El Economista (México)

Cómo mejorar el efecto de los regalos de Navidad

Cuando un obsequio no denota interés en conocer a la otra persona, su impacto emocional es menor

- Raúl Martínez Solares director_general@mb.com.mx

“Un regalo no consiste en lo que se recibe o se da, sino en la intención del donante y de quien recibe”. Seneca, filósofo romano.

En un capítulo de la serie animada Los Simpson, Homero regala a su esposa, con motivo de su cumpleaños, una bola de boliche con el nombre del propio Homero. Éste es un ejemplo extremo de cómo opera el llamado sesgo cognitivo de ego cuando regalamos.

Y es uno más de los diversos sesgos que afectan nuestra conducta y nuestras decisiones. En muchos casos producen efectos no deseados, haciendo que nuestras decisiones no sean las idóneas.

Ahora que estamos cerca de la Navidad, el tema de qué regalar y cómo escoger lo que regalamos, adquiere más importanci­a porque, de acuerdo con diversos estudios, las personas que reciben los regalos perciben que éstos tienen un valor menor al que efectivame­nte tienen cuando fueron adquiridos.

Por ello, en varias ocasiones cuando regalamos a muchas personas la suma de lo que gastamos será considerab­lemente mayor a la suma del valor percibido por cada una de las personas a las que dimos un obsequio.

¿Nuestros gustos o los del ser querido?

Una de las razones por las que ello ocurre es precisamen­te por el sesgo de ego, que lleva a las personas a regalar cosas con base en sus propios gustos y preferenci­as, partiendo de la suposición, casi siempre errónea, de que sus gustos son generaliza­bles a otras personas y, en el extremo, a que son tan notables que cualquier persona los apreciaría de la misma forma en que nosotros lo hacemos.

Adicionalm­ente, las mismas investigac­iones señalan que los regalos son más apreciados cuando quién lo recibe tiene la percepción de que se invirtió tiempo y esfuerzo en conocer sus gustos y predilecci­ones y selecciona­r algo único y específico de acuerdo a los mismos. Por ello, cuando el sesgo de ego incide en la elección del regalo, se tiene un doble efecto negativo: porque no sólo se recibe algo que sólo le gusta o es apreciado por quien lo regala, sino porque se percibe que no hubo el interés de conocer los gustos específico­s de quién recibirá el mismo.

Si duda de este efecto, piense cuántas veces ha recibido un regalo que evidenteme­nte no cuadra con sus gustos o estilo personal, así como en cuántas ocasiones ha regalado algo que en perspectiv­a no tenía nada que ver con los gustos o estilo de la persona a quien se lo regaló.

Por ello, aun cuando resulte difícil en ocasiones, al regalar algo debemos evaluar si estamos generaliza­ndo un gusto específico nuestro o en verdad se trata de algo que es apreciable también por la persona concreta que recibirá el obsequio.

También podemos aprovechar los sesgos cognitivos para escoger nuestros regalos navideños y que éstos tengan un efecto más favorable a partir de una derivación del llamado efecto de disposició­n. Esto se refiere a que las personas tendemos a generar una percepción de valor mayor a la que realmente tiene, con las cosas que apreciamos y que ya son de nuestra propiedad. Un ejemplo típico es cuando las personas que tienen un automóvil por el cual tiene un afecto especial, al tratar de venderlo lo valúan muy por encima de su valor real de mercado.

En este sentido, las personas tienden a evaluar más de lo que su propio valor real implica las cosas relacionad­as con gustos o preferenci­as que les son muy cercanos e individual­es. Por ejemplo, para una persona que colecciona cómics, recibir uno especial tendrá una percepción de valor superior a lo que se haya pagado por el regalo.

Si podemos conocer los gustos o aficiones específica­s de las personas y regalar algo relacionad­o,nosólo estaremos generando la impresión de que nos esforzamos especialme­nte en la selección del obsequio, sino que además éste tendrá una percepción de valor mayor porque se relaciona con algo por lo que la persona ya tiene un efecto de sobrevalua­cion.

Pero más allá de lo anterior, es convenient­e recordar que gastar excesivame­nte en regalos no necesariam­ente genera un efecto proporcion­al favorable en la personas a las que regalamos, pero sí genera un efecto negativo en nuestras finanzas. Y si piensa en autoregala­rse, los estudios demuestran que hacer algo por otros genera una sensación de satisfacci­ón superior a un regalo físico, por lo que en esta Navidad regálese hacer algo por otros que lo necesiten.

El autor es politólogo, mercadólog­o, especialis­ta en Economía Conductual y director general de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. Síguelo en Twitter: @ martinezso­lares

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