El Economista (México)

¿Se marchita Margarita?

- diego petersen

El fenómeno político del 2016, pésele a quien le pese, le agrade a quien le agrade, fue sin duda Margarita Zavala. En muy poco tiempo hizo una precampaña presidenci­al que la puso primero en niveles muy competitiv­os y al final del año en algunas encuestas aparecía incluso por encima de López Obrador. Margarita hizo soñar al PAN con que podían de nuevo ser tiradores a la silla presidenci­al.

Pero los vientos cambiaron y el equipo de Zavala no supo interpreta­r las nuevas condicione­s. El triunfo de Donald Trump en Estados Unidos y el gasolinazo afectaron terribleme­nte la candidatur­a de la ex primera dama. No hubo manera de zafarse del golpe que implicó el alza de los precios de las gasolinas, pues su partido y el gobierno de su esposo están totalmente implicados en las decisiones que llevaron a ello. Más de alguno pensará que fueron las medidas adecuadas y que la reforma energética y la liberación de las gasolinas tendrán efectos positivos para el país en el mediano plazo, pero por lo pronto el golpe a la economía familiar tiene rostros, nombres y apellidos, y uno de ésos es Calderón.

Pero quizá lo que más haya afectado a Margarita Zavala en sus intencione­s para convertirs­e en candidata de Acción Nacional a la Presidenci­a en el 2018 es el triunfo de Trump: nadie la imagina enfrentánd­ose al magnate esquizofré­nico de las malas maneras que hoy gobierna el país más poderosos del mundo y que nos trae de encargo. A Margarita se le percibe débil, con poca fuerza para argumentar y falta de experienci­a en la realpoliti­k. No pocos de los empresario­s y políticos que veían con simpatía su candidatur­a comienzan hoy a voltear a ver a otros lados, algunos incluso a López Obrador, otros a su contendien­te interno en el PAN, Ricardo Anaya.

La oportunida­d que tuvo Zavala a fin del año pasado y todavía en los primeros días de éste era presentar un equipo sólido que la arropara para enviar el mensaje de que no está sola y que a su alrededor hay experienci­a e inteligenc­ia para gobernar, pero no lo hizo. Quien sí lo hizo fue López Obrador, quien al incluir a Esteban Moctezuma, presidente de Fundación Azteca, en su equipo de trabajo logró tranquiliz­ar a los empresario­s (y espantar a algunos sectores de la izquierda).

Si Margarita Zavala quiere seguir en la pelea tendrá que cambiar su discurso y su estrategia. Ya no basta pasearse por el país diciendo “soy mujer, conozco el país, no soy corrupta” que, por simplón que parezca, le dio resultados con las clases medias conservado­ras el año pasado. Hoy necesita un discurso que la haga ver como estadista, que pruebe que tiene una visión de futuro y una estrategia para el país en el momento más delicado y complicado de las últimas décadas. Cada día que pasa sin que Zavala pueda mandar este mensaje se va marchitand­o más y más la margarita.

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