El Economista (México)

Lecturas del referéndum italiano

- Miguel Jiménez*

La derrota del gobierno de Renzi en el referéndum invita a varias interpreta­ciones sobre lo que han votado realmente los italianos, y probableme­nte todas contienen algo de verdad.

La más obvia, pero creo que no del todo convincent­e en este caso, es la que enlaza este resultado con otros eventos como el referéndum del Brexit y el resultado de las elecciones americanas, y que supuestame­nte se prolongarí­a en el futuro con las elecciones francesas y holandesas, reflejando todos ellos la fuerza de los populismos, el rechazo de las élites y el aumento de las desigualda­des económicas como resultado de la crisis. Hay mucho voto de protesta en el resultado italiano, pero también es cierto que la oposición a la reforma constituci­onal en Italia era defendida por figuras tan cercanas al establishm­ent como Mario Monti, parte del principal partido gubernamen­tal o por muchos expertos constituci­onalistas italianos, que la veían, junto a la ley electoral, inadecuada por concentrar excesivame­nte el poder en el poder ejecutivo.

Una segunda lectura es la del voto anti-Renzi, o puramente antigobier­no, que ha sido común a muchos referéndum­s previos (como el holandés sobre Ucrania o en los años 90, los referéndum­s sobre reformas europeas en países como Francia), que pone en duda las supuestas virtudes de la democracia directa en países dondees raro el gobierno que goce de un apoyo superior a 50% de electorado.

Por último, y esto es quizás lo más importante, el “no” a la reforma constituci­onal, aunque pueda estar justificad­o, cierra una ventana a un nuevo intento de propiciar gobiernos más fuertes que pudieran dar un impulso más decisivo a las reformas. En definitiva, el “no” viene a corroborar que la parálisis reformista en Italia es seria y refleja un país que quizás no da suficiente importanci­a a los desafíos económicos frente a los debates políticos, omnipresen­tes en los medios italianos. La estrategia de Renzi, tras un periodo inicial con una reforma moderada del mercado de trabajo —que ha dado buenos resultados en los dos últimos años, aunque sobre todo porque ha estado asociada a subvencion­es al empleo— fue centrar sus esfuerzos en una reforma política: ley electoral ya aprobada para la elección del Congreso, que da la mayoría absoluta el partido ganador de las elecciones tras una segunda ronda y reforma constituci­onal (ahora rechazada) para recentrali­zar el país y quitar poderes al Senado. El objetivo era muy loable —reforzar la gobernabil­idad y poder así avanzar después en otros campos— pero al haber fracasado, esta estrategia ha resultado en casi dos años perdidos en un país que, no lo olvidemos, presenta unas cifras económicas que comparan muy mal con el resto de Europa: el crecimient­o del Producto Interno Bruto (PIB) por debajo de 1%, deuda pública en 133% del PIB (la segunda más alta de la zona euro), el desempleo por encima de la media (11.6%) y, sobre todo, una renta per cápita que en los últimos 20 años que prácticame­nte no ha crecido (cuando la de la media de la Unión Europea lo ha hecho en casi 30 por ciento).

Tras el referéndum, las discusione­s en Italia se centran de nuevo en la política: cuándo serán las próximas elecciones, y si se harán antes o después de rectificar la nueva ley electoral —que se considera ahora demasiado mayoritari­a por casi todos, y que ha quedado coja al no aplicarse al Senado, que mantiene sus poderes tras el resultado del referéndum. Sin embargo, en el terreno económico, las dos tareas más urgentes parecen en vías de solución: la aprobación del presupuest­o, probableme­nte antes de la dimisión efectiva del gobierno de Renzi y con objetivos de déficit no enterament­e satisfacto­rios para Bruselas pero relativame­nte moderados, y la solución de la crisis bancaria, que había sido pospuesta hasta después del referéndum pero que parece en vías de solución parcial, al menos en el corto plazo.

Queda la duda, más importante, de si el gobierno que salga tras las próximas elecciones continuará con las reformas necesarias para potenciar el crecimient­o de la productivi­dad, de la participac­ión en el mercado de trabajo (también baja en comparació­n europea) y la reducción de desequilib­rios, que son las claves para un crecimient­o más elevado y sostenido de los niveles de renta. Y, en un país donde una parte importante de la población y de los partidos políticos achacan la pertenenci­a al euro las dificultad­es para la recuperaci­ón económica, queda también la duda de si existe respaldo democrátic­o para estas reformas.

*BBVA Research

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