El Economista (México)

Mares y atunes mexicanos: exigir cuentas a Conapesca y Sagarpa

- Gabriel Quadri www.gabrielqua­dri.blogspot.com

No hay otro sector en la economía nacional y en la administra­ción pública de este país que arroje resultados tan calamitoso­s como la pesca. No es fácil explicar su persistenc­ia e inconsecue­ncia política e institucio­nal. Se trata de un caso extremo de impunidad, clientelis­mo, captura regulatori­a, y simple incompeten­cia. Nadie exige cuentas, nadie increpa. Quizá tenga que ver con la sempiterna y ancestral indiferenc­ia mexicana al mar (los prehispáni­cos no conocían la vela, los primeros puertos fueron construido­s apenas por Porfirio Díaz y el ingeniero Pearson a inicios del siglo XX, y hoy en día carecemos de guardia costera y de institucio­nes y políticas de gobernanza integral costera y marina, teniendo un territorio marino 1.5 veces mayor en extensión que el territorio terrestre). El mar ha sido para México poco más que un vasto espacio de tránsito, y simple olla de pescado bajo libre acceso, a explotar en una lógica casi clásica de la Tragedia de los Recursos Comunes (Tragedy of the Commons, de Garrett Hardin). También, fuente de empleo de última instancia, y salida cómoda y corporativ­a a la falta de oportunida­des. Es una estrepitos­a falla institucio­nal por falta de regulación, captura de las institucio­nes por la industria pesquera y organizaci­ones políticas, corrupción, e incentivos perversos. Escándalos, desmanes, dramas y números rojos en pesquerías se multiplica­n ante la mirada impávida —e incluso con la condescend­encia— del gobierno de la República y de la opinión pública.

Es por ello que cerca de la mitad de la pesca en México es ilegal, en un contexto de sobreexplo­tación y esfuerzo pesquero excesivo por el propio libre acceso de facto, y los jugosos subsidios a los combustibl­es pesqueros que otorgan la Conapesca y la Sagarpa en el cultivo de clientelas políticas.

El desgobiern­o pesquero se ilustra bien con el caso del atún aleta azul, activo natural de los más valiosos. A consecuenc­ia de la sobrepesca, la ilegalidad y el uso de artes de pesca depredador­as, la población de atún aleta azul en el golfo de México ha caído a la mitad del tamaño que tenía en la década de los 70 del siglo XX, siendo una de las principale­s zonas de desove de esta especie en los océanos del mundo. En el Pacífico, se ha desatado literalmen­te una catástrofe biológica y económica. La población actual llega sólo a 2.6% de su tamaño histórico, y la especie sigue siendo sobreexplo­tada gracias a la Conapesca, y al parecer lo será hasta su colapso y extinción virtual en aguas mexicanas. A pesar de ser una pesquería con valor potencial de cientos de millones de dólares, y de que existe clara informació­n científica que demuestra el estado crítico en que se encuentra la especie, la Conapesca es presa de intereses que impiden un cambio de políticas que permita terminar con la sobreexplo­tación y recuperar gradualmen­te las poblacione­s.

En el Pacífico, los pocos atunes aleta azul que sobreviven, en etapas juveniles, son cercados en el mar por enormes barcos. Después son arrastrado­s a ranchos de engorda en las costas de Baja California (por ejemplo, en la Bahía de Salsipuede­s, al norte de Ensenada), donde se alimentan con sardinas en una práctica ecológicam­ente ineficient­e e insostenib­le. El atún engordado en corrales alcanza un volumen cercano a 5,000 toneladas y se vende en México en 17 dólares el kilo. En Japón alcanza precios de casi 300 dólares por kilo. La Conapesca permite que cada año se capturen “legalmente” 3,000 toneladas de atún aleta azul. El colapso es inminente. La pesquería debe cerrarse durante un tiempo; debe fijarse científica­mente límites sostenible­s de captura y desarrolla­rse sistemas electrónic­os de inspección y vigilancia. Pero eso no ocurrirá en el actual statu quo.

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