El síndrome de
La situación generalizada del mundo nos hace sentir que hemos perdido el tren. El consuelo es que no estamos solos y que probablemente nada nos engaña tanto como nuestro propio juicio. La historia nos enseña de experiencias de recuperación y capacidad para moldear un futuro mejor. Creer que las crisis son irreversibles es un error.
México ha recibido varias estocadas por la situación internacional que no se muestra favorable. Lo más grave ahora es el precio del petróleo, que está a la baja, y las estimaciones internacionales no son halagüeñas.
El mercado petrolero cambió totalmente con la producción estadounidense que superó la situación deficitaria para convertirse en exportador de crudo, hecho manifestado con los recientes envíos a refinerías europeas, principalmente de Alemania y Francia. Esto era impensable hace cinco años, cuando Estados Unidos era el mayor importador del mundo. Los países árabes, por su parte, tienen exceso de producción. Ambos factores asociados a la debilidad económica global han situado al precio del petróleo que se negocia en Nueva York en alrededor de 26 dólares.
A esta situación habrá que agregar la decisión de Irán de aumentar su participación en el mercado petrolero mundial. Este país tiene la cuarta posición en reservas internacionales y la segunda en gas. De ahí sus tensiones con otra potencia energética: Arabia Saudita.
La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en estas circunstancias no ha podido fijar un techo de producción de crudo, lo que crea inestabilidad en el mercado petrolero.
Para México el descenso del precio del petróleo es una amenaza muy peligrosa debido a que la mezcla mexicana está en los 18.90 dólares, acercándose al nivel de 10 dólares, que es cuando el producto es rentable. Estamos, por tanto, en la cuerda floja. Los efectos son graves para la economía y las finanzas públicas.
Otro problema mundial es China porque su desaceleración afecta a toda la economía mundial. Su comercio exterior cae por primera vez desde la crisis financiera.
El país asiático está viviendo la transición de una economía basada en la industria a una de consumo privado, lo que ha conducido a incrementos salariales.
Estas reformas tienen consecuencias sociales y económicas. Antes se decía que, mientras los países discutían sobre cuestiones macroeconómicas, los chinos exportaban. Ahora resulta que las empresas chinas sobreinvirtieron, lo que explica que muchas fábricas no tengan demanda y rentabilidad suficiente para pagar los créditos contratados para expansión productiva.
La eurozona está peor, con un estancamiento secular y con una inversión cada vez menor. Por eso se recomienda de manera reiterativa que Europa necesita un plan de estímulo fiscal en inversión pública, financiada con eurobonos. Paradójicamente el terrorismo motivó a elevar el gasto público en Francia y la inmigración proveniente de los países árabes ha significado más gasto para Alemania. Pero no es insuficiente.
La situación en México no es diferente a la que están viviendo muchos países afectados por el deterioro del precio del petróleo, la contracción China y los desplomes de los precios de las materias primas. Ello crea escasez de recursos, pero también obliga a la abundancia del sentido para afrontar las difíciles encrucijadas. China lo está haciendo reestructurando su sistema económico para hacerlo competitivo con mayor valor tecnológico, aunque ello signifique vulnerar el crecimiento económico de corto plazo. Otros países con grandes dificultades políticas y económicas buscan expectativas de crecimiento que permita a la gente respirar nuevos aires de optimismo, contrarios a la resignación.