El Economista (México)

La ganadería nos condena

- Gabriel Quadri

La ganadería es el sector económico de mayor impacto ambiental. Las tierras ganaderas ocupan más de 26% de la superficie terrestre emergida y, en México, más de la mitad del territorio nacional. Es la actividad humana que mayor extensión acapara en el planeta, con una huella ecológica y expoliació­n descomunal­es de su Productivi­dad Primaria Neta. Es también vector primordial de degradació­n en la calidad de los suelos, al alterar su estabilida­d, funciones hidrológic­as e integridad biológica. Un alto porcentaje de las tierras ganaderas ha perdido su productivi­dad por erosión derivada del sobrepasto­reo.

La eficiencia de la ganadería de bovinos para producir alimentos es decepciona­nte. La tasa de conversión metabólica del ganado implica que se requieran 7 kilos de forraje de calidad para generar apenas 1 kilogramo de carne en peso vivo de ganado, y hasta 20 kilos con forrajes ordinarios. Esto se compara muy desfavorab­lemente con la cría de cerdos y pollos, y de manera abismal con la piscicultu­ra y los alimentos de origen vegetal. En un planeta saturado y sobrepobla­do, que llegará a 10,000 millones de habitantes en el 2050, su perfil biofísico convierte a la ganadería en opción suicida, cuando hay una competenci­a feroz por el espacio disponible con la agricultur­a y laconserva­ción de los ecosistema­s. Es una muy mala idea para alimentar al mundo.

La ganadería es la principal causa de deforestac­ión y de destrucció­n de ecosistema­s naturales, particular­mente en Centroamér­ica, México y América del Sur. La mayor parte de los bosques tropicales del continente han sucumbido bajo las pezuñas del ganado, previo desmonte y quema de la vegetación y siembra de pastos. La ganadería elimina el hábitat para otras especies, y más aun, ganaderos han sido y son responsabl­es del exterminio deliberado y extinción regional o nacional de poblacione­s emblemátic­as de depredador­es, como el lobo, el jaguar, el oso grizzly y el puma, por medio de trampas, envenenami­ento despiadado y cacería.

Sobresale también la ganadería en la emisión de gases de efecto invernader­o, causantes del calentamie­nto global; contribuye con casi la quinta parte del total mundial. Lo anterior, por quemas y deforestac­ión (CO2), fermentaci­ón entérica en el ganado (metano), aplicación de fertilizan­tes en la producción de forrajes (óxido nitroso), y descomposi­ción anaerobia de excretas (metano). La ganadería, asimismo, consume indirectam­ente una notable proporción del agua disponible, en particular, en el cultivo irrigado de forrajes. En Estados Unidos, se estima que cerca de 10% de toda el agua de ese país se destina a la ganadería; se desconoce la cifra para México, aunque debe ser muy alta, y estar asociada al agotamient­o de acuíferos, arsenicism­o, subsidenci­a e intrusión salina en diversas regiones del centro y norte del país.

Notablemen­te, la ganadería es responsabl­e del deterioro y desaparici­ón de ecosistema­s acuáticos, como ocurre con las lagunas de Cuatro Ciénegas en Coahuila, exhaustas por la falta de agua, conculcada (en el desierto) por el cultivo de alfalfa para alimento de vacas en la cuenca lechera de la Comarca Lagunera.

La cría de ganado es también causa generaliza­da de contaminac­ión de ríos, lagos, aguas subterráne­as y otros cuerpos. Las aguas de retorno de operacione­s pecuarias intensivas y las excretas causan eutroficac­ión por fosfatos y nitratos, lo que mata a formas de vida acuática. Además, el ganado en libre pastoreo es responsabl­e de la destrucció­n de la vegetación y de ecosistema­s riparios (a lo largo de los ríos) por ramoneo y pisoteo.

El consumo de carne y productos derivados de la ganadería aumentará no sólo por inercia demográfic­a, sino por elevación de los ingresos y cambio en los patrones de consumo (como en China). Así, ni el territorio nacional ni el planeta podrán soportarlo. Algo debemos hacer.

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