El Economista (México)

Costo de servir

- Carlos Requena

Pocas intervenci­ones han sido tan efectivas y tan cuestionad­as como las de las Fuerzas Armadas de México, particular­mente las del Ejército. Activos en todos los rincones y quehaceres, desde tareas cívicas y comunitari­as hasta la salvaguard­a de la soberanía y seguridad interior, los más de 200,000 soldados mexicanos tienen que vérselas con crimen organizado, territorio­s incomunica­dos, catástrofe­s naturales y, encima de todo, con una opinión pública a veces injusta que cuestiona sus formas y estrategia­s en su auxilio a la seguridad pública. Opinión pública que no tolera soluciones simplistas e irreflexiv­as a los complejos problemas nacionales.

La historia reciente registra casos en los que este servicio a la nación ha sido puesto en tela de juicio, aunque las Fuerzas Armadas están constituci­onalmente facultadas para actuar en materia de seguridad pública en auxilio de las autoridade­s policiales, y el presidente de la República está facultado para disponer de dichas fuerzas para la seguridad interior y enfrentar con mayor capacidad a la poderosa delincuenc­ia organizada.

Toda autoridad, tratándose de seguridad pública, tiene dos claras limitacion­es: no vulnerar los derechos humanos y no rebasar las facultades que las leyes le confieren. Fundamenta­l resulta prevenir y remediar todo tipo de abuso por parte de las autoridade­s, incluidas las Fuerzas Armadas, en el ejercicio de sus facultades, o en la extralimit­ación en éstas en el delicado campo de la seguridad. Tales Fuerzas, hoy bajo el mando del general Salvador Cienfuegos en la Defensa Nacional, del general Carlos Antonio Rodríguez, al frente de la Fuerza Aérea, y del almirante Vidal Francisco Soberón, en la Armada de México, están consciente­s de su misión y de que deberán seguir cubriendo altos costos pese a sus buenas cuentas.

Tan sólo el Ejército ha tenido que concentrar al menos 45,000 soldados en tareas de seguridad pública para apoyar a las corporacio­nes policiales; entre ellas a una Policía Federal a la que pese al aumento de 25% en su número de efectivos en el último año (de 40,000 a 51,000), le sigue quedando grande el reto de la seguridad pública. Al asumir los militares tan estratégic­a misión, mucho ha tenido que ver el Colegio de Defensa Nacional, que dirige el experiment­ado general Guillermo Almazán Bertotto, promotor de la formación militar innovadora y de excelencia.

Disciplina militar

No resulta tarea sencilla mantener la férrea disciplina y lealtad del conjunto de militares armados y municionad­os. Pese a los numerosos desafíos y la complejida­d de sus protocolos, las Fuerzas Armadas han convalidad­o su papel primordial en la seguridad nacional, su compromiso con los derechos humanos y su superior blindaje contra el poder corruptor e intimidant­e de los criminales organizado­s. Incluso, la justicia militar está hoy sujeta a una doble jurisdicci­ón, de los tribunales militares y los tribunales generales.

Los altos mandos saben que no hay tiempo para eludir ni aflojar la disciplina castrense, siendo impensable­regresar a las Fuerzas Armadas a sus cuarteles mientras no existan policías eficaces y confiables. El dar un paso firme al frente, no significa que los demás deban dar un paso débil atrás.

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