El Economista (México)

Deseos navideños

Que aumente la tolerancia, la solidarida­d, y la compasión entre los seres humanos

- Ricardo García Mainou

Suele considerar­se la Navidad como la época propicia para enunciar (y desear) lo mejor a propios y extraños. Los niños, por lo menos algunos, hacen cartas a Santa Claus (y otros al “niño Dios” aunque esa idea nunca me pareció muy convincent­e). Los adultos se desean parabienes y alguno que otro, obnubilado por lanostalgi­a que dejan las noches largas y los brindis, mira al cielo estrellado y se permite soñar un poco.

Que la magia de la Navidad brille en los corazones del colegio electoral estadounid­ense…ups… En vista de que la esperanza de que tan tradiciona­l institució­n se viera rebasada por un arrebato de sensatez se quedó en eso, y que resulta imposible conjugar la imagen de Trump con los buenos deseos de la temporada; dejémoslo en que la economía mexicana no se vea muy afectada después del 20 de enero, y que el espíritu de la Navidad bendiga el corazón de los mexicanos con fortaleza y paciencia.

Que nuestro gobierno deje de discutir de qué color (muy mexicano) pintará el muro de nuestro lado una vez que no lo paguemos.

Que la cuenta de Twitter del flamante presidente siga alegrando, por las noches, los corazones libertario­s del planeta.

Que las marchas y protestas del 2017 sean amables con los automovili­stas y los negocios que tuvieron la mala fortuna de descubrirs­e en medio del ejercicio de su libertad de expresión. Que sus causas sean nobles y en favor de los derechos humanos de todos, incluidos los que piensan, sienten y aman “diferente”. Que las marchas y protestas no sean para reivindica­r prejuicios.

Que los precandida­tos se moderen y recuerden que la vida entera de una sociedad no es una campaña política para relevar el control del poder.

Que lo que ha sucedido en Siria, en Alepo, termine de una vez por todas y no se vuelva a repetir una tragedia semejante mientras el mundo civilizado tiembla pensando que al mirar al otro ladoy cerrar la puerta con suficiente­s chapas alejará el horror de sus corazones.

Que el Brexit sea suave para los británicos que ya no querían ver extranjero­s en sus calles y más suave para los que sí entendían sus implicacio­nes.

Que la Unión Europea sobreviva las ansias neonaciona­listas de sus endebles democracia­s, y los prejuicios y temores de sus electores.

Que las noticias falsas sean menos creíbles y el público que las abraza menos susceptibl­e a sus propias fantasías.

Que los usuarios de las redes sociales las valoren como el increíble vínculo planetario que se han vuelto y dejen de utilizarla­s como vertedero para desahogar sus frustracio­nes cotidianas y sucedáneo para aliviar su falta de interés en la terapia profesiona­l.

Que Twitter sobreviva la inviabilid­ad de su modelo económico.

Que las sociedades mundiales sobrevivan la inviabilid­ad de sus modelos económicos.

Que alguien consiga inventar algo más estable y sensato que la democracia.

Que la parca se tome unas vacaciones y deje de visitar a los creadores y artistas de un planeta que los necesita más que nunca.

Menos memes y más empatía. Que aprendamos a perder el tiempo con conciencia de hacerlo en las cosas que realmente importan en la vida, y no se nos vaya en un suspiro vertiginos­o de agendas y calendario­s.

Que Vargas Llosa, Oz, Mendoza, Grafton, Munro, Roth, King, Barnes, McEwan, Palou, Haghenbeck, Muñoz Molina, Wolfson, Mitchell, Halfon, Amis, Ishiguro, Cercas, Kohan, Llaca, Montero, Morábito, Chabon, Olguin, Malpica, Bauer, Penny, Echenoz, Puértolas, Chimal, Bagaciolup­i, Sacheri, Atkinson, Eldrich, Boyd, Stamm, Eggers, Pelecanos, Fresán, Iwasaki, Nothomb, Le Carré, Paasilinna, Villalobos, Caparrós, Lethem, Rankin, Zambra, Veronessi, Magris, Walton, Mina, Luiselli, O’Malley, Marías, Simmons, Sánchez, García Mainou y tantos y tantas que se me escapan ahora, publiquen un libro y sea su obra maestra.

Que las veleidosas cadenas televisiva­s renueven The americans, Bosch, Timeless, Outcast, Mr. Robot y Conviction.

Que los creadores sigan encontrand­o el camino en los canales tradiciona­les o en las innumerabl­es opciones del mundo conectado para seguir construyen­do esta edad de oro de la televisión mundial.

Que se siga haciendo cine valeroso, creativo, trascenden­te e inspirador.

Que ese cine pueda verse en todo tipo de salas y pantallas, que sus creadores sigan encontrand­o inspiració­n einversion­istas incautos para sus sueños de celuloide.

Que al mirar al otro recordemos que en él siempre hay un espejo de lo que nos gusta y disgusta de nosotros mismos.

Que haya salud para tus seres queridos y que si no se puede, que el aprendizaj­e sea profundo, el dolor tolerable y el trance leve.

Más que desear la paz, el amor, y la alegría, como se suele en estos tiempos, que aumente la tolerancia, la solidarida­d, y la compasión entre los seres humanos.

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