Miopía en torno a la industria de cannabis
América Latina ha sido azotada por la violencia en que por décadas lleva inmersa por el combate de la venta ilegal de drogas, incluida la mariguana. Ahora el escenario está cambiando, pues la tendencia es hacia la apertura y legalización, al menos para la mariguana.
Estados Unidos redescubrió las virtudes de la planta —cuando su uso en nuestros países latinoamericanos era ancestral y se prohibió— y ahora resulta que lleva la delantera empujando la producción de una diversidad de productos provenientes de la mariguana; no sólo para la industria farmacéutica, de cosméticos y alimentaria, sino incluso para la automotriz. Un tipo de hilo cáñamo se saca de la planta de la mariguana y se usa en asientos de automóviles.
Conforme a la Cofepris, que lleva Julio Sánchez y Tepoz, son más de 400 variantes de la cannabis que se diferencian entre sí por el contenido de la sustancia THC (tetrahidrocannabinol), que da el efecto psicoactivo. El THC está presente en diferente grado en cada variante de cannabis. Hay plantas que pueden tener contenido muy alto, superior incluso a 5%, y otras tienen menos de 1 por ciento. En función de ello, la planta tiene usos distintos para la industria, y conforme se investigue ya se le irán encontrando más.
Para México era urgente definir una posición. Estando al lado de los estados americanos que están resultando permisivos para producir y vender medicamentos y otros productos provenientes de la mariguana, no era posible que nos quedáramos sólo mirando, máxime nuestra porosa frontera.
El riesgo es que nos quedemos cortos. La iniciativa que aprobó el Senado permite o legaliza la abierta entrada de productos e insumos con mariguana, para que la gente ya no lo haga en forma individual, sino que sean empresas que la adquieran allá, la trasladen hacia acá y la vendan sin problema en territorio mexicano.
En el caso de fármacos con cannabis, podrán importar y colocarlos para su venta en farmacias. Ello será un beneficio para las familias de pacientes que requieren dichos medicamentos. Será más fácil y ojalá barato ir a comprarlos a las farmacias en vez de importarlos aisladamente, como lo hacen ya las familias que obtuvieron 137 permisos de importación individual en el último año.
La pregunta es ¿por qué este esfuerzo regulatorio no va en paralelo a un programa o estrategia de incentivos para producir los medicamentos aquí en México, en vez de simplemente promover la importación?
Siendo México productor natural de mariguana, ¿no valdría la pena que la industria farmacéutica nacional tuviera estímulos para producir aquí en el país la sustancia activa del cannabidiol en vez de ir a comprarlo al extranjero?
La Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica (Canifarma), que hoy preside Alexis Serlín, trabaja desde hace años en un plan para que México produzca sus propias sales o API de donde sale la sustancia activa de los medicamentos. Tenemos todo el potencial para ser productores importantes de dichas API, y en este caso de la cannabis no hay ni que profundizar mucho para percibir nuestra nata vocación.
Es de entenderse que nosotros le venderemos la planta verde a las empresas estadunidenses —aunque allá también tienen sus propios plantíos—, para que ellos nos regresen el producto terminado en sales, pastillas, cremas, ungüentos, suplementos, cáñamo, etcétera. Es una historia ya muy escuchada con muchas otras industrias en México y en nuestra relación con muchos países.
Ojalá no lamentemos años después, cuando ya estemos invadidos de esos productos, sobre por qué fuimos miopes y no definimos a tiempo un plan para generar y desarrollar una industria nacional alrededor de la mariguana, antes de abrir por completo las fronteras a su importación.