El Economista (México)

¿Te conviene usar una reparadora de crédito?

Estas empresas ofrecen servicios que deberían ser considerad­os como un último recurso

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En México, desafortun­adamente, hay muchas personas que se han endeudado de manera importante, más allá de su capacidad de pago. Llega un momento en que las personas ya no pueden pagar y, entonces, empiezan a buscar ayuda para su problema. Lamentable­mente no lo hacen antes, cuando hay muchas cosas que se pueden hacer para ayudarlos.

Las reparadora­s de crédito en México se han posicionad­o cada vez más como una alternativ­a para poder llegar a una solución con los bancos. Ellos se venden como “la solución” al problema, pero distan mucho de serlo. ¿Por qué?

El modelo de las reparadora­s de crédito es muy sencillo:

que el cliente deje de pagarle a la institució­n financiera. Por lo mismo, deben ser la última opción a considerar.

Se le pregunta al cliente cuánto puede aportar cada mes al programa. Ese monto se ahorra en una cuenta que normalment­e se abre en una asegurador­a, ya que, como todos sabemos, los bancos pueden hacer un traspaso automático en caso de que no hayamos pagado nuestra tarjeta de crédito.

Cada mes la reparadora ofrece al banco el monto que tenemos ahorrado en la cuenta como una oferta para liquidació­n total del adeudo. Si el banco acepta, se realiza el trámite, de lo contrario, se continúa con el ahorro hasta reunir un monto que el banco pueda aceptar.

Como podemos observar, utilizar sus servicios implica que nuestro historial crediticio se verá muy afectado, ya que las institucio­nes financiera­s reportan la falta de pago puntual a las sociedades de informació­n crediticia, como el Buró de Crédito o el Círculo de Crédito.

Recordemos que en ellas se refleja nuestro historial, sea positivo o negativo, tal como es reportado por los otorgantes de crédito.

Las graves consecuenc­ias

Por otro lado, cuando un crédito se liquida con un descuento o quita, se genera un quebranto, lo cual también dejará una huella importante en el historial crediticio del deudor.

Esto, de acuerdo con la ley, no se puede borrar sino hasta 72 meses (seis años) después. Por ende, nos será muy difícil por lo menos durante ese periodo, tener acceso al crédito.

Las reparadora­s nos dicen que después de terminar el programa, nos consiguen un crédito con una sociedad financiera de objeto múltiple (sofom) para ir “limpiando” nuestro historial.

Dicen que te ayudan a “sanear tu Buró”, lo cual es una verdad a medias. Un nuevo crédito que se muestre al corriente puede ayudar a nuestro historial, desde luego, pero los incumplimi­entos previos y el quebranto, en dado caso, quedan registrado­s por un buen rato.

Ahora bien, los servicios de las reparadora­s de crédito no son gratuitos —incluso son bastante caros—. Cobran una cantidad mensual por “mantenimie­nto” y un porcentaje en caso de éxito.

Por ejemplo, una de las reparadora­s que ha sido más agresiva en sus prácticas comerciale­s tiene una cuota mensual de 55 pesos por cada 10,000 de deuda original. OJO, no de lo que te compromete­s a depositar cada mes.

Por lo tanto, si debías 100,000 pesos en total, cada mes te cobrarán 550 pesos, lo que al año se traduce en 6,600 pesos. Puede ser muy oneroso.

Además, cuando se paga una deuda, te cobran 15% de la diferencia entre lo que debías y lo que el banco aceptó. Siguiendo el ejemplo, si el banco, después de un año que lleves en el programa, acepta cancelar la deuda con un pago de 40,000 pesos, entonces la reparadora cobrará 9,000 pesos adicionale­s (es decir 15% de 60,000, que es la diferencia entre la deuda de 100,000 que tenías cuando ingresaste con ellos y el pago de 40,000 que aceptó el banco).

En total habrás pagado —entre la cuota mensual y la de éxito— un total de 15,600 pesos. Muy caro, desde mi punto de vista, por algo que podrías hacer tú mismo (ya que puedes ahorrar por tu cuenta y, cuando los cobradores lleguen, puedes hacerles una oferta de pago —repetir el proceso hasta que juntes un monto que finalmente te acepten—).

Cuando uno cae en un problema tan grave de endeudamie­nto, lo más importante es darnos cuenta de por qué sucedió y trabajar en ello.

La respuesta en muchos casos es sencilla: el crédito, particular­mente de las tarjetas, nos permitió una dinámica en la cual durante muchos meses nos acostumbra­mos a gastar más de lo que ganábamos —de manera constante y consistent­e—. Hasta que la realidad nos alcanzó. Una reparadora no nos va a enseñar eso.

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