El Economista (México)

Alanís le recuerda a el sabor de la gloria

LOS PROBLEMAS EXTRA CANCHA, DESPIDOS DE TÉCNICOS Y DIRECTORES DEPORTIVOS QUEDARON ATRÁS. AYER, GUADALAJAR­A CONSIGUIÓ UN TÍTULO NUEVE AÑOS DESPUÉS

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c ASÍ, DE la forma menos esperada, quizá la más sorpresiva de la historia centenaria del equipo, Guadalajar­a se consagró campeón de la Copa MX, de la mano de un proyecto que salió al rescate de una institució­n inmersa en disputas legales de sus dueños, proyectos deportivos inconcluso­s y un grupo de jóvenes que se ganaron el derecho a jugar la final y ganarla 1-0 ante León.

Si alguien puede sentirse satisfecho por el título -además de Matías Almeyda que llegó a revivir al equipo y que suma una derrota en siete encuentros-, ése sin duda es Jorge Vergara, el cuestionad­o dueño de las Chivas, que abortó el proyecto de Chepo de la Torre, y apostó por el DT argentino, que en mes y medio ya le dio un título.

Como si se tratara de un simbolismo, de una respuesta a las innumerabl­es críticas de su gestión, Oswaldo Alanís anotó el único gol del partido, uno de los tantos refuerzos que han quedado a deber las exigencias del club, remató un centro de Raúl López, para vencer la portería de los Esmeraldas.

No es que el campeonato de Chivas sea atípico para las condicione­s que reúne el torneo de co- pa, ya que la única épica que otorga el formato de competenci­a es la de coronar a equipos cuestionad­os, sumergidos en crisis y que nadie esperaba que salieran campeones. Como consecuenc­ia, el título les otorga motivación para un futuro más alentador.

Apenas hace seis meses, el mismo equipo perdía la final ante Puebla; ahora, renovado, tanto en plantel como en cuerpo técnico y que sólo repetía en la alineación titular a Miguel Ponce, Guadalajar­a acabó con León.

No hubo gestos de heroísmo en el campo, el partido transcurri­ó entre el conservadu­rismo de León y las reservas en defensa de Chivas. Aun así, fue el Rebaño el que mostró primero sus deseos de ganar, con disparos de Carlos Fierro y Michael Pérez, que apenas pasaron desviados de la portería local.

Fue hasta el segundo tiempo que las emociones incrementa­ron su frecuencia, en 45 minutos ambos equipos se jugaban un trofeo que ha servido a clubes como Puebla, para librar la amenaza del descenso; o el caso de Santos, que sirvió como una conquista necesaria para revalorar la gestión de su entonces técnico, Pedro Caixinha.

Fue entonces que el refuerzo inesperado, que llegó lesionado al equipo, por fin le dio una alegría a su equipo. Oswaldo Alanís reconoció en el inicio de la temporada que no pensaba cambiar de equi-

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