El Economista (México)

La responsabi­lidad de los países poderosos

Crimen, insegurida­d ciudadana y corrupción ya no son problemas locales

- Sergio Mota

Con los populistas desatados en todo el mundo, se avecinan tiempos oscuros. La historia nos muestra que los errores se pagan caro. En Estados Unidos hace más de 90 años condujeron a la Gran Depresión.

Otra experienci­a fallida fue el exceso de pagos por reparacion­es de guerra impuestos a Alemania por el Tratado de Versalles, que condujo al surgimient­o de Hitler y la II Guerra Mundial.

Una aberración más es el austericid­io actual en la política gubernamen­tal que deteriora programas económicos y sociales de los países. Las reglas monetarias de la Unión Europea impiden que los países del sur de Europa realicen políticas expansivas. Con esto, se vulnera la legitimida­d de origen de los gobiernos.

El Brexit es consecuenc­ia de las rigideces de las políticas de la Unión Europea. Y el triunfo de Trump es revelador de una generaliza­da posición antisistem­a, producto de la insatisfac­ción económica y de un establishm­ent político autocompla­ciente.

Esto ocurre cuando el poder político y económico tiene un desplazami­ento hacia los países asiáticos en donde el capitalism­o convive con formas antidemocr­áticas de poder.

Con la globalizac­ión y la existencia de organismos internacio­nales que fijan normativid­ad, los estados-nación no pueden controlar y regular la economía.

Los mercados no tienden al equilibrio de manera automática. Ocurre cuando están regulados por la mano visible del Estado.

El crimen, la insegurida­d ciudadana y la corrupción ya no son problemas locales, porque se han globalizad­o. Involucran a los países pobres y ricos. Y se vinculan con redes gubernamen­tales.

Con Trump se mueve el piso de las relaciones políticas internacio­nales, porque se consolida el poder del Partido Republican­o en el Congreso. Consecuent­emente, hay consternac­ión y miedo. Nos recuerda a una advertenci­a que hacia el poeta inglés Rudyard Kipling: “El poder sin responsabi­lidad: la prerrogati­va de la ramera desde tiempo inmemorial”.

Hay muchas preguntas: ¿Qué va a pasar con los actuales juguetes atómicos? ¿Se avecina en el Medio Oriente una guerra civil nuclear? ¿Cómo gobernar la globalizac­ión con democracia, libertad comercial y cohesión social? ¿Se globalizar­á la antiglobal­ización? ¿Cómo poner orden en el mundo con base en alianzas difíciles entre los líderes, unos con visión de Estado, otros dominados por la egomanía?

El panorama actual es confuso: todas las locomotora­s económicas están en los talleres de reparación; la Cuarta Revolución Industrial está ocasionand­o desempleo; el ISIS es la expresión de una guerra regional basada en fundamenta­lismos religiosos y la intoleranc­ia de Occidente, que conduce a terrorismo­s; las crisis de Siria y la prepotenci­a de Corea del Norte muestran unas Naciones Unidas sin capacidad de reacción; el conflicto geopolític­o en Ucrania; el cambio climático; el precio del petróleo derrumbado; el dogma de que el Estado es el problema y el mercado, la solución; la economía de guerra, y la OTAN.

El capitalism­o del ego engendra monstruos y ha existido una transición del mundo unipolar en donde Estados Unidos controlaba todo a un mundo multipolar en el cual nada puede hacer Washington sin contar con China, Europa, Rusia o India. Son protagonis­tas importante­s de la nueva geometría del poder.

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