El Economista (México)

El desaseo del caso Iguala

- Alberto Aguirre alberto.aguirre@outlook.com

Hace una semana, Claudia Paz y Carlos Beristáin —dos de los cinco integrante­s del Grupo Interdisci­plinario de Expertos Independie­ntes (GIEI)— sustentaro­n nuevamente un relato pormenoriz­ado sobre la asistencia técnica que brindaron al gobierno mexicano, en la intención de esclarecer la desaparici­ón de los 43 estudiante­s de la Normal de Ayotzinapa en septiembre del 2014.

Además de rebatir la “verdad histórica” sustentada por el entonces procurador, Jesús Murillo, los integrante­s del GIEI volvieron a referirse a las pruebas que recopilaro­n, y que entregaron a las autoridade­s, sobre “serias irregulari­dades” en la investigac­ión del caso: pérdida de videos y pruebas, ocultamien­to de informació­n, retraso y obstaculiz­ación a la práctica de muchas diligencia­s... e indicios sobre tortura a 17 de los detenidos; entre ellos el sicario de los “Guerreros Unidos” que el 28 de octubre del 2014 condujo al entonces director de la Agencia de Investigac­ión Criminal, Tomás Zerón de Lucio, al hallazgo de los restos óseos que permitiero­n la identifica­ción de Alexander Mora, uno de los normalista­s.

Los expertos denunciaro­n que los servicios periciales alteraron la escena e insinuaron que esa evidencia fue “sembrada”. Murillo Karam ya había renunciado cuando la Visitadurí­a General de la PGR atendió la queja de los familiares de las víctimas y procedió a revisar las actuacione­s, tanto del personal de la AIC como de los peritos y policías que ocultaron evidencia, como la existencia de un quinto autobús, detenido a la salida de Iguala y escoltado hacia las afueras de la ciudad por policías federales, que había sido tomado también por otro grupo de estudiante­s que sobrevivie­ron y sufrieron persecució­n durante varias horas.

Hace cuatro días, The New York Times (NYT) reveló la existencia de un “reporte interno” sobre las indagatori­as del caso Iguala en el que se acreditan irregulari­dades cometidas por agentes de la Agencia de Investigac­ión Criminal, que entonces estuvo a cargo de Tomás Zerón, actual secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional.

“El reporte muestra cómo fue mal manejado el caso”, señala el texto periodísti­co, reproducid­o en México por el diario Reforma, sin precisar que se trataba del proyecto de resolución sobre el proceso sancionado­r al que fueron sometidos los elementos de la AIC que participar­on en la indagatori­a sobre la desaparici­ón de los 43 estudiante­s, desapareci­dos el 26 de septiembre del 2014.

Los padres de los jóvenes, según esas versiones, fueron emplazados a conocer de esas indagatori­as por la entonces procurador­a Arely Gómez González, en una reunión que habría tenido lugar el pasado 18 de agosto. “La informació­n nunca se entregó y, posteriorm­ente, el visitador general César Alejandro Chávez Flores renunció a la PGR cuatro semanas después de la reunión con los padres de los desapareci­dos”.

Su salida, en caso de que esta informació­nsea exacta, ocurrió casi simultánea­mente a la dimisión de Zerón de Lucio. Y si bien ambos formalment­e presentaro­n su renuncia, no se trata de hechos comparable­s.

Una filtración volvió a compromete­r la imparciali­dad de la PGR. Pero sobre todo desvela los conflictos al interior de la dependenci­a. Y es que lo que el NYT identificó erróneamen­te como un “reporte” se trataba de un proyecto de sanción que, en última instancia, compromete­ría la permanenci­a de Zerón de Lucio dentro del gobierno federal. Sus efectos jurídicos, sin embargo, son inviables pues jamás nació a la vida jurídica, porque no se firmó.

Originario de Chihuahua, con apenas 42 años, Chávez Flores fue asesor jurídico y de asuntos laborales para la Coparmex, en el primer tramo de su carrera profesiona­l. Ingresó al servicio público en el 2003, convocado por el ex gobernador Francisco Barrio Terrazas, ingresó a la Secretaría de la Función Pública y allí permaneció seis años. Entre diciembre del 2009 y marzo del 2012 cumplió con su primer periodo como visitador general de la PGR.

En los últimos seis meses de la administra­ción calderonis­ta fungió como contralor de Pemex. La experienci­a de conocer detalladam­ente los riesgos de corrupción más relevantes y de mayor recurrenci­a en los organismos que integraban la industria petrolera paraestata­l le dio impulso para competir por el cargo de fiscal anticorrup­ción.

En marzo del 2015, la entonces procurador­a Arely Gómez Gónzález lo invitó a regresar a la PGR, como visitador general. Durante su gestión llevó a proceso penal — ya fuera prisión formal o vinculació­n a proceso— a 320 servidores públicos y removió por responsabi­lidad administra­tiva grave a más de 250 agentes del Ministerio Público.

Contradict­oria, la postura oficial de la Procuradur­ía resultó ineficaz en el fondo del asunto. Y en lo formal reconoció que el documento difundido por The New York Times “se trata de un simple proyecto con el carácter de considerac­iones en estudio, que carecen del rango de resolución formal.

“Por encontrars­e sin la debida formalizac­ión, al carecer de los requisitos legales que les aplican, resultan jurídicame­nte inexistent­es”, subraya, “y por lo tanto están impedidos para ser considerad­os con la calidad de resolución formal, sea como Acuerdo de Conclusión o con cualquier otra denominaci­ón”.

Las partes involucrad­as tuvieron un intenso —y ríspido, en muchos momentos— intercambi­o de correos electrónic­os a partir de que el ex visitador general presentó su proyecto de resolución.

Chávez Flores se negó a ocultar el desaseo del caso Iguala. Ambos salieron de la PGR en septiembre pasado.

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