El año de la mentira
El término “post-truth” hace referencia a y emociones personales, las cuales tienen influencia que los hechos objetivos.
Hace algunas semanas, el diccionario Oxford eligió su “palabra del año 2016”. La palabra fue “posttruth”, algo así como posverdad, definida como el momento en que “los hechos objetivos influyen menos en formar la opinión pública que las llamadas a las creencias y emociones personales”.
Estas incluyen la mayoría de los prejuicios, esas creencias casi inconscientes que distorsionan la percepción de la realidad en quien las tiene y son impermeables a cualquier dato o referencia comprobado.
Una de las maneras más comunes de conectar con esas creencias y emociones son las noticias falsas. Las noticias falsas creadas para manipular simulando reportes periodísticos creíbles y dispersarse a través de Internet a masas crédulas y dispuestas a compartirlas.
Este no es un fenómeno nuevo. Tiene sus orígenes en las estrategias militares de contrainteligencia, y está presente desde siempre en las campañas políticas y la cultura mediática con el nombre pavoroso de “publireportaje”.
Lo que cambia ahora es Internet. El rumor que circulaba de voz en voz o a través de la prensa más irresponsable y amarillista, hoy en día fluye a través de las redes sociales, conecta con las creencias y emociones del público y es difundido por este, muchas veces sin leerlo en su totalidad. Nunca más palpable que en la reciente elección estadounidense (y buena parte de la campaña para el Brexit).
Lo anterior ha llevado a Politifact, un sitio serio, ganador del Pulitzer, a convertir las “noticias falsas” en la mentira del año 2016. Etiqueta que Politifact asigna cada diciembre (2015 fue para algunas declaraciones de Trump, 2014 para las exageraciones alrededor del virus del Ébola, etcétera). Politifact cita ejemplos recientes:
Noticias falsas como “Hillary Clinton lleva una red de abuso sexual de menores a través de una pizzería de Washington”; o “miles de personas cantaron en un mitin de Donald Trump ‘odiamos a los musulmanes, odiamos a los negros, queremos nuestro país de vuelta”.
Politifact hace un argumento sólido: “Si las noticias falsas se han vuelto la señal más sólida de una sociedad pos-verdad, ¿cómo podemos siquiera hablar entre nosotros si no podemos estar de acuerdo en los hechos y premisas básicas?”
El propio Obama hace referencia a ello (citando quizá inadvertidamente a Albert Camus), en una entrevista que dio a David Remnick para The New Yorker después de la elección: “Vivimos en un ambiente mediático donde todo es verdad y nada es verdad”.
Obama añadió: “Una explicación sobre el cambio climático realizada por un científico ganador del Nobel se ve igual en Facebook que una negación elaborada por un charlatán en la nómina de un magnate petrolero. La capacidad para diseminar desinformación y teorías disparatadas de conspiración que pintan negativamente a los oponentes ha polarizado al electorado de tal manera que es casi imposible llevar una conversación”.
Para entender el ciclo de la noticia falsa basta seguir los efectos de un tuit de Donald Trump: “Trabajé duramente con Bill Ford para que dejara la planta de Lincoln en Kentucky”. (la automotriz nunca planeó cerrar la planta. Sólo iba a mover la producción de su SUV a México y aumentar la de camionetas Ford Escape en Kentucky).
Reconstrucción en Twitter hecha por el periodista James Poniewozik: Trump tuitea.
reporta la noticia sin verificar, basado en el tuit de Trump. La prensa libre de Detroit publica una corrección. La mañana siguiente muchos denuncian la mentira de Trump, pero ya para entonces “Trump salvó la fábrica” circula a toda velocidad por las redes sociales. corrige su sitio web con “Ford le dice a Trump que ya no moverá la producción de su SUV a México”. El hecho real es que no había empleos en riesgo.
Politifact argumenta que lo que más cambió en el 2016 no fue la existencia de foros de opinión donde los devotos de las teorías de conspiraciónintercambiaban correos electrónicos pidiendo REENVIAR A TODOS TUS CONTACTOS!!!
Ahora las mentiras de distribuyen vía Facebook, escalan sitios en las búsquedas de Google, y se comparten más y provocan más reacciones y comentarios que cualquier noticia real reportada por los medios tradicionales. Eso genera tráfico e ingresos publicitarios para sitios que inventan y reproducen las noticias.
Facebook y sus 1,800 millones de usuarios cambiaron el juego dando voz y difusión a cualquier cantidad de patrañas compartidas con un click. Después, el flamante presidente electo (y miembros de su futuro gabinete) repetían las mentiras dando la credibilidad de su nombre y posición.
Tanto Hillary mintió para defenderse como Trump para atacar (a ella y a los otros candidatos en la contienda interna de su partido). Ambos sufrían de poca credibilidad, pero Trump continuó siendo percibido como más auténtico.
Sabemos que los políticos mienten, pero ¿qué pasa cuando los medios, los tradicionales y sobre todo los alternativos, difunden las mentiras a precio de verdad y velocidad relámpago?
Se necesitan nuevas reglas (diría Bill Maher) y, por supuesto, una actitud más crítica al leer y claro, antes de dar click al botón de “compartir”.