¿Recesión o depresión?
Aunque existen diversas taxonomías para clasificar las crisis financieras, Reinhart y Rogoff (2009) proponen una mera comprensiva y, al mismo tiempo significativo, de las variantes observadas desde hace siglos y hasta el presente.
Dichos autores se refieren
a: a. Las crisis de “incumplimiento soberano”, cuando un gobierno es incapaz de cumplir con los pagos de su deuda externa, doméstica o ambas.
b. Las crisis “bancarias”, cuando el problema principal consiste en la insolvencia de un segmento significativo del sector bancario debido a pérdidas significativas, “pánicos bancarios” o ambas causas (ésta fue una de las distintas manifestaciones que se presentaron durante la Crisis Financiera de 2007-2009).
c. Las crisis “cambiarias”, en las que la variable detonadora de las quiebras bancarias y turbulencia en los mercados es la devaluación (o la depreciación brusca) de la moneda nacional.
d. Las crisis “infraccionarías”, en cuyo caso el aumento de precios resulta equivalente al incumplimiento de los compromisos crediticios, ya que la inflación permite a todos los deudores (incluido el
gobierno) repagar sus deudas con una moneda que tiene menos poder adquisitivo en relación con el momento en que los créditos fueron otorgados.
e. Por último, las crisis financieras pueden tener una expresión múltiple, como fue el caso de la Gran Depresión de los 30, y también de la más reciente crisis financiera (2007-2009) y su propagación, la crisis de la deuda soberana de los países europeos (2007-2012)
Mishkin (1991 y 1996) se refiere a las crisis financieras “genéricas” como un fenómeno caracterizado por la turbulencia de los mercados financieros que da lugar a problemas de selección adversa y una repentina incapacidad de los intermediarios financieros para realizar adecuadamente su función de asignar fondos a las oportunidades de inversión que ofrezcan mayor potencial de creación de valor.
Por ejemplo, en 1992, la baja pronunciada en los precios del cobre, principal producto de exportación de Chile en ese entonces, provoca una profunda crisis macroeconómica (variación anual del PIB de - 14.5%), agravada por un proceso de privatizaciones indiscriminado y errático.
2. Resulta innegable la contribución del crédito alfuncionamiento dinámico de cualquier economía moderna (ver el trabajo clásico de McKnnon, R. 1973, o bien, Greenwood, J. y B. Jovanovic, 1990, Morck, R. M. Yaviz y B. Yeung, 2010, entre otros).
Después del golpe de Estado de 1973, el gobierno militar aplicó una estrategia de privatización para deshacerse de las empresas expropiadas durante el gobierno del socialista Salvador Allende. Esta medida propició el surgimiento de esquemas financieros tipo Ponzi, que fueron utilizados abusivamente por algunos grupos empresariales para hacerse de algunas compañías y en seguida endeudarlas con el propósito de adquirir más entidades privatizadas. Pero la desaceleración dejó consecuencias catastróficas para los empresarios y también para los banqueros que los habían financiado.
El mismo año ocurrió algo semejante en México, debido a la caída del precio del petróleo, que había alcanzado un máximo histórico en 1981, lo que propició el excesivo endeudamiento externo del gobierno mexicano.
La recesión (que esperemos no todavía depresión) que a nuestro juicio se avecina para el 2017 es una mezcla de todos los tipos de crisis: sobreendeudamiento del gobierno (que es el que en este momento debería ayudar a la economía con una política fiscal procíclica); una fuerte depreciación del tipo de cambio, causado por el fenómeno Trump y los bajos precios del petróleo, y una disminución de la inversión privada, ocasionada por el mismo fenómeno Donald, que prefiere retrasar las inversiones hasta que no queden claras las nuevas reglas del juego, como señala Jonathan Heath. ¿Recesión o depresión? Hagan sus apuestas.
*Máster y doctor en Derecho de la Competencia, profesor investigador de la UAEM y socio del área de competencia, protección de datos y consumidores del despacho Jalife& Caballero.