Las contradicciones cambiarias de Ross
Al secretario Ross le molesta un peso tan depreciado pero, contra toda lógica, quiere impedirlo pidiendo algo imposible: que México adopte un régimen de tipo fijo.
Por fin habló el secretario de Comercio de Trump, Wilbur Ross, sobre la renegociación del TLCAN. En sus intervenciones manifestó la preocupación que despiertan en ese país los niveles tan depreciados en que se encuentra el tipo de cambio del peso, lo bajo de los salarios en México y la conveniencia de que México adopte otro régimen cambiario diferente, en particular un esquema de tipo de cambio fijo.
Aunque Trump no lo pueda reconocer, con México Estados Unidos se encuentra frente a una suerte de efecto búmeran: todos los golpes que aplique se le regresarán por la fuerza de los hechos. Así, el nivel tan depreciado en que se ubica el tipo de cambio de la moneda mexicana se debe, en buena medida, a su retórica contra México. E implícitamente, esa devaluación ha tenido el efecto de reducir aún más los salarios mexicanos medidos en dólares dando lugar a dos cosas que la administración Trump desea impedir: que se eleven las exportaciones mexicanas a Estados Unidos y que el país atraiga un mayor volumen de inversiones directas estadounidenses.
Al secretario Ross, ya se vio ayer, le molesta un peso tan depreciado, pero en sus escaramuzas iniciales para evitarlo confunde las cosas: no es lo mismo la cotización de mercado de una moneda que el régimen cambiario en vigor. El secretario Ross podrá decir lo que quiera del nivel tan depreciado que muestra el peso, pero no que se trata de una cotización artificial: son las fuerzas del mercado las que lo tienen donde se encuentra. No hay mano negra, salvo la de la retórica antimexicana de Trump.
Y acto seguido, Ross pretende que se evite esa depreciación mediante la adopción por parte de México de una paridad fija. No hay mucha lógica. Por una parte, fueron los propios EU quienes llevaron al mundo a la flotación de las monedas mediante su abandono en 1972 del régimen de paridades fijas que se había establecido en Bretton Woods. Pero aún de mayor importancia: las propias autoridades mexicanas estarían impedidas de impedir la depreciación del peso si se lo propusieran poniéndole un techo a las cotizaciones de la moneda. A la larga, únicamente lograrían gastar en tan inútil intento todas las reservas internacionales que se han acumulado y posiblemente llevar a la economía a una recesión mediante una elevación forzada de las tasas internas de interés.