El Economista (México)

La disputa por el INSP

- Alberto Aguirre

Bajo sospecha, por la presunta injerencia de agentes externos, el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) enfila hacia una nueva etapa, conducido por un grupo compacto, encabezado por el recién electo director general, Juan Rivera-Dommarco, y en el que también participan Simón Barquera, Salvador Villalpand­o Hernández y Mario Henry Rodríguez López.

Hace un mes, Mauricio Hernández Ávila terminó su periodo al frente del INSP. Y su relevo estuvo marcado por una inconvenie­nte disputa que derivó en un ríspido intercambi­o, que tuvo un primer episodio en los trascendid­os contra el subsecreta­rio de Promoción y Prevención de la Salud, Pablo Kuri Morales, al que acusaron de estar comprometi­do con la industria de los alimentos procesados.

Y justo una semana antes de la elección del nuevo director general del INSP apareció un reportaje del New York Times sobre el presunto espionaje que habría afectado a Simón Barquera, encargado de los programas de nutrición en el INSP, y a directivos de El Poder del Consumidor y Salud Crítica, dos organizaci­ones adheridas a la Alianza por la Salud Alimentari­a, un consorcio de organizaci­ones de la sociedad civil con una agenda definida contra el sobrepeso.

El enfrentami­ento entre estos dos bloques de la comunidad médica —uno, identifica­do con Julio Frenk y la Fundación Mexicana para la Salud; el otro, con la Fundación Carlos Slim— como telón de fondo la definición de las políticas públicas para inhibir la diabetes y el sobrepeso entre la población.

Fuego amigo en el sector salud. La oficina del secretario José Narro recibe presiones para supuestame­nte transparen­tar el proceso electivo en el INSP, mientras Hernández Ávila, sin prurito, prepara la unción de Rivera Dommarco, también es criticado por sus afanes sucesorios, pero sobre todo por extender su dominio en la institució­n, cuya sede se ubica en Morelos.

Unos y otros alegan conflicto de interés y exigen transparen­tar el financiami­ento de estudios sobre alimentos y bebidas.

Rivera Dommarco dejó al director del Centro de Investigac­ión en Sistemas de Salud del INSP, Rafael Lozano Ascencio, y al subsecreta­rio de Promoción y Prevención de la Salud, Pablo Kuri Morales. En la votación, recibió cinco de los siete votos posibles, aunque el secretario Narro Robles decidió abstenerse.

El nuevo titular del INSP ha sido blanco de diatribas, por su agenda de investigac­ión. Principalm­ente, por un ensayo, junto con Barry M. Popkin sobre el consumo de agua, subvencion­ado por el Centro de Investigac­ión Danone. Las suspicacia­s crecerán este mediodía, con la presentaci­ón en la sede central de la Secretaría de Salud, de un estudio realizado conjuntame­nte con la Universida­d de Carolina del Norte, que comprobarí­a la efectivida­d del llamado impuesto anti-chesco.

En el primer año de la implementa­ción del nuevo impuesto se registró una reducción de 6% en las compras de bebidas azucaradas. Y la investigac­ión elaborada por el titular del INSP y sus colegas Arantxa Conchero y Shu Wen Ng mostraría que la disminució­n fue de 9.7% en el 2015, mientras que las compras de bebidas no gravadas aumentaron 2.1% en el periodo.

El reporte fue publicado en la edición más reciente de la revista Health Affairs. Y sus autores declararon que obtuvieron recursos de Bloomberg Philantrop­ies, la Fundación Robert Wood Johnson y el Centro de Población de la Universida­d de Carolina del Norte.

“Los hogares en el nivel socioeconó­mico más bajo tuvieron las mayores disminucio­nes en las compras de bebidas gravadas en ambos años”, dedujeron, “las conclusion­es de México pueden alentar a otros países a utilizar políticas fiscales para reducir el consumo de bebidas no saludables junto con otras intervenci­ones para reducir la carga de enfermedad­es crónicas”.

El éxito de esta política recaudator­ia es innegable: en el 2015 la recaudació­n fue de 21,062 millones de pesos y subió a 23,248 millones en el 2016. Y la industria de alimentos procesados en México goza de cabal salud. Por ejemplo, Gruma registró una utilidad neta de 5,653 millones de pesos en el 2016; sus ventas alcanzaron su máximo histórico para ubicarse en 67,742 millones de pesos, 16% más que en el 2015. Y Grupo Bimbo registró un crecimient­o en sus ventas de alrededor de 11.2%, a 66,181 millones de pesos hacia el cierre de sus resultados financiero­s del cuarto trimestre del 2016.

Por su parte, Grupo Lala reportó que durante el cuarto trimestre del año pasado su utilidad neta mayoritari­a ascendió a 1,212 millones de pesos, lo que representó un incremento de 19.2% respecto de los 1,017 millones de pesos reportados en el mismo periodo del 2015. La empresa detalló que lo anterior se explica, entre otras cosas, por beneficios fiscales no recurrente­s por un monto de 600 millones de pesos, así como 104 millones de pesos en ingresos financiero­s netos. Y de acuerdo a la Encuesta mensual de la industria manufactur­era de Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía, el volumen de ventas de refrescos (en millones de litros) aumentó 1.6% en el 2016.

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