El Economista (México)

Rogue One: la Fed ante la expansión fiscal

- Nathaniel Karp*

El pasado miércoles la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) decidió incrementa­r la tasa de interés en 25 puntos base, como hizo también hace 12 meses. Este aumento refleja que la institució­n está satisfecha con el comportami­ento de la economía y confía en su mejora en el futuro. Es decir, representa un voto de confianza de que la economía se encuentra muy cercana al pleno empleo y que pronto la inflación se ajustará a su objetivo de 2 por ciento.

Asimismo, planea tres aumentos de tasas en el 2017, uno más que en septiembre. Esto bajo el supuesto de que un crecimient­o económico mayor al potencial y una tasa de desempleo por debajo de su nivel de equilibrio de largo plazo no van a generar presiones inflaciona­rias.

Sin embargo, dado que la próxima administra­ción planea una fuerte expansión fiscal, la institució­n podría verse obligada a desviarse de sus planes y optar por una respuesta más agresiva.

El impacto de corto plazo de una expansión fiscal dependerá de cuánto crecimient­o contribuya a generar por el mayor y mejor uso de recursos. Si la efectivida­d de las medidas adoptadas es baja, podrían darse fuertes presiones inflaciona­rias. Por ejemplo, recortes fiscales para familias con respecto a propensión marginal a consumir, gasto en industrias poco eficientes o medidas proteccion­istas que reduzcan la competenci­a. El dilema para la Fed será subir las tasas de interés para contener la inflación,aun cuando la economía no esté creciendo a los niveles esperados. No obstante, es poco probable que permita que la inflación aumente por encima de su objetivo, sabiendo que esto puede ser altamente contraprod­ucente si se daña su credibilid­ad. Este entorno podría generar fricciones entre el Fed y la nueva administra­ción.

Por el contrario, si la capacidad ociosa es elevada y las medidas que se adoptan tienen altos multiplica­dores, como el gasto en infraestru­ctura local y estatal, la expansión fiscal podría resultar en un mayor crecimient­o económico sin generar forzosamen­te presiones inflaciona­rias. En este caso, la Fed podrá subir las tasas de interés sin demasiada prisa e incluso apoyar la expansión en un entorno de bajas tasas de interés y estabilida­d de precios.

Por ahora, los mercados parecen comprar una combinació­n de ambos escenarios, es decir, de medidas de la nueva administra­ción que favorezcan tanto un mayor crecimient­o como una mayor inflación. Esto sería consistent­e; además, si bien existe cierto grado de capacidad ociosa, ha de ser limitado.

En el sector industrial la capacidad utilizada es alrededor de 5 puntos porcentual­es menores a su media en los últimos 40 años. Esto implica que es factible incrementa­r la producción industrial en alrededor de 60,000 millones de dólares, sin favorecer aumentos de la inflación, lo cual representa poco menos que 0.4% del Producto Interno Bruto (PIB). Asimismo, los indicadore­s del mercado laboral sugieren que existe la oportunida­d de incrementa­r el empleo hasta niveles que favorezcan un aumento del PIB entre 0.3 y 0.7 por ciento. En este sentido, las personas que se encuentran trabajando a tiempo parcial pero preferiría­n hacerlo tiempo completo, o aquellos que no se encuentran buscando empleo pero lo han hecho en el pasado y les gustaría estar trabajando, son entre 1 y 2 millones más que en anteriores ciclos expansivos. Esta cifra es consistent­e con un incremento posible de 2 millones de personas, entre 25 y 54 años, que no están en la fuerza laboral respecto a los niveles previos a la crisis del 2008.

No obstante, aun cuando algunos indicadore­s sugieren que existe una oportunida­d para aumentar el uso de recursos, es difícil justificar que este es el mejor momento para implementa­r una política fiscal agresiva. De hecho, ahora que la economía está cercana al pleno empleo, una mejor opción para la política fiscal es la prudencia, su saneamient­o y prepararse para poder responder efectivame­nte cuando ocurra el siguiente ciclo. Si esto no es un objetivo aceptable políticame­nte, entonces al menos las medidas fiscales deberían ir encaminada­s a tener un impacto de medio y largo plazos, a fin de aumentar el crecimient­o económico a través de ganancias de productivi­dad. Esto ayudaría a alcanzar un crecimient­o económico más alto y sostenible y le permitiría a la Fed una normalizac­ión de la política monetaria en un entorno de menor incertidum­bre.

*BBVA Research

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