washington y después el relajamiento por el boom de las exportaciones de materias primas. Ahora el factor perturbador es el inminente incremento de las tasas de interés de Estados Unidos.
En segundo lugar se tiene que apostar por un crecimiento económico más equilibrado. La desindustrialización ha sido excesiva y la inversión en tecnología muy baja. También hace falta mucho para tener una educación de calidad, un sector público eficaz y una modernización de las infraestructuras.
Organizar la política de desarrollo económico y social significa fortalecer aquellas ventajas y potencialidades que conduzcan a elevar la productividad global de la economía. Y eliminar atajos ilusorios.